ARCHIVOS PARLANCHINES: Al más guapo de todos los cubanos lo enterraron de pie en Colón

ARCHIVOS PARLANCHINES: Al más guapo de todos los cubanos lo enterraron de pie en Colón
Fecha de publicación: 
7 Octubre 2022
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Dicen que los sujetos de mala sangre, los matasiete, los tipos que tienen “olor a cadáver” se distinguen siempre por su apariencia agresiva y desgarradora; sin embargo, esta creencia no siempre es válida como lo probará la historia que les relataremos.

UN MATÓN NATO

Eugenio Casimiro Rodríguez Carta, de anchas espaldas y bien parecido, se mostraba en público vestido con corrección, perfumado, cortés, y con un aire romántico que, en nada, hacía presentir su verdadero comportamiento: fue uno de los sicarios de peor catadura de la República, uno de esos matones que sacaban primero la pistola y luego averiguaban el nombre del muerto.

El sujeto nació en San José de las Lajas, a principios del siglo pasado, y, aunque parezca extraño, su historia comenzó al lado de la ley, como agente del orden público en su pueblo natal.
Más tarde, y amparado por un currículum brillante, fue transferido a la ciudad de Cienfuegos, donde se desempeñó como jefe de la policía, un cargo que le permitió transformarse, al poco tiempo, en el “guardaespaldas” predilecto de la élite azucarera cienfueguera.

Aun así, en 1918, dio un tropezón: se le acusó de haber mandado para el otro mundo al alcalde de la ciudad y fue condenado a muerte.

Pero, no hay que hacerse ilusiones, a última hora, al verdugo le temblaron las piernas y la sentencia fue conmutada por una cadena perpetua que debía consumarse en el Castillo del Príncipe de La Habana.

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ROMANCE ENTRE REJAS

La buena estrella de Casimiro continuó en la capital, a pesar de haber pasado de agente policíaco a vil delincuente.

Un buen día, mientras barría un pasillo del penal, el rufián conoció a una mujer de alcurnia con quien inició un cauteloso romance entre rejas. La dama en cuestión era nada menos que María Teresa Zayas, hija del presidente de la República Alfredo Zayas.

Por supuesto, a Casimiro le bastó un disparo de amor directo al corazón de la hija del primer mandatario para salir de la cárcel. La dama estaba tan enamorada y cegada que no descansó hasta lograr el indulto.

Igualmente, y para colmo, logró que su padre aprobara la relación y les permitiera a los tórtolos casarse. El novelón televisivo seguía su curso.

EL DIPUTADO

A renglón seguido, el sicario aprovechó las influencias del suegro e inició una carrera política dentro Partido Conservador que lo llevó a la Cámara de Representantes durante tres períodos legislativos consecutivos.

No obstante, el homicida no pudo disfrutar en paz de su vida parásita de político corrupto. Poco a poco, regresó a sus andanzas vandálicas del pasado. La prensa lo vinculó a varios crímenes y ajustes de cuentas que acapararon titulares en la prensa.

Nunca se le pudo probar nada, aunque, los nuevos asesinatos empleaban el mismo modus operandi con que, en el pasado, tejió su fama a punta de pistola en Cienfuegos.

EL TRAICIONERO GALÁN

Todo resultó perfecto hasta que un día María Teresa, la mujer que le había dado todo cuanto poseía, abrió la puerta de su apartamento en el edificio América y lo sorprendió mientras la engañaba con una hermosa prostituta.

Fue tan duro el golpe que la hija del presidente se desplomó en el suelo víctima de un infarto que acabó con su vida al instante.

SU ÚLTIMA OCURRENCIA

Antes de morir, Eugenio Casimiro Rodríguez Carta, “el más guapo de todos los cubanos”, como él mismo se autodenominaba, mandó a construir una capilla familiar vertical y pidió que pusieran de esta forma su ataúd, pues: “un tipo que ha caído de pie en la vida, tiene también que caer parado en el infierno”.

Asimismo, pidió, para hacerse el duro, que se le sepultara con la pistola que usó para darle muerte al alcalde de Cienfuegos y con un billete de 100 pesos en el bolsillo, como testimonio de su afortunada existencia.

Hay quienes dicen que la decisión de Casimiro se inspiró en la tumba de José Mauleón y Giménez, un jovencito jornalero que murió de melancolía, y en 1869, en el poblado español de Alfaro, La Rioja, pidió ser enterrado de pie, porque era la única manera de mirar hacia donde yacía su novia, fallecido unos meses antes.

Es posible, sin embargo, lo único seguro en esta historia es que Casimiro ha sido la única persona enterrada de pie en el Cementerio de Colón.  
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