Capablanca: ídolo eterno del ajedrez cubano

Capablanca: ídolo eterno del ajedrez cubano
Fecha de publicación: 
8 Marzo 2022
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Apodado La máquina de jugar ajedrez, tuvo una concepción del juego superior a la de sus contemporáneos, que le convirtió en imprescindible objeto de estudio.

José Raúl Capablanca falleció el 8 de marzo de 1942. Su despedida fue como un cierre profético para una vida marcada por una extraordinaria pasión: murió frente un tablero de ajedrez.

El eterno ídolo de los cubanos en el juego de las 64 casillas había dejado, en apenas 53 años, un legado inmenso. El tercer campeón mundial de la historia, todavía único de Hispanoamérica en conseguir tal rango, pasó a la inmortalidad como pocos lo han logrado.

Apodado La máquina de jugar ajedrez, Capablanca tuvo una concepción del juego superior a la de sus contemporáneos, que le convirtió en imprescindible objeto de estudio para los que eligieron luego dedicarse a este deporte.

Mucho se ha repetido que es imposible comprender el ajedrez sin mirarlo con los ojos del genio cubano. Su sencillez para entender la estrategia de un juego tan complejo asombró y aún sigue sorprendiendo a quienes analizan sus partidas.

Aprendió el movimiento de las piezas de solo mirar a su padre jugar con los amigos, en su residencia de La Habana. Tenía 13 años cuando se coronó monarca nacional y con 20 ya era conocido en el “mundillo” ajedrecístico de Estados Unidos, país donde estudiaba y logró sus primeros resultados en el juego.

El torneo de San Sebastián de 1911, al que no estuvo invitado desde primera instancia, le abrió las puertas a la fama. Se impuso allí en medio de un entorno en que se esperaba el dominio de algunos de los famosos de la época.

Ese triunfo marcó el inicio del tortuoso camino que le llevaría a enfrentarse al alemán Enmanuel Lasker por el título mundial –y ganarlo– en 1921, también con su Habana natal como escenario.

Poseyó el privilegio de monarca hasta 1927, cuando el ruso-francés Alexander Alekhine le derrotó en Buenos Aires. Nunca más tuvo el cubano la oportunidad de retar al campeón, pues éste le negó siempre esa opción, algo muy a tono con la época, en que los matches mundiales eran más un acuerdo entre las partes que algo organizado por alguna entidad.

A Capablanca se le atribuyen más de 600 partidas oficiales, con 315 triunfos y solo 38 derrotas. Disfrutó del trofeo mayor en 22 de los 37 torneos importantes en que participó, y entre 1916 y 1924 se mantuvo sin perder partida alguna, incluyendo las del campeonato con Lasker.

El ruso Garri Kasparov, decimotercer campeón mundial, le describió de una manera fascinante: «Demostró su colosal superioridad sobre sus contemporáneos, y por esa razón surgió precisamente el mito de su invencibilidad. Nadie podía ver las pequeñas —y a veces no tan pequeñas— lagunas de su estilo ultra puro».

El 7 de marzo de 1942 se encontraba en el Manhattan Chess Club cuando se desplomó. Pidió a quienes le rodeaban que le sostuvieran el abrigo, cuando comenzó a sentir que se desvanecía… Unas horas después, en la madrugada del día 8, falleció en el hospital Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York.

Un accidente cerebro vascular quedó plasmado como causa de la muerte. Sus restos fueron trasladados en barco hacia La Habana y desde entonces descansan en la Necrópolis de Colón, donde un inmenso rey tallado en mármol le custodia para la eternidad.

 

 

 

 

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