ARCHIVOS PARLANCHINES: Caruso en La Habana

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ARCHIVOS PARLANCHINES: Caruso en La Habana
Fecha de publicación: 
5 Marzo 2022
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Con la visita del tenor Enrico Caruso a Cuba ocurre un hecho notorio y sorpresivo: a través de los años, sus adoradores recordarán más el bombazo que sonaron durante una de sus presentaciones que el preciosismo de sus histriónicos recitales.

Eso sí: los bromistas hicieron su agosto con el tour del itálico. Cada vez que el Cañonazo de las Nueve tenía un problema, recomendaban dando gritos: ¡Traigan a Caruso para que dé un do de pecho en el Malecón!


Simpática caricatura de Caruso.

Considerado uno de los más famosos artistas del arte lírico de la pasada centuria, junto a Mario Lanza y Luciano Pavarotti, el intérprete llegó a Cuba por primera y única vez el 5 de mayo de 1920, cuando tenía 47 años, estaba malgenioso y de capa caída. Junto a él viajaron también el director musical Salvatore Bucito; su valet, Mario Fantini; el barítono Ricardo Strachiar; la soprano María Barrientos, entre otros.

Viajó procedente de Nueva York en el navío Miami, a solicitud de la Compañía de Ópera italiana de Adolfo Bracale, quien, sin muchos miramientos, aceptó pagarle la desorbitante suma de 10 000 dólares por cada una de las 10 funciones que ofrecería al entusiasta público criollo. Cuba vivía la época de las Vacas Gordas, por la subida de los precios del azúcar al terminar la Primera Guerra Mundial, y los empresarios podían permitirse estos disparates.


Caruso a su llegada a La Habana.

El divo, alojado en el mundano hotel Sevilla, a pocos metros del Paseo del Prado, y de la Habana Vieja, debutó junto a un elenco de lujo el día 12 en el Teatro Nacional, hoy Gran Teatro Nacional “Alicia Alonso”, con la obra Martha, de Friedrich von Flotow, la cual tuvo que ser pospuesta una y otra vez, ya que la caja con las partituras, embarcada en la Florida, se perdió misteriosamente.  

Luego de ser recibido por lo más selecto de la sociedad habanera, volvió locos a los amantes del género, que abarrotaron hasta el gallinero del Nacional con el Elíxir de amor, de Gaetano Donizzeti; Un baile de máscaras, de Giuseppe Verdi; Tosca, de Giaccomo Puccini; y Payasos, de Ruggero Leoncavallo, entre otras.


Conquistando al mundillo artístico habanero con una voz de trueno.

Sin embargo, el suceso más sensacional de esta gira estaba por llegar.

Cuando el 13 de junio el vocalista napolitano se lucía de lo lindo con Aída, de Giuseppe Verdi, una de sus piezas preferidas, estalló un petardo ruidoso en los baños del inmueble que provocó varios heridos y dejó a todos los asistentes a la función atónitos y asustados. Al día siguiente, le escribió una carta a su esposa donde narró todo lo sucedido:

“Al comenzar el segundo acto con el diálogo entre Amneris y Aída, seguido de la escena triunfal de Radamés, se produjo una terrible explosión. Me hallaba en el camerín colocándome el manto cuando me sentí arrojado al suelo. Vi a la gente correr por el corredor con una expresión de terror en los rostros. Alguien me pidió que me fuese lo antes posible, pues habría más detonaciones”.

Alejo Carpentier reveló en un diario de la época lo que sucedió después, y luego se inspiró en el suceso para escribir un pasaje memorable de su novela El recurso del método:

“Caruso, disfrazado de Radamés, agarra un susto terrible, sale despavorido por la puerta del fondo del Nacional y empieza a correr a las tres de la tarde por la calle San Rafael. Cuando llega dos cuadras más arriba, un policía lo agarra violentamente por la mano, y dice:

—¿Qué es esto? Aquí no estamos en carnavales para andar así por las calles.

Entonces él, que no hablaba español, trata de explicarle lo sucedido.

Pero el policía no entiende. Se queda mirándolo fijo y le espeta:

—¡Eh! ¿Y además de eso, disfrazado de mujer? ¡Para la estación de policía!

Según las investigaciones realizadas, la inoportuna detonación ocurrida en el Teatro Nacional fue provocada por activistas del sindicato anarquista, empeñados en arrancarle mejoras económicas a la Comisión de Inmuebles del Centro Gallego.


Radamés fue siempre su personaje favorito.

Después de este incidente, el cantante triunfó en el teatro Tomás Terry, de Cienfuegos, y en La Caridad, de Santa Clara, donde deslumbró con las majestuosas puestas en escena y sus lucidas vestimentas.

El gran Caruso partió el 23 de junio y jamás volvió a Cuba. De hecho, murió de cáncer pulmonar al año siguiente en la ciudad de Nápoles, donde nunca olvidó el tremendo susto que se llevó en La Habana.


Foto autografiada por el divo.

Por cierto, según Eduardo Robreño, el que dejó el artefacto dinamitero en los altos del Teatro Nacional fue un muchachito, vendedor de periódicos en Prado y Neptuno, ¡a quien le regalaron 40 centavos por tamaña proeza!

Comentarios

Excelente como todo el costumbrismo a que nos tiene habituados el autor.

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