Abrazos que hablan

Han vuelto los abrazos. Todavía con cautela, como quien vuelve a un espacio no visitado desde hacía mucho, así van retornando los abrazos entre cubanos.

Tan hondas han sido las huellas dejadas por la pandemia —aún presente en el mundo y con peligros todavía latentes—, que siguen siendo poco usuales los saludos de apretones de mano, besos o abrazos. 

Pero qué gusto da regresar a esa unión de pechos y muchas veces de almas, contenida en uno de esos abrazos auténticos, cuya fuerza y calidez dicen mucho más que cualquier «te quiero» o «te extrañé».

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Y es que abrazarse no resulta un agregado de los afectos, sino una necesidad. Tributa al bienestar psicológico y también físico. Aseguran que aquellos niños carentes de expresiones de afecto presentan luego trastornos emocionales y en otros ámbitos de la salud.

Diversas investigaciones apuntan que abrazarse reduce el estrés, también la percepción de conflictividad, y disminuye la negatividad de ciertas experiencias. 

Un abrazo de esos, con ganas y mucha sinceridad, aumenta la secreción de hormonas como serotonina, dopamina y oxitocina; tributa al sistema inmune, aporta confianza en uno mismo, a la vez que reduce miedos existenciales, y hasta ayuda a aplacar el dolor físico, por no hablar ya del emocional.

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Aseguran que los mejores abrazos son aquellos que duran entre 5 y 10 segundos, se asocian también con la presión con que se enlaza al otro cuerpo y con la posición de los brazos.

Investigadores afirman que, aunque la mayoría de los «abrazadores» empiezan este gesto con el brazo derecho, el izquierdo es el que lleva la voz cantando cuando se trata de un encuentro realmente emotivo.

A pesar de tantos beneficios, hay personas que no pueden soportar los abrazos; se trata de quienes padecen de afefobia, el miedo irracional a tocar o ser tocado por otro, lo cual hace sufrir mucho a quienes lo padecen e impacta de muy mala forma en las relaciones sociales.

Aun sin que se trate de una enfermedad, otras cuestiones condicionan cuánto y cómo abrazar, desde los distintos tipos de personalidad hasta las culturas, tradiciones e idiosincrasias de los pueblos.

Esas y otras condicionantes incluso determinan los tipos de abrazos que se dan, porque hay varios. Estudiosos de la comunicación emocional los han catalogado y, como tendencia, coinciden en señalar que existen diferentes tipos de abrazos, y cada uno con su significado.

Entre estos modos de abrazar está desde el llamado medio abrazo, cuando con un brazo se rodean los hombros o cintura del otro; el de palmaditas en la espalda, generalmente de reconocimiento o consuelo entre personas que no mantienen una relación estrecha; y también el que nombran abrazo de oso, ese que quiere envolver totalmente al otro, intenso y con mucha carga emocional.

Los cubanos, desde siempre, hemos sido muy expresivos, y si algo no guardamos en jabitas «para después y por si acaso» son los besos y abrazos. Los repartimos al por mayor, sin colas ni racionamiento mediante.

Foto: tomada de cuba.cu

Don Fernando Ortiz lo apuntaba en 1963, refiriéndose sobre todo al tema de las razas, pero es igual de válido como generalidad: «[…] pocos países habrá como el cubano, donde en un espacio tan reducido, en un tiempo tan breve y en concurrencias inmigratorias tan constantes y caudalosas se hayan cruzado razas más dispares, y donde sus abrazos amorosos hayan sido más frecuentes, más complejos, más tolerados y más augurales de una paz universal de las sangres».

Por eso, gracias a la acertada estrategia del país en el enfrentamiento a la pandemia, la vuelta de los abrazos es como el regreso de algo que nos completa, a veces hasta consigue «resetearnos» borrando todo lo negativo, y que bien sabremos aprovechar, todavía con cautela, pero, como siempre, desde la autenticidad y la entrega que nos distinguen como cubanos.