Otra Liga para empezar de cero
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Me molesta sobremanera, pero casi cada año se ha hecho habitual que por una razón u otra comencemos las Ligas Mundiales de Voleibol con equipos renovados.
Estas noticias son buenas cuando ocurren al cierre de un ciclo olímpico o con el fin de una generación determinada, pero Cuba la sufre por disímiles detalles, muchos de ellos perfectamente solubles para los involucrados, y carga con el pesado fardo de comenzar a trabajar casi de cero de un año a otro.
Si se dice que un equipo subcampeón mundial no sale como favorito en la temporada siguiente ni siquiera para ubicarse entre los seis finalistas de la Liga, algo anda mal.
Este 2012 no será la excepción, y luego de lograr lo impensado en 2011 con aquel viaje a Polonia para incluirse entre los grandes, el equipo cubano vuelve a partir como Cenicienta.
Este viernes arranca la Liga con el tope ante Japón, pero más que ganar o perder importa ver cómo se planta el sexteto sobre la cancha, obligado a reinventarse de campaña en campaña. Wilfredo León, Yoandri Díaz y el líbero Keiber Gutiérrez son los únicos titulares fijos del pasado año que repiten, y esto complica la labor del cuerpo técnico liderado por Orlando Samuels.
No obstante, como siempre nuestros muchachos saldrán a dar la batalla contra japoneses, rusos y serbios en el marco de este grupo A, con la novedad del sistema de juego todos contra todos cada fin de semana, en sedes alternas, y el handicap para los caribeños de no poder disfrutar del calor (nunca dicho tan literalmente) de su afición en La Habana.
Lo mejor de este fin de semana es el fogueo para el último certamen clasificatorio con vistas a Londres-2012, pero me parece poco, pues hasta el momento el seleccionado no acaba de estabilizar el rendimiento y presenta problemas, sobre todo con la inexperiencia de los bloqueadores centrales y el segundo pasador.
Sin embargo, todas las horas de labor lucen fútiles si el elegido logra alcanzar de una vez el nivel necesitado y luego se desmotiva y da un paso al costado. No podemos seguir dándonos el lujo de perder el talento obtenido con “trabajo de laboratorio” y prestar mayor atención a las necesidades individuales de cada cual, a ver si acabamos de una vez de dejar atrás el mito de Sísifo y el eterno retorno.
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