El hambre, la mayor vergüenza del mundo
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El retroceso fue registrado por el más reciente Informe sobre el Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación presentado por los tres organismos de Naciones Unidas con sede aquí, relacionados con el tema.
A la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola correspondió la divulgación del documento a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Según el informe, la inseguridad alimentaria afectó en 2016 a 815 millones de personas en el mundo, 38 millones más que el año precedente, tras una década de descenso sostenido.
Lo paradójico del caso es que, de acuerdo con estudios realizados por la FAO, en el mundo se produce suficiente comida para que sus habitantes dispongan de la necesaria para disfrutar de una vida sana y productiva.
De acuerdo con ese organismo, cuya fecha de fundación se tomó como referencia para proclamar el 16 de octubre como Día Mundial de la Alimentación, la producción global de alimentos alcanzaría para nutrir a 12 mil millones de personas, unos cinco mil millones más que la población mundial actual.
Para Amira Gornass, presidenta saliente del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial CSA), cuyo 44 período de sesiones se efectuó la semana pasada en esta capital, la humanidad no está en el camino para lograr la erradicación del hambre a pesar de los esfuerzos.
En algunas zonas, ese incremento alcanzó un nivel extremo, con la declaración de hambruna en áreas de Sudán del Sur a comienzos de 2017 y alertas de alto riesgo en el noreste de Nigeria, Somalia y Yemen.
El pasado año la seguridad alimentaria empeoró en varias regiones del África subsahariana, Asia sudoriental y Asia occidental, deterioro más acentuado en situaciones de conflicto, donde incidieron también las sequías o inundaciones relacionadas en parte con el fenómeno de El Niño.
Igualmente el número de personas que sufre hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 2,4 millones de 2015 a 2016.
Esa tendencia de subalimentación todavía no afectan -según la FAO- las tasas de desnutrición infantil crónica las cuales continúan bajando, pero sin embargo, 155 millones de niños padecen retraso del crecimiento.
Los actuales niveles de hambre y desnutrición advierten que la meta de reducir a cero ambos indicadores para 2030, tal como se comprometieron los países miembros de la ONU, es casi imposible.
La propia FAO alertó que los niveles de desnutrición crónica son inaceptablemente elevados en algunas regiones y de mantenerse el ritmo actual, el objetivo de bajar los niveles de retraso del crecimiento infantil para 2030 será una quimera.
Por demás, la desnutrición aguda amenaza la vida de casi 52 millones de niños, el ocho por ciento de ellos menores de cinco años.
En el 44 período de sesiones del CSA hubo consenso en que la erradicación del hambre corresponde a todos los que habitan el planeta, más allá de los expertos y las instituciones, en especial a los gobiernos por su elevado protagonismo en encontrar respuesta a este problema.
Los especialistas llamaron la atención sobre la necesidad de una transformación rural inclusiva, del derecho a la tenencia de la tierra, a un mayor empoderamiento de la mujer y de los jóvenes, así como promover iniciativas que contribuyan a que la migración sea más bien una alternativa y no una necesidad.
Acabar con el hambre precisa garantizar el derecho de posesión de la tierra de quienes la trabajan y fortalecer la participación equitativa de género, principios defendidos por el director general de la FAO, José Graziano da Silva, al intervenir en el foro del CSA.
Para el directivo, resulta impostergable la necesidad de colocar recursos en la industria agroalimentaria y en obras de infraestructura, promover políticas públicas e inversiones que permitan reducir la pobreza, y lograr un enfoque territorial.
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