Cuba: Regalos
especiales
Ella marca el número del vecino y le propone:
-Mira, si quieres sube, que me puse a hacer croquetas y me salieron bastante. Para que te lleves unas cuantas.
-Pero… es que tuve que hacer un gasto con el que no contaba y…¿a cómo son?
-¿Desde cuándo yo vendo croquetas? Como sé que tú estás medio escacha’o por eso mismo te estoy diciendo que vengas. Trae un cacharrito.
-¿Pero es regala’o? Y eso que dicen que Regala’o se murió.
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Habían sido amigos en las verdes y en las maduras.
El chapista lo ayudaba con el carro, cobrándole, porque de eso vivía, pero a veces menos; compartiéndole sus problemas y también sus celebraciones.
Él, podólogo, ni una vez le había fallado cuando aquel le pedía que le arreglara los pies a la mamá, y si el amigo le caía de paracaídas a la hora de almuerzo o comida, se compartía lo que hubiera, el buchito de café…
Pero en esta última oportunidad, tenía muchos carros por delante y cuando llegó el mediodía, el chapista le dijo que iba a cogerse una hora para almorzar –el taller está junto a su casa. Como el podólogo andaba con su hijo, solo le preguntó dónde podría comprarle algo de comer al niño.
Únicamente pudo pagar un pan con jamonada a unas cuadras, y como no le alcanzó ni para un jugo, al retornar entró al comedor de la casa del chapista para pedirle un vaso de agua. Sobre la mesa, las fuentes rebosaban, y el hombre, sin apartarse de su plato, le respondió:
-Cógela tú mismo del refrigerador, mi hermano. El agua aquí es regalada. ¿Somos o no somos?
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“Todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina”, lo dijo Víctor Hugo.
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