58 SNB: La pelota del aplauso
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En un reciente análisis de la Dirección Nacional de Béisbol (DNB) salió a relucir la problemática de la pérdida de las pelotas marca Mizuno en los estadios durante el desarrollo de la 58 Serie Nacional (SNB), certamen que casi cierra la fase inicial y se aboca a la celebración de su tradicional Juego de Estrellas.
En el debate se conoció que el promedio de bolas "extraviadas" por partido es de 10.4, pero tras ese número se esconde una contradictoria realidad…
Mientras hay parques en que desaparecen dos o tres esféricas por jornada beisbolera, de las 15 asignadas, en otros la cifra de “bajas” llega a ser de 30, el doble de lo que se prevé utilizar, algo muy distinto de perder, dada la durabilidad de este medio.
En algunos casos se pierden en zonas aledañas a las instalaciones, a causa de la oscuridad o la inaccesibilidad al sitio en que cayeron, pero la mayoría de los sucesos tienen que ver con la no devolución de las redondas desde las gradas.
El país importó para la presente temporada beisbolera (no solo para la 58 SNB) un total de 14 mil pelotas Mizuno, de fabricación japonesa, a un costo de 8,85 dólares estadounidenses por unidad. El valor total de la transacción superó los 123 mil USD.
Sin embargo, al ritmo actual de pérdidas la reserva podría ser insuficiente para cubrir el resto de la campaña y entonces las opciones se pintarían "calvas": realizar una nueva importación desde el "lejano oriente" o acudir a una bola alternativa de aceptable calidad.
Para las autoridades del béisbol cubano está claro que un cambio de esférica afectaría sobremanera al certamen, de ahí que insistan en la necesidad de preservar este recurso con el apoyo decisivo de la afición. No hay otra manera de lograrlo.
Las situaciones más críticas se han identificado hasta ahora en Holguín (primer lugar, por mucho), Camagüey, Pinar del Río, La Habana e Isla de la Juventud.
Por tanto, de cara a la segunda etapa del campeonato deberán intensificarse las acciones en los estadios Calixto García y Latinoamericano, donde al parecer devolver la redonda y ganar un aplauso ha dejado de ser práctica común e identitaria del espectáculo.
La DNB ha recibido algunos mensajes que apoyan la idea de que es «normal o comprensible» llevarme a casa la pelota que cayó en mis manos durante un partido de béisbol. «Para eso pago la entrada», suelen decir algunos en alusión a lo que sucede en otros recintos beisboleros del mundo.
Sin embargo, esa lógica no puede validarse de ningún modo en el escenario cubano. Nunca, de hecho, ha sido así.
Ante todo, el aficionado debe considerar que obtiene su entrada al estadio para ver un partido de béisbol, no para llevar consigo un recurso de importación que costó más de 220 veces el monto de su ticket. Además, debe valorar que “cargar” con una bola de esas características afecta un evento público enmarcado en un presupuesto que la nación (es decir, nosotros mismos) asigna al pasatiempo nacional.
Imaginemos por un momento que la mitad, solo la mitad de los aficionados optaran por conservar para sí la esférica que alguien bateó o lanzó fuera de los límites del terreno… Mal rato pasaría la economía nacional para llenar los almacenes que se requerirían para dar abasto.
Se sabe e insiste en que la industria deportiva cubana debe garantizar el acceso a implementos que permitan a niños, jóvenes y adultos jugar en los terrenos, calles y placeres del país. Pero hasta tanto no se resuelva ese dilema debe defenderse el histórico gesto de devolver al diamante cada pelota y recibir a cambio la ovación del respetable.
Este asunto se relaciona también, de forma clara e irrebatible, con las consecuencias del Bloqueo Económico, Comercial y Financiero que Estados Unidos mantiene sobre Cuba desde la década de 1960.
Si el Inder o la Federación Cubana de Béisbol pudieran importar este u otros medios desde territorio norteamericano, negociando con marcas reconocidas como Rawlings, Wilson y otras, a través de lógicos créditos y con facilidades de pago, no solo se abaratarían los costos, sino que la penetración de recursos de alta calidad sería inestimable.
Por el contrario, el acoso crece cada día y nuestras importaciones deben venir, muchas veces, desde el otro lado del mundo. Las redondas Mizuno de que hoy hablamos (o mejor, escribimos) viajaron en cajas cuadradas desde Tokio, Osaka u otras localidades niponas.
Para bien de nuestro deporte nacional urge movilizar a los aficionados para que las pelotas de la serie nacional permanezcan en el mejor lugar posible por el momento: la grama.
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