Amores en clave de tornado
especiales
El rabo de nube que afectó el pasado 27 de enero sobre todo a los municipios capitalinos de 10 de Octubre, San Miguel del Padrón, Regla y Habana del Este no fue de esos que se llevan lo feo y dejan el querube, al decir del trovador.
Más que un barredor de tristezas, dejó un largo reguero de angustias y lágrimas a su paso. Pero también se convirtió en ese necesario espejo al que cada cual debe asomarse para ratificar quién es y a dónde va.
Por eso, este 14 de Febrero, mientras no pocos intercambien besos, abrazos, felicidades, regalos y cariños varios con motivo del Día del Amor y la Amistad, habrá también no pocos que acudan puntuales a su cita junto al vagón lleno de mezcla, con la cuchara de albañil lista y las palmas de las manos llevándose cada vez mejor con las ampollas que van domesticando.
Será otro modo, de los mejores para el caso, de entregar amor este 14. Probablemente ni siquiera conozcan sus nombres propios aquellos que hoy comparten jornadas de trabajo a pie de obra y bajo el sol. Se llaman por apodos o apelativos surgidos al calor de la recogida de escombros, de la construcción, pero es suficiente.
Desde el respeto y una hondísima cubanía —no por innombrada menos presente— aprenden unos de otros. El de la academia, el del trabajo siempre rudo, el del libro, el del martillo, y viceversa, se descubren y autodescubren en el hombro del compañero, creciendo, afincando raíces.
La doctora en Ciencias Sociológicas María Isabel Domínguez, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de la Academia de Ciencias de Cuba, en su ensayo «Identidad nacional y sucesión generacional en Cuba», apunta a la amplia y rápida capacidad de los cubanos jóvenes para autodefinirse y conservar una autoimagen positiva.
Entre los rasgos que conforman esa autoimagen, la estudiosa señala los referidos al buen carácter y sentido de la vida, a la amabilidad, solidaridad y capacidad para las buenas relaciones interpersonales; los asociados a la valentía, a la capacidad de trabajo, esfuerzo, sacrificio, creatividad; los que apuntan a principios revolucionarios, patrióticos, morales; aquellos vinculados a la inteligencia e instrucción, así como los que se relacionan con sentimientos y afectos varios.
«Tanto la valoración de los rasgos que caracterizan a la población de conjunto, al grupo juvenil y los que se atribuyen personalmente, expresan la existencia de una clara autoimagen, estable en el tiempo, positivamente orientada, apoyada fundamentalmente en elementos positivos del carácter y elevados valores humanos y sociales, dirigidos a la solidaridad, las buenas relaciones humanas, la capacidad de trabajar y enfrentar los problemas con sacrificio y optimismo. Ello no significa que no se evidencie cierta valoración crítica (aunque es menor la valoración autocrítica) que confirma lo ya comprobado por otros autores sobre la aparición de una autoimagen más balanceada y menos apologética», apunta la doctora Morales.
Como se habla aquí de cubanos y de afectos, tampoco puede olvidarse lo que la investigadora citada menciona con respecto al sentido de continuidad y coherencia que distingue el proyecto de independencia y desarrollo nacional, así como el constante afianzamiento de la identidad del cubano ante amenazas externas.
La estudiosa llama la atención sobre rasgos que aluden a las relaciones interpersonales y a la facilidad de comunicación como elementos que distinguen al cubano de manera permanente en el tiempo y permiten a los nativos de esta Isla autoidentificarse de forma espontánea.
Da lo mimo que sea al borde de una mesa de dominó, junto a la corneta china del carnaval santiaguero o, como ahora ocurre, paleando mezcla para sacarle la lengua a ese rabo de nube.
No fue un barredor de tristezas lo que nos pasó por encima este enero, pero olvidó que los cubanos nos queremos mucho. Por eso, así vamos también este 14 de Febrero, queriéndonos sin demasiadas palabras, a medida que levantamos paredes, casas, vidas.
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