DE LA HISTORIA DEPORTIVA: La sangre salpicó a la Reina del Carnaval (I)
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Para agasajar a la Reina del Carnaval de La Habana de 1919, se programa el 21 de marzo un cartel de boxeo profesional en el Centro Deportivo El Recreo, ubicado en la calle Belascoaín.
La señorita América Valdés Vidal y sus damas de honor ya ocupan sus puestos en un palco especial, después de recibir los aplausos del público, acompañados de los clásicos chiflidos ante la belleza femenina.
¡Gong! Entre las cuerdas hablan los intercambios. Hay sus arcos superciliares rotos, narices dañadas y el dolor por el castigo en los planos bajos. Ni el árbitro ni el médico paran esto: los dos miuras siguen combatiendo allá arriba; abajo las beldades muestran susto y algo de repugnancia en los rostros. Llega el turno a una pelea interesante: Alex Publes versus José Marroquín Hernández, apodado Joe Mc Kurdy, quien integra la dotación del Cuba, buque insignia de la Marina de Guerra.
Primer round, de estudio, aunque las trompadas estudian temprano dando por aquí y por allá. Al descanso. Uso de las toallas, los entrenadores aconsejan y se escucha el «No te ha hecho nada. No tiene para ti», a pesar de que los puñetazos han dejado huellas y anuncian tormenta mayor en los capítulos que quedan. La pelea empieza encendida en el segundo capítulo y, de pronto, un golpe a la quijada envía al marino a la lona. La cuenta no llega al diez. El caído no despierta.
Mientras las homenajeadas, entre gritos, chillidos y algunas lágrimas, son trasladadas a la salida, al noqueado lo llevan al Hospital Militar de Columbia, donde fallece al día siguiente y se convierte en el primer cubano muerto sobre el ring. El alcalde capitalino Varona Suárez, a la sazón del hecho, prohíbe indefinidamente el pugilismo rentado. La sanción dura poco: pesa demasiado el interés de los negociantes que están detrás de las peleas, vitrina incluso entre los aficionados con vista a los gladiadores de la etapa.
Julio Antonio Mella (25-3-1903; 11-1-1929) y Pierre de Coubertin (1-1-1869; 2-9-1937), sin abrazar la misma ideología, coinciden en su visión con respecto a la maldad que rodea a las lides del músculo. El Atleta de la Libertad expresó el 20 de octubre de 1927 en El Machete: «...las grandes peleas de boxeo y los encuentros de fútbol o baseball pueden competir, en cuanto potencia mercantil, con cualquier negocio en una hacienda bananera o hasta en un campo de petróleo». Y entonces los monopolios no vestían todavía pantalones largos.
El gran humanista, rescatador del olimpismo, criticaría mucho antes (1894): «...el espíritu mercantil que amenaza con invadir los círculos deportivos, al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero».
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