ARCHIVOS PARLANCHINES: «¿Quieres recibir bofetadas falsas y abrazos sinceros?»

ARCHIVOS PARLANCHINES: «¿Quieres recibir bofetadas falsas y abrazos sinceros?»
Fecha de publicación: 
21 Septiembre 2019
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Rafael Padilla, o mejor, Monsieur Chocolat, lo tiene todo para perder: es un niño esclavo, negro, pobre y analfabeto, sin embargo con los años se transforma en el primer payaso cubano de color que triunfa en París durante la belle époque y, ante el asombro de muchos, se transforma en un hombre rico, famoso y lleno de excesos, ícono de la cultura popular francesa, y amigo, entre otros miembros de la alta sociedad, del célebre pintor Toulouse-Lautrec, quien lo inmortaliza con una litografía en la que se le ve bailando en el Irish Bar.
 

Rafael nace, presumiblemente, en 1868 y tras perder a sus padres, esclavos en una finca próxima a la capital, es entregado por su nuevo amo a una negra habanera, gorda y perezosa, que se convierte en su madre de leche. Más tarde, cuando el niño tiene diez o  doce, llama la atención de Patricio Castaño Capetillo, un campesino originario de Sopuerta, una localidad cercana a la ciudad vasca de Bilbao, que había emigrado a Cuba donde poco a poco amasa una escandalosa fortuna.
 

Castaño, un caballero de sombrero gris de plantador, bastón de caña y vistoso reloj de bolsillo, esposo de Caridad Padilla, y con dos hijos bien crecidos, quiere regalarle el vejigo a su mamá Rosaura, que sigue viviendo en Sopuerta, y no duda en pagar por él la friolera de 18 onzas de oro, mucho más de lo que ganaba al mes un funcionario colonial en ese entonces.
 

Aunque las cosas pronto se le van de las manos al ricachón. Como las hermanas de Cataño jamás habían visto a un hombre negro, meten al Rafael en una tina llena de agua y jabón y lo despellejan tratando de blanquear su piel. Por fortuna, el adolescente logra salir vivo de dicho infierno y, tras huir corriendo más que un galgo, se radica en Bilbao, donde al principio hace de todo: auxiliar de minas, cargador en los muelles y bailador novato en los cafés, hasta que un buen día, cuando ya está cerca de los diecisiete años, es descubierto por el clown inglés Tony Grice, enrolado en la Compañía Ecuestre del Circo Alegría.
 

Según dice el periodista José Antonio Díaz en una crónica de El Mundo, de España, Grice le pregunta al mozo: «¿Quieres recibir bofetadas falsas y abrazos sinceros?». Y, tras recibir una respuesta aprobatoria, lo toma de criado y aprendiz a cambio de comida, techo y algunas moneditas.
 

En 1886, Grice, el portugués Tonyto y Rafael, ahora con el apodo de Monsieur Chocolat, viajan a París para actuar en el Nouveau-Cirque, donde el trío triunfa con la pieza El maestro de doma, la cual le abre las puertas al criollo para protagonizar al año siguiente una pantomima que tiene un gran éxito: La boda de Chocolat.
 

El resto entra en el camino de la leyenda: en 1890 el director del Nouveau-Cirque aconseja al payaso británico, Georges Footit, una estrella emergente, además de buen jinete y acróbata, que forme una pareja con Chocolat, segundón de otros cirqueros como Gerónimo Medrano, y el talentoso dúo, tras parodiar a la Cleopatra de la polémica actriz Sarah Bernhardt, se mantendrá en escena durante veinte años para derrochar un gran amor por los niños, sin olvidar a los adultos, que también caen rendidos ante tan singular armonía de la sinrazón.
 

Pablo Esparza en un especial para BBC Mundo, España, define con certeza las claves del éxito de la mancuerna: «Footit representó el papel de Cara Blanca, el clown con maquillaje muy pálido, parco en gestos, que transmitía una imagen de orden, prudencia y represión. Chocolat fue Augusto: pícaro, torpe, burlón, amistoso, extravagante e impulsivo. Una polifonía perfecta en las que Footit dio los sopapos “artísticos”, además, pateaba y correteaba a su pareja con gags de pocos valores artísticos y, hasta cierto punto, racistas. Chocolat, igualmente, mostró ante la audiencia francesa los gestos propios de los negros del Caribe».
 

Con los años, el éxito es arrollador: temporadas a teatro lleno, grandes contratos publicitarios y un estrellato firme en los cómics y los juguetes infantiles. Incluso, los hermanos Lumière filman seis de sus actuaciones en el Nouveau-Cirque y les dan una difusión internacional. Chocolat, en particular, será también el primer clown en recibir una medalla al mérito republicano por actuar en hospitales para aliviar a los niños enfermos mediante una terapia histriónica.
 

Footit y Chocolat rompen su pacto en 1910, porque el primer es contratado para hacer un personaje burlesco en Romeo y Julieta. A partir de ahí, actuarán con frecuencia junto a sus hijos en circos ambulantes, no obstante nunca vuelven a saborear los éxitos de antaño y son presas de la pobreza y el alcoholismo.
 

El cubano sufre, asimismo, un acoso social permanente por haberse unido en matrimonio con Marie Hecquet, una mujer blanca que le da una hija: Suzanne, víctima prematura de la tuberculosis. Sus biógrafos aseguran que intenta labrarse una carrera en el teatro, pero fracasa, debido a su pobre dominio del francés. Ya antes su buena estrella se había roto como cristales baratos por la llegada a París de unos excelentes bailarines afronorteamericanos que le roban la exclusividad como el único artista negro en la Ciudad Luz.
 

Monsieur Chocolat, quien nunca es legalmente un hombre libre, fallece el 4 de noviembre de 1917 de un ataque al corazón en un hotel en Burdeos, en momentos en que participa en una gira del Circo Rancy. Tiene 49 años y es enterrado en la fosa común reservada a los indigentes. En su acta de defunción, y por sugerencia de los testigos, es inscripto de manera misteriosa como Rafael Padilla, o sea, se le endilga el apellido de la esposa cubana de su antiguo amo. En vida nunca aparece en los registros ciudadanos y vive en una suerte de limbo.
 

La figura de Chocolat resurge en 2012 gracias a la publicación de una biografía escrita por el historiador francés Gérard Noiriel (Chocolat, clown nègre) y al estreno en 2016 de un biopic de RoschdyZem titulado Monsieur Chocolat, protagonizado por Omar Sy —con James Thierrée en el papel de Footit— y visto en la televisión nacional.
 

Es bueno apuntar que este no es el primer contacto de Chocolat con el séptimo arte: en 1952 John Huston le dedicó algunas escenas en su filme Moulin Rouge, y un año antes Gene Kelly había bailado una coreografía en Un americano en París inspirada en el dibujo de Toulouse-Lautrec.
 

¿Bufón de las élites o maestro de la comedia de payasos? Tal vez las dos cosas. Solo falta que los cubanos nos ocupemos un poco más de él, pues hasta ahora hemos escrito y hablado poco sobre este personaje.

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