Celia, con esa sutileza y discreción de las mariposas
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Hasta una plaza hay en su nombre. Se inauguró el 26 de enero de 1997 en Manzanillo, Granma, con capacidad para unas 90 mil personas y 64 mil 800 metros cuadrados.
Pero ella, aunque gigante y merecedora de todas las plazas y monumentos, no fue en vida mujer de grandes explanadas ni de letras en mayúsculas.
Si hubiera que definirla sería mujer-riachuelo, mujer-luz del alba, mujer-mariposa.
En eso último todos acertamos porque Celia, admiradora de las flores de mariposa, era igualita que ellas de tan límpida, sencilla y humilde de alma.
Pero que nadie confunda sencillez con intrascendencia. Esta cubana nacida un día como hoy pero de 1920, en el poblado de Media Luna, es de las que no se han ido.
En su delicadeza y atención a los detalles estriba una de sus tantas grandezas, que igual se alimentan de su incondicionalidad al líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro.
Quizás entre las primeras evidencias de su adhesión a los jóvenes que fraguaban un cambio para Cuba fue luego del golpe de estado de Batista, en 1952, cuando la joven manzanillera se vinculó a varias organizaciones de perfil insurreccional hasta que, finalmente, integrara el Movimiento 26 de julio liderado por Fidel.
Fue entonces cuando en vez de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley optó por el nombre de guerra Norma. Bajo ese apelativo contribuyó de modo decisivo a los preparativos para la salida del yate Granma y en el inicio de la lucha guerrillera en la Sierra.
Fue la primera mujer en integrar la tropa rebelde y trabajó directamente con Fidel en la Comandancia General del Ejército Rebelde. A su preclara figura la historia de Cuba debe eterna gratitud por su desvelo en preservar desde los más importantes documentos hasta breves notas elaboradas por el líder.
Tan relevante fue esta labor que a ella se debe la creación, en 1964, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Siempre militó desde la orilla de los humildes, de los necesitados, protagonizando así quién sabe cuántas historias de apoyo a cubanos anónimos y a las buenas causas en general. De boca en boca han circulado anécdotas de su permanente disposición a escuchar y ayudar a cualquier cubano de a pie que se dirigiera a ella.
Hasta su fallecimiento, el 11 de enero de 1980, Celia fue ejemplo de lealtad y entrega, estuvo presente en los más relevantes momentos de la Revolución cubana, perfumando, corrigiendo, aportando, sugiriendo... siempre con esa sutileza y discreción de las flores de mariposa.
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