¡Ay, Jesús!, yo no te di permiso

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¡Ay, Jesús!, yo no te di permiso
Fecha de publicación: 
7 Junio 2025
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Jesús Álvarez Ferrer, no te di permiso para dejarme sin un hermano escogido por mí: falleciste el domingo 11 de mayo de 2025, rodeado por el amor y el respeto de tus hijas, sus cónyuges y tu magnífica esposa. Nuestra hermandad nació al compartir la primera línea de la batalla contra la maldad viniera de donde viniera: tú, director de Tribuna de La Habana, -levantaste el periódico y lo mantuviste en ascenso-; yo de segundo y secretario general del núcleo de Partido. Eso no significa la excelencia de la obra. Tampoco congeniamos siempre en todo. Polemizábamos hasta el convencimiento y jamás la unidad resultó lesionada.


Jesús Álvarez Ferrer, en la inauguración de su exposición de pintura Ciudad Azul en el año 2013 / Foto: Ladyrene Pérez/Cubadebate.
      
Voy hacia algunos recuerdos sobre aquel quehacer. Encabezaste el criterio dado a varios funcionarios de la necesidad de publicar a los ladrones de cuello duro- así bautizaste a los peores culpables-como hacíamos con foto incluso a un estafador callejero, un caco de ropa de una tendedera o una bicicleta. No cuajó la idea…

Escribí un trabajo sobre los llamados cuentapropistas y del inicio de empresas privadas en el cual opinaba lo imprescindible de su presencia en la actualidad. a partir de la siguiente visión martiana: hay momentos en que urge ir hacia atrás como el saltador de longitud, con el objetivo de adquirir mayor impulso e ir mucho más adelante. Me ayudaste a perfilarlo. Esclarecimos: es indispensable la lucha por evitar la acción de quienes desean quedarse atrás eternamente o clavar los pinchos a la derecha.
   
Estaba en desacuerdo con el ingreso de sus dueños en el sindicato. Ya son propietarios: si deben organizarse y hay que fortalecer la labor ideológica, ética y estética sobre ellos, mas con un gremio al estilo de la ya inexistente Asociación Nacional de Choferes Revolucionarios   Cuando una propiedad personal se usa para obtener ganancias, es también una propiedad privada. Alguien con voz temblorosa te preguntó:” Alguien ya revisó esto…”. le respondiste: “Sí, yo, que soy el director”

 Me llenabas de emoción al evocar tu participación en el Primer Congreso de nuestro Partido. Enriquecías mi saber con los relatos de tu labor de dirigente sindical en un municipio, al ocupar el cargo de director de una Escuela en el Campo, o ser maestro en Angola… Ibas mucho más allá- Conocías mis debilidades: las enfrentabas, Aun si yo metía el delicado, tu crítica jamás enlazó lo fiero: me salvabas de lo peor de mí con firmeza desde el cariño y el razonamiento. Tenías menos edad y tu relación poseía mucho de padre. Me acercaste más a mi familia y a quienes me amaban.  Si alguna tristeza me laceraba, te dabas cuenta e intentabas comprenderme, consolarme y levantarme. No eras perfecto:  en ocasiones te faltaba la razón; en otras, discutimos duro y hasta se te iba la mano. Eso sí: la enemistad o el rencor nunca nos ahogó.

Cuando algún girovagente de manera indebida me persiguió-gracias Alfredo Guevara por esa palabra tan significativa- estuviste a mi lado y resolviste la cuestión de forma inteligente. Hubo reciprocidad: existieron personas que intentaron denigrarte, especialmente durante el primer golpe de tu enfermedad. Por cierto, no tuvieron tiempo para visitarte durante tu estancia en el Calixto García. El atacante mal hacía indispensable tu relevo, mas esa palabrería indebida sobraba. Aunque jubilado y cerca de terminar el contrato posterior con el semanario, les salí al paso.  La vida demostró la falla de una concepción sin fuego favorecedora de la falta de talento: golpes sobre la publicación pese a los esfuerzos de sus trabajadores. Faltaba un líder. Ahora luchan denodadamente por rescatar la calidad. Pueden lograrla.

Al retirarte regresaste a la pintura, una pasión obviada sin dejar de sentirla para dedicarte a encomendadas misiones. El retorno, buen jab contra quienes te subestimaban. Tus cuadros resultaron acogidos en varias exposiciones individuales y colectivas. Incursionabas en otros géneros de las artes plásticas, pero los riñones te traicionaron.  Hermano, escribo estas líneas próximo a llegar a los 83 años de edad y me viene a la mente la fiesta de mi cumpleaños 69 realizada en el local de Tribuna y tú de autor principal: sin teque, la “vaciladera “con el numerito, los carteles, los globos propios de otra fiesta que nada tienen que ver con las cumpleañeras. Siento la música, el sabor de los dulces y los refrescos, oigo los chistes… ¡No quiero lágrimas, carijo…! Prefiero terminar de brazos con las sabrosas remembranzas, aunque te advierto, mucho daría por tenerte cerca y abrazarte muy fuerte ¡Cuánta falta me haces!

 

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