Atención a víctimas de violencia, ¿qué hacer?
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Yamila Ramos Rangel, psicóloga, trabaja con mujeres que viven en situación de violencia en Cienfuegos. Foto: Cortesía de la entrevistada
La primera atención que recibe una mujer víctima de violencia machista puede salvarle la vida. Ser escuchada, recibir orientación, saber que puede salir del ciclo de la violencia, reconocer su derecho a vivir sin maltrato puede cambiar el rumbo de su existencia.
La psicóloga Yamila Ramos Rangel trabaja directamente con mujeres que viven en situación de violencia en Cienfuegos, provincia a unos 250 kilómetros de la capital cubana. Ella conoce de primera mano la importancia de la primera ayuda psicológica.
Los servicios de salud, la policía, la fiscalía, bufetes colectivos, incluso los espacios escolares pueden ser escenarios en los que se identifique o denuncie por primera vez un caso de violencia de género. ¿Cuán importante es ese momento? ¿Qué debe tener en cuenta el profesional o la persona que recibe por primera vez a una víctima de violencia de género?
Lo primero es tener en claro y comprender qué es la violencia de género. Saber que estamos ante otro ser humano a quien se le ha despojado de su dignidad y de vivir con gozo la vida, pero que tiene la posibilidad, con ayuda, de salir de esa situación.
Este primer encuentro es vital, pues muchas de las víctimas no logran denunciar o contar a otros lo que les pasa y esta puede ser la primera y única posibilidad de salida del círculo de la violencia. Se precisa reconocer cuáles son las múltiples razones que la mantienen en esa relación abusiva y ser conscientes de que existe la posibilidad de que retire la denuncia.
Las víctimas llegan con mucho miedo, con distorsiones de la realidad y minimizan lo que les pasa, sienten vergüenza por la situación que están viviendo, muchas no reconocen que son víctimas, ancladas en una sensación de que nada se puede hacer, sin una proyección futura. Tienen la impresión, además, de que quien las maltrata está protegido. Suelen estar carentes de apoyo social, familiar, incluso económico, porque dependen de su agresor y muchas temen a las consecuencias jurídicas, económicas y sociales de la denuncia. Si tienen hijos, esta situación se agrava más.
Todo este contexto debemos tenerlo en cuenta, además de aspectos como la edad, las condiciones físicas y psicológicas. Por eso es necesario apoyar su valentía, no juzgarla, escuchar cuanto quiere contar, ofrecer protección y seguridad en caso de que lo necesite y de acuerdo a la peligrosidad de la situación.
Hay que favorecer condiciones psicológicas e institucionales que no revictimicen y, por tanto, evitar la repetición innecesaria de lo que nos cuenta. Debemos propiciar un acompañamiento cálido y de confianza, mantener una escucha atenta, que la víctima se sienta a salvo y segura, validar sus sentimientos, ofrecerle elementos de intervención de una manera clara y veraz, nunca engañarla ni darle esperanzas falsas o no realistas. Sobre todo, transmitirle el mensaje de que pueden vivir sin violencia, que se puede pedir ayuda y encontrarla, que tiene derecho a vivir sin miedo, que nadie tiene derecho a dañar su integridad física, psicológica, moral.
En ese primer encuentro, es fundamental dejar claras algunas orientaciones jurídicas, explicar los pasos que siguen, porque esto les da sensación de control y, en este sentido, es una condición básica prever las futuras actuaciones de nosotros como profesionales y también de las instituciones.
La atención médica, si la necesita, debe priorizarse a la atención legal, porque la finalidad es velar siempre por su integridad; se requiere estabilizar emocionalmente a la víctima, porque muchas veces la narración de los acontecimientos se acompaña de la manifestación de emociones a partir de lo vivido.
Otro elemento importante es no quedarnos solo con lo que podemos hacer de cara a la víctima. Si tiene hijos o personas bajo su cuidado, debemos pensar en cuáles apoyos integrales requieren.
Siempre, la información que recojamos, debe ser reconociendo la dignidad de las personas, de manera confidencial y con mucho respeto. Me parece fundamental que en la documentación que se levante se dejen todos los elementos bien claros; si se sigue luego un proceso legal, o penal, esta primera entrevista pueda constituir una prueba. Esto es vital, pues sabemos que suele ser difícil contar con pruebas que demuestren el maltrato, sobre todo psicológico, por eso es muy importante asentar las señales que va reflejando la historia de violencia vivida.
Es una obligación brindar un servicio de calidad y con calidez, desde principios basados en el respeto a los derechos humanos y subrayando el derecho a acceder a mecanismos de justicia, a una pronta reparación de ese daño que han sufrido.
¿Cuáles otros elementos considera esenciales en la atención a víctimas de violencia de género?
De cara a un servicio de calidad, me parece vital la coordinación de todos los servicios que intervienen en la atención a las víctimas, que se logre un acompañamiento multidisciplinar. También considero fundamental la asistencia y los cuidados de quienes trabajamos en estos ámbitos, porque luego de un tiempo pueden existir impactos en nuestra salud y bienestar mental y afectar nuestra labor.
¿Qué avances y desafíos identifica en la atención a las víctimas en Cuba?
Hemos avanzado mucho en materia de atención a este flagelo, se han destinado recursos y se han desplegado medidas en el orden político, judicial, social, asistencial y comunitario para contribuir a erradicar este problema.
Sin embargo, sigue siendo un gran desafío la formación especializada. Graduarnos de la carrera de psicología o ser jurista no nos hace competentes para este tipo de trabajo, que requiere formación, pues los errores que cometamos pueden significar mayor sufrimiento, mayor desesperanza, incluso la muerte de una persona.
Precisamos desarrollar la atención en más espacios presenciales y virtuales y que haya una mayor articulación institucional que permita garantizar esa atención oportuna e integral de la persona victimizada. Trabajar con más fuerza en la implementación de protocolos de actuación para la prevención y atención a la violencia basada en género.
Necesitamos incidir en las causas y el origen de este tipo de violencia, no solo centrar la mirada en sus consecuencias. Debemos desarrollar una cultura jurídica en clave de equidad de género.
Sigue siendo un desafío contar con estadísticas, con información objetiva para una mejor planificación de las políticas, para establecer mecanismos de protección y atención integral cada vez más óptimos.
En la academia debemos avanzar en estudios que permitan un acercamiento más profundo y adecuado a la realidad social que nos ocupa, para tener un mayor conocimiento de la magnitud y las dimensiones del problema.
Precisamos seguir generando espacios formativos complementarios para pensar en esa justicia restaurativa que sigue siendo un reto, mayor que la justicia punitiva.
Considero que es un desafío y un asunto pendiente la creación de una ley integral. En esencia, en nuestro país se viene realizando un trabajo continuo, intersectorial, multidisciplinario, con actuaciones integrales vinculadas a principalmente a la violencia intrafamiliar y la violencia basada en género, pero aún no es suficiente.
Lograr desmontar las violencias requiere trabajo, mucho trabajo y también profesionales de todos los sectores que estén comprometidos, que les importe este problema y que aprendan poniendo en común sus saberes y experiencia. Yo espero una mayor coordinación para la investigación y el abordaje de la violencia a nivel nacional, territorial y local.
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