ARCHIVOS PARLANCHINES: Celestino García, el hombre que hablaba en versos
especiales

Fragmento de una obra de un artista de la plástica que le rinde homenaje a los poetas orales pinareños.
Celestino García, el poeta pinareño de fácil improvisación, no cantaba, más bien tenía la sorprendente habilidad de hablar en versos, por lo que se convirtió en una figura clave en los guateques y controversias, las serenatas a las guajiras de mayor sensualidad y los bulliciosos rodeos donde se glorificaba a los jinetes que arrojan el lazo y montan potros salvajes.
Levántate, Valeriana, / que la mujer dormilona / se vuelve refunfuñona / cuando duerme la mañana. / Ya, levántate, mi hermana, / que se acerca el claro día; / échale maíz a tu cría / que muy hambrienta se ve / y luego tráele café / a Celestino García.
Según los cronistas de su tiempo, con las décimas de Celestino García los campesinos y hombres del campo aliviaron sus faenas diarias y aprendieron a reírse de ellos mismos. Y es que, en realidad, adonde él llegaba, enseguida se armaba el jolgorio y se olvidaban las maldades del día a día.
Los expertos creen que, con él, la poesía, por lo general, ceremonial y fetichista, dio un vuelco y se transformó en un vehículo de comunicación al alcance de todos los que deseaban darle vida a la pasión y los placeres de la vida.
Con un pasado que se afinca en la Francia bonapartista, gracias a su madre María Asunción, Celestino García nació en 1832, en la localidad de Artemisa, al oeste de La Habana. No asistió nunca a la escuela y, cuando el duro laboreo en la tierra le daba algún descanso, participaba en los fiestones del vecindario, para vivir el delirio del son montuno, el zapateo, los piropos, y el ron de caña destilado de manera bárbara.
Después, ya veinteañero, conoció a María Ramona Alonso Ruiz, con quien se casó en el municipio de San Cristóbal, la tierra de su padre Ramón, abuelo, al paso del tiempo, de tres muchachos grandotes y ágiles, herederos de este pueblo de Pinar del Río cubierto por innumerables flamboyanes.
Nuestro personaje se comunica con sus familiares y amigos a través versos llenos de ingenio, malicia y desacato, lo que, como es natural, lo coloca en el centro de un rico anecdotario y le gana el aplauso de los rudos agricultores de Vueltabajo.
Víctor de Armas en su libro Celestino García: el Rey de los Versadores (2004), afirma: “Al poeta se le atribuyen facultades nada comunes para la versificación inmediata y prodigiosa, para conversar expresándose en décimas muy al gusto de los que acudían a oírlo, porque eran dichas en el lenguaje común del veguero, el artesano. Él construía décimas sobre el mundo inmediato de quienes las escuchaban”.
Por su parte, Waldo Leyva agrega en el artículo “La décima” de La Jiribilla: “Ya a finales del siglo XIX, tenemos noticias de algunos poetas repentistas entre los cuales se destacó el pinareño Celestino García. Debe haber sido fuerte la tradición cuando ya en las primeras décadas del siglo veinte las compañías discográficas decidieron grabar placas con las voces de los repentistas de la Isla. Destacan en esos momentos, el propio Celestino”.
Salpicadas de humor, choteo e ironía, las obras del juglar pueden leerse en las antologías El tiple cubano y La nueva lira criolla; unas cuantas aparecen firmadas y otras, sospechosas de inauténticas, se editaron con el seudónimo de Decorife.
Se trata, por tanto, de una lírica sobre todo oral y esencialmente perdida, porque Celestino García no sabía escribir.
Las obras que conocemos de este poeta han sido transmitidas de padres a hijos desde mediados del siglo diecinueve hasta el presente con un base narrativa, áspera y montaraz, que las diferencia de las décimas de El Cucalambé, Plácido, José Fornaris, José Joaquín Palma y otros.
La buena música se impone en la comunitaria Casa de la Décima “Celestino García”
Al versador se le detiene el corazón en 1909, cuando protagoniza uno de sus tantos torneos oratóricos en Ta-co, barrio de su adoptivo San Cristóbal. Todos lo lloran.
Con un morral lleno de grillos y saltamontes le hace significativos aportes a una décima oral de origen español que, más adelante, permitió la aparición de Santana y Limendú, Los Poetas del Saber; Gregorio Morejón; Justo Vega y otros famosos decimistas.
En la actualidad, el género sigue reuniendo gente en los guateques, fiestas populares, reuniones familiares y encuentros fortuitos de la juglaresca. No por gusto en la ciudad de sus amores se instituye el Concurso de Glosas Campesina “Celestino García”, evento cimero del proyecto comunitario Casa de la Décima que lleva el mismo nombre.
Una de las premiaciones del Concurso de Glosas Campesina “Celestino García”
Una de sus composiciones más célebres se la dedicó a don Pedro Yanes García, un amigo tabaquero de Viñales, quien se ganó la burla de los guajiros por comprar un caballo, tal vez, demasiado viejo.
Ese caballo era mío, /es muy buen caminador; / lo tuvo un Gobernador / que estaba en Pinar del Río. / Pero antes fue de mi tío, / un hermano de mi madre, / y para que más te cuadre / y te sirva de consuelo; / era del tatarabuelo / del abuelo de mi padre.
Lorenzo Suárez Crespo y Jesús Alonso Pérez, autores vueltabajeros, escribieron una nueva versión de Celestino García: el Rey de los Versadores, una obra necesaria, porque no solo se han perdido las décimas de este poeta del monte, su propia figura se ha vuelto casi invisible en los rincones de la memoria.
Añadir nuevo comentario