Sotomayor: "Con 10 años tenía miedo a saltar"
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Javier Sotomayor (Limonar, Cuba, 1967), el 'Soto' para los cubanos, sigue manteniendo esa figura imponente atenuada por esa sonrisa eterna que todo lo suaviza. Hablar con él es hablar del salto de altura, porque nadie ha bailado con el listón con tanto estilo.
¿Qué recuerdos tiene de sus comienzos en el atletismo?
Con 10 años comencé a practicar deporte y debo confesar que casi me expulsan del equipo porque tenía miedo a saltar. De hecho, me interesaba mucho más correr. Así que entré en el salto de altura prácticamente por obligación -mide 1.94-, pero poco a poco me enamoré de la prueba.
Cuba no asistió a los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984 y Seúl 1988 cuando usted ya era una estrella. De haber participado, ¿cuáles hubiesen sido sus resultados?
En los del 84 hubiese obtenido alguna medalla porque aunque sólo tenía 16 años ya saltaba 2.33 metros, y la plata se ganó con esa marca. En los del 88 ya era más real la posibilidad de colgarme el oro, entre otras cosas porque apenas unos días antes logré mi primer récord mundial (2.43) en Salamanca.
Muchos especialistas siguen diciendo que su estilo a la hora de saltar era único.
Y es verdad. Hay atletas que se asemejan un poco a mí en su forma de saltar, pero mi estilo era muy mío. Mi carrera era bien rápida, y luego dependía mucho de la fuerza de mis piernas a la hora de impulsarme. Realizaba un último paso bastante atípico si lo comparas con los demás saltadores.
¿Cuál ha sido el momento más apasionante de su carrera?
Me quedo sin duda con el día en el que salté los 2.43 metros, mi primer récord mundial. Hasta aquella tarde en Salamanca mi marca personal era de 'sólo' 2.38. Creo que sentirme el mejor del mundo provocó que me impresionara tanto. El 2.44 y el 2.45 llegaron cuando estaba más preparado para lograr esas alturas.
Si le dieran la posibilidad de borrar un campeonato de su carrera, ¿cuál sería?
El Mundial de Edmonton (Canadá) de 2001 fue el peor. Y eso que terminé cuarto. En aquel entonces Internet estaba empezando y la Comisión Cubana debía esperar una carta de la Federación Internacional de Atletismo con el calendario competitivo para comunicárselo a los atletas. Yo en principio competía el último día y acepté viajar una vez comenzado el evento, pero 24 horas antes del inicio del Mundial me comunicaron que competía al día siguiente, por lo que llegué sin preparación alguna.
¿Cómo era su relación con los rivales?
Muy buena. Tuve mucha amistad con el sueco Patrick Sjoberg, que incluso ha estado en Cuba, pero en general me llevaba bien con todos. Yo iba a las competiciones solo con libros y los estadounidenses Charles Austin y Hollis Conway me tenían actualizado acerca del rap, el hip-hop y el soul. Cuando terminaba un campeonato salíamos a compartir y disfrutar como buenos amigos.
En el momento que alguien bata su récord, ¿qué hará?
Bueno, espero ese momento desde hace 30 años (ríe). Lógicamente felicitaré a quien lo logre. Si es Mutaz Essa Barshim, lo haré personalmente porque mantengo relaciones fraternales con él, y en el caso de que sea otro atleta, buscaré la forma de contactarlo para hacerle llegar mis felicitaciones.
Usted guarda una relación muy particular con España, ¿no?
Salamanca preserva los recuerdos de mis récords mundiales y la gente del atletismo sólo piensa en eso al oír nombrar la ciudad pero también siento un gran cariño por Barcelona, donde gané el oro olímpico y un campeonato mundial bajo techo. Además, el Príncipe de Asturias de los Deportes que me concedieron en 1993 dice mucho de mi relación con el país ibérico.
Otro mito del atletismo cubano como Iván Pedroso está afincando en España y usted incluso tiene la nacionalidad española desde 2015 pero no hay quien le saque de Cuba...
Nunca he estado fuera de Cuba más de tres o cuatro meses seguidos. Cuando era atleta y pasaba más de uno en el exterior buscaba alguna justificación para regresar a casa aunque fuese por una semana. Tal vez en otro país llegue a un hotel o me inviten a una casa con más comodidades que la mía, pero Cuba es Cuba.
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