La forma de Guillermo del Toro
especiales
El cine, en su omnipotencia narrativa, se apropió de ellas y desde entonces ha jugado a mezclarlas de todas las maneras posibles. De grandes directores han salido muy buenas combinaciones, y uno de ellos es, sin dudas, Guillermo del Toro.
En el 2006 sorprendió del Toro con “El laberinto del fauno”, una fábula de moraleja estremecedora ambientada en la Guerra Civil española. Doce años después vuelve a la carga el director mexicano, esta vez con “La forma del agua”. La película se pinta como la mejor del año, y no solo para la Academia de los Oscar, la cual le ha otorgado 13 nominaciones. No más se estrenó en el Festival de Cine de Venecia y se alzó con el León de Oro. Después, todo ha sido alabanza y aplausos por parte de la crítica y del público en general.
Esta es otra fábula de Guillermo del Toro, aunque con sospechosas similitudes en su técnica narrativa con “El laberinto del fauno”. Que en ambas se respire el mismo ambiente es un claro indicio del estilo del autor, sin embargo, las dos comparten una fórmula estructural que convida inevitablemente a la comparación y deja por debajo a “La forma del agua”. Pese a eso, la película enamora e invita a reflexionar no solo por su extraordinario guión, sino también por la puesta en escena y el elenco actoral. De este último destacan Sally Hawkin, Olivia Spencer, Richard Jenkins y el maravilloso Doug Jones, el hombre tras el bestiario de del Toro (Abe Sapiens, de “Hellboy”, el fauno, de “El laberinto del fauno” y la criatura, de “La forma del agua”).
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Las cosas de este mundo tienen un lugar común, un aleph, un espacio/tiempo donde concentrarse y ser uno y todo a la vez. La historia de los Estados Unidos tiene sus años 60. La Guerra Fría, las guerras no tan frías, las luchas por los derechos civiles, la imparable innovación tecnológica, la industria del entretenimiento, el sueño americano… Siendo así, Guillermo del Toro no podía encontrar mejor contexto para “La forma del agua”.
La película va del silencio, o mejor, de los que no pueden hablar. El silencio es la metáfora que comienza en los protagonistas, una mujer muda y una criatura acuática que se enamoran sin mediación de palabras. Poco a poco se devela que, de alguna manera, sus amigos (una mujer negra, un homosexual y un científico atado a compromisos ideológicos) son también mudos para una sociedad que no les acepta.
La película se pinta como la mejor del año.
Doug Jones, el hombre tras el bestiario, y Sally Hawkin.
Guillermo del Toro con la protagonista y actores secundarios del filme.
Elisa, la protagonista, es ese personaje que resume a todos los demás. Pero del Toro la lleva más allá y la convierte en heroína, una sin más poder que la voluntad de romper con la soledad. El silencio queda en la película como hijo de la soledad y no como un mal en sí. Una vez muere el segundo, tras él desaparece el primero, pero eso sí, actuando y con amor.
Los monstruos de Guillermo de Toro casi siempre tienen algo interesante que decir, aunque este, en especial, no pueda hablar. “La forma del agua” son dos horas de metraje para entretener, pero, sobre todo, para en sus simbolismos sumergir nuestros pensamientos. Sumergir, nunca mejor dicho.
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