Armando Hart en el relato de una epopeya

Martí y Fidel. Los vasos comunicantes entre dos grandes de la historia de la nación. La continuidad de un proceso libertario encarnado en dos hombres, dos idearios. Ese era uno de los ejes del pensamiento de uno de nuestros más preclaros intelectuales: Armando Hart.

Este sábado hubiera cumplido 90 años. Falleció el 26 de noviembre de 2017 y dejó un legado inmenso, concretado no solo en una extensa papelería —artículos, discursos, ensayos, notas— sino en una extraordinaria obra de servicio público.

Baste recordar tres etapas meridianas de su itinerario: fue ministro de Educación cuando Cuba asumió la que ha sido el mayor hito cultural de su historia: la Campaña de Alfabetización, en los primeros años de la Revolución triunfante. Fue el primer ministro de Cultura, y asumió desde ese cargo una labor de rectificación de las distorsiones y errores en la aplicación de la política cultural. Estuvo al frente del Programa Martiano, y fue pilar en la promoción y estudio de la obra del más universal de los cubanos.

Dirigente estudiantil, abogado, educador, político y revolucionario, es imposible ignorar su impronta en el relato de la epopeya nacional.

Por modestia y sentido de la responsabilidad, prefirió consagrarse a una obra mayor: no le gustaban los homenajes. Pero la cultura cubana se los ha tributado. Su cercanía a Fidel y a los más importantes artistas e intelectuales cubanos merecerían nuevos acercamientos.

Armando Hart sigue siendo fuente de conocimientos.