Barranquilla 2018: El poder de Cuba en contexto cada vez más rocoso
especiales
Juegos Centroamericanos y del Caribe, surgidos en 1926 en la Ciudad de México. Un feudo con nombre Cuba desde la edición de Panamá 1970. En aquella ocasión el rendimiento de nuestros deportistas (98 oros-61 platas y 51 bronces) le mereció el sobrenombre a la cita de “Los Juegos de Cuba”.
Por estos días se intensifican las cruzadas clasificatorias rumbo a Barranquilla 2018, urbe colombiana que acogerá la versión 23 de estos certámenes. De hecho, los atletas antillanos tienen un grato recuerdo de esta competición en ese territorio cafetero, pues en el lejano 1946, cuando la ciudad albergó por primera ocasión la justa centrocaribeña, los nuestros (29-26-23) le ganaron el pulso a los mexicanos (26-22-28).
Mucho ha llovido de entonces a la fecha. El escenario evolutivo de la región ha variado considerablemente, y si bien continuamos siendo el principal referente, los últimos duelos han puesto al descubierto el empuje de naciones como las propias México y Colombia.
El medallero histórico no miente: en él Cuba (1 752-889-679) regentea con holgura sobre aztecas (1 235-1 215-1 087), Venezuela (564-782-918), y Colombia (451-522-559), justamente los países que deben ofrecernos mayor oposición en el afán de preservar la hegemonía que por una decena de ediciones exhibimos, sin contar las ausencias a San Salvador 2002, y Mayagüez 2010.
A la vuelta de casi cuatro años Veracruz 2014 aparece como el termómetro más reciente. Muchos recordarán que la puja por la cima del medallero se antojó una batalla campal entre nuestra legión y los anfitriones, definidas con un cierre espectacular del atletismo (23-15-8) que nos catapultó a la punta y nos permitió preservar la condición de monarcas en la tabla global (123-66-65). México (115-106-111), Colombia (70-75-78) y Venezuela (56-79-110) se ubicaron a continuación, pero ojo, los mexicanos fijaron un cronograma, con la inserción de algunas modalidades como el squash a su conveniencia, lo que no quita que ciertamente hayan experimentado en los últimos años un salto de calidad en varias disciplinas. De ahí su campal duelo con nuestros representantes.
A propósito de esa lid, el desglose de deportes más aportadores a la causa de Cuba tras el campo y pista fue el siguiente:
Judo (13-4-1)
Remo (10-0-0), barrida sin precedentes
Lucha (10-3-1)
Boxeo (9-0-0)
Canotaje (8-4-0)
Ciclismo (8-4-1)
Pesas (7-5-4).
En el caso de las dos últimas especialidades, cerrando en la segunda plaza, desplazados por los cafeteros.
Barranquilla en el lente
No es secreto el hecho de que el mundo del músculo ha experimentado un desarrollo vertiginoso después de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Diversas variables han incidido: mercantilización desmedida, ascenso meteórico de los espectáculos deportivos como escenario de una industria en crecimiento muy lucrativa, nacionalización de deportistas y fuga de talentos hacia horizontes más jugosos…
Cuestiones a las que nuestros atletas no han sido inmunes. Solo pienso en la esgrimista Taimí Chappé y el balonmanista Rolando Urios, dos de los que iniciaron la estampida en los albores de los 90 del pasado siglo.
De vuelta a los Centroamericanos y del Caribe, e igualmente teniendo claridad de la escasez de recursos para sostener una infraestructura deportiva comparable a la de países del primer mundo, se trata de aferrarse con uñas y dientes a lo que se ha conquistado hasta este minuto, aún cuando el panorama cualitativo no sea tan halagüeño como 25 años atrás.
Muchas naciones del área y otras de disímiles latitudes del planeta han interiorizado que el deporte y su crecimiento son nichos fértiles de desarrollo, a la vez que irradia hacia el plano de lo social. Justamente por eso le han inyectado interés y presupuesto a esta actividad a niveles insospechados incluso.
Colombia es un ejemplo. En la última década ha experimentado avances tanto en infraestructura deportiva e instalaciones, como en resultados, apoyados en buena medida por saberes de otros países. Halterofilia, atletismo, judo, ciclismo, se cuentan entre los deportes con mayor despegue, y de cara a la confrontación que albergarán en Barranquilla entre el 3 y el 19 de agosto del 2018, con presencia estimada de 5 854 atletas que pugnarán en 36 deportes en representación de 37 países, se erigen como candidatos de peso a disputar la cima del medallero.
Hablamos de que por su condición de sede los colombianos podrán inscribirse en la totalidad de las modalidades en concurso, incluso aquellas en las que no gozan de tamaño poderío. Tal y como lo hicieron los aztecas hace cuatro años. Claro está, desde mi perspectiva en este minuto México continúa siendo un contendiente de mayor cuidado que Venezuela para nosotros.
Claro está, matemáticamente mientras más botín se repartan esas potencias centrocaribeñas, junto a Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, y muchas otras individualidades con firma y cuño de otros países, menos serán los vellocinos que conseguirán los nuestros.
En tierras veracruzanas 19 países se agenciaron al menos un metal dorado y puede que a la vuelta de 11 meses esa misma cifra o más conquisten la gloria en Barranquilla.
Lo que hemos intentado dilucidar con estas líneas es que cada nueva edición de eventos múltiples o mundiales, sea cual sea la magnitud de la misma, encerrará un mayor grado de complejidad para nuestras huestes. Barranquilla constituirá un examen de rigor considerable, con la presión de los locales y México como huesos duros y rivales de sumo cuidado. Confiemos en que podamos mantener la primera posición del medallero, con atletismo, judo, boxeo, lucha, remo, canotaje, pesas, ciclismo, gimnasia artística, nuevamente como portaestandartes.
En menos de un año se despejarán las dudas y se conocerá la realidad, como parte del tránsito en el actual ciclo que culminará con la justa bajo los cinco aros de Tokio 2020.
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