CRÍTICA DE CINE: Malas madres

CRÍTICA DE CINE: Malas madres
Fecha de publicación: 
13 Agosto 2018
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Mi mejor amigo dice que en la vida uno sabe cómo empiezan las cosas, pero nunca cómo terminan.

La verdad es que para ser madre no se pide ningún currículo. Uno sabe cómo empezó todo: un momento de relativa gozadera y el resto de la vida para acordarse de ese momento.

Tener un hijo —leí una vez— es como tatuarse la cara: te cambia la vida por completo.

Malas madres cuenta la historia de tres mujeres agotadas de tratar de ser lo mejor madres que pueden. Pero es difícil. Los chiquillos no se callan. Los hombres no ayudan demasiado.

Judith Astelarra, feminista argentina, dijo una vez que mientras las mujeres tuviéramos la responsabilidad de parir y de criar los hijos, nunca habría igualdad de géneros. Malas madres (2016) parece estar totalmente de acuerdo. Las mujeres esforzándose al máximo por ser perfectas y los hombres mostrados como inmaduros o como figuras decorativas.

El argumento va más o menos por el hecho de unas tres madres que deciden dejar de intentar ser perfectas. En vez de hacerle la vida más fácil a sus hijos y esposos, deciden preocuparse por ellas, fiestar, bailar, acordarse de que siguen estando absoluta e irremediablemente vivas.

La cinta cuenta con la actuación de Mila Kunis, Kristen Bell, Kathryn Hahn. Ellas tres te sacarán la risa a patadas. Cueste lo que cueste. Acaso importa. La mayor cantidad de buenos momentos se la deberás a la actriz Kathryn Hahn, que está espectacular e hilarante. Ella es la que provoca que la carga etílica de las fiestas que las madres hacen haga que la mañana siguiente sea la más dulce(mente jodida) de toda la historia de la humanidad.

Jon Lucas y Scott Moore, responsables de esta cinta, de Resacón en Las Vegas (2009) y de Como en casa, en ningún sitio (2008), sin dejar a un lado el género comedia, convierten, en cierto modo, su película en un ejemplo de respuesta femenina a esa cierta inmadurez masculina que hace que las mujeres tengan el rol preponderante en la crianza de los hijos.

Por otra parte, la comedia no se abandona jamás: la secuencia en la que Christina Applegate habla sobre los peligros en la confección de tartas es, probablemente, la cumbre cómica de la película.

A pesar de eso, sin embargo, la cinta resulta mucho más eficaz en sus intenciones que en el producto consumado. Demasiados montajes musicales y un exceso de banalidad desequilibran el guion. Hubiera sido preferible una mayor profundidad en el trazo de los personajes y, sobre todo, una cierta moderación en lo predecible del final feliz.

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