Benny Moré y la vitrola

Los cubanos recordamos el pasado viernes el 58 aniversario de la muerte del Bárbaro del Ritmo. Todos, como debe ser. Pero lamentablemente en este espacio yo tenía un fuerte compromiso con una fecha absolutamente definida y prometida. Gajes del oficio. Por eso hoy quiero recordar a la persona que, como yo, conoció la paz en Varadero.

El currículum del Benny es tan amplio y tan vasto, destacándose en todas las modalidades, que hace unos días provocó una enjundiosa conversación con un amigo sobre los recuerdos que nos dejaron las vitrolas y la importancia que llegaron a tener para la música.

Los de hoy probablemente no las conozcan, pero las vitrolas eran aparatos de música, suerte de grandes tocadiscos comercializados, donde la venta de discos era el denominador común y el sitio donde estas se encontraban jugaban un importante papel, yo diría social.

Las vitrolas estaban básicamente en los bares y en estos constituían la medicina, el elixir de los que atravesaban una desoladora pena de amor, aunque también había casos, como el mío (claro, era un niño) que empleaba mis escasas monedas (cada canción costaba cinco centavos) para escuchar el tema de moda.

En mi caso, la vitrola estaba en un bar contiguo al lugar donde los del barrio comprábamos el pan. Para nosotros era una fiesta, pero era muy fácil ver allí a muchos parroquianos acodados o a veces derrumbados en la propia barra, sumidos en la soledad de su trago o su cerveza. Por eso, supongo, que mucha de la música de esos sitios se dio en llamar vitrola, porque el desgarramiento era lo más visible.

Ya hoy no existen en ninguna parte, casi de ningún lado, pero en esta Isla fueron muy populares y vitroleros José Tejedor, quizás el último de los mohicanos, pero también Contreras, Membiela, Fernando Álvarez, Vallejo y un montón más.

Pero el Bárbaro siempre será el Bárbaro y aquí se destacó como un excelente cuarto bate. Constantemente se le recuerda en variadísimos temas, pero no mucho en su desenvolvimiento vitrolero. Incluso grabó un tema de Francisco Escorcia, que retrata con brillantez el ambiente del bar, pero a pesar de todo es indudablemente un bailable.