Desactivado el Chaplin
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Acaba de comenzar la edición 39 del festival del Nuevo Cine Latinoamericano, y se rompió el proyector de esa instalación, la seleccionada generalmente para hacer las presentaciones oficiales de las películas cubanas, fuera ya del marco del Festival.
Un equipo puede romperse, eso está dentro de toda lógica, aunque sea en el momento más inoportuno, como ocurrió ahora.
Sin embargo, lo que no puedo entender es que no haya una solución. ¿No tiene arreglo? ¿No están las piezas para arreglarlo? ¿No se puede tomar (a préstamo) un proyector de otra sala menos importante para evitar esta situación?
Se trata del Chaplin, que posee las mejores condiciones, según muchos especialistas y cinéfilos de años, para apreciar una película en pantalla grande, no es cualquier cosa.
Lo otro es el respeto al pueblo.
Yo estuve allí el domingo por la noche para intentar ver la cinta cubana “Sergio y Serguei”, y lo que vi fue de espanto. Durante todo el día no hubo proyección, pero nadie se acercó a la cola que ya estaba formada desde las seis de la tarde (la película la pasaban a las ocho) para decir que había al menos la posibilidad de que no se pusiera. Con los antecedentes de ese día, era probable que algunos decidieran ir a otro cine para no perder el tiempo.
Llegaron las ocho de la noche y, sin decir nada tampoco, comenzaron a pasar al público como en un día normal. 8:10, 8:20 y casi a las 8:30, se para el responsable de la proyección para pedir disculpas, porque no se pudo arreglar el proyector.
¿Acaso lo que no pudieron enmendar en medio día se iba a resolver en minutos? ¿No se pudo poner en alerta a los asistentes para que al menos valoraran otra opción?
Ahí no paró la cosa, al otro día, este lunes, intenté ver allí mismo “Los buenos demonios”. En la entrada le estaban diciendo a todo el mundo que los problemas seguían, y que fueran hasta el Acapulco. Por suerte yo llegué a las 9:30 y tenía tiempo de llegar al Acapulco, pero cuando llego allá, dijeron que de eso nada. Unos cuantos se marcharon doblemente decepcionados, pero yo no tenía ya adónde ir en esa tanda y me quedé conversando con un amigo. Afortunadamente, pocos minutos después dijeron que sí y, no sin antes soportar que nos dijeran que nos estaban “haciendo un favor”, pude ver la película. Sin embargo, el atraso me costó no poder llegar a la otra que tenía marcada para ver a las 12:30.
Y es que es un mal ya habitual en el Festival, porque cada cine piensa que es el único en La Habana, y si se atrasa la tanda no pasa nada, si la gente se embarca, no pasa nada. Ojalá cuando usted lea estas líneas ya el Chaplin esté trabajando con normalidad, pero el mal de fondo dudo que esté resuelto.
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