¿Tiene la palabra el matrimonio gay?

¿Tiene la palabra el matrimonio gay?
Fecha de publicación: 
17 Mayo 2012
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El presidente de los EEUU, Barack Obama, retomó para su campaña presidencial la activación del voto en tres sectores que fueron clave para su victoria en 2008: los jóvenes, las mujeres y los gay. La decisión que más revuelo ha provocado se halla vinculada a su anuncio de que promoverá una ley de protección al matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque también ha reincidido en temas de campaña como las libertades de la mujer y las posibilidades de los jóvenes, universitarios en principio. Fueron parte de los tópicos que lo presentaron ante el mundo como una esperanza de cambio y renovación, siquiera dentro del sistema, de las condiciones totalitarias del neoliberalismo. En apenas cuatro años, sin embargo, las promesas han quedado incumplidas y la crisis ha revelado hasta qué punto el control de las decisiones de gobierno depende de la acción del capital global.

La prometida ley de protección al matrimonio entre personas del mismo sexo, revela una estrategia que marca, al menos mediáticamente, un giro ante la agresividad mostrada por el candidato opositor, Mitt Romney. Este había anunciado que, una vez en la presidencia de los EEUU, revertiría las leyes que, en algunos estados, consideran legal este tipo de unión matrimonial. Y respondió de inmediato a la campaña de Obama asegurando en declaraciones a la prensa estadounidense que la restricción del matrimonio gay contribuiría al futuro de la nación y al fortalecimiento de la familia, por cuanto las tradiciones nacionales se ubican solo en el esquema familiar que parte de la unión de un hombre y una mujer.

Como suele ocurrir en la perversa sociedad del espectáculo, las publicaciones asumieron el convencional sensacionalismo y exhibieron imágenes que relacionaban a Obama con una participación gay activa. La revista Newsweek lo llamó “el primer gay de la historia” y hasta le colocó una aureola con los colores de la bandera de la comunidad LGBT. Para ello, el articulista compara el supuesto proceso de descubrimiento de su negritud con el que lo lleva a “salir del closet” respecto a su orientación sexual. The New Yorker, usó también los colores de esta bandera para pintar las columnas de la Casa Blanca en su ilustración. ¿Busca esta presión que le sucedan declaraciones firmes del presidente de que no es homosexual? Una palabras cortadas en un nuevo contexto de campaña, y de descrédito, lo “enemistaría” con parte de ese sector que pretende seducir nuevamente. El articulista del Newsweek lo asume como suyo, es decir, como parte integrante de su causa al adjudicarle ese vía crucis de reconocimiento, en tanto el New Yorker apenas ironiza.

Las respuestas de Romney apuntan, por su parte, hacia el punto difícil de la lucha por el voto. Se estima que el 48% de la sociedad estadounidense rechaza el matrimonio gay, por lo que no se trataría, si se atiende solo al resultado de las encuestas, de un asunto que garantice una notable mayoría en las urnas. Pueden crearse incluso diferencias contraproducentes cuando se pase a cuestiones específicas de pleno ejercicio del derecho en todos los ámbitos de la sociedad. Si bien es un paso de importancia, la promulgación de una ley no garantiza la protección de estas personas ni, mucho menos, elimina el peligro de discriminación que en el ámbito de las relaciones sociales, y laborales, puede manifestarse. Sin embargo, debe observarse que el porciento de voto que se opone a la legalización del matrimonio gay se halla mucho más vinculado al voto tradicional, acostumbrado a participar en los procesos electorales, que los sectores habitualmente marginados y, como en el caso específicos de los homosexuales, activamente discriminados, rechazados y hasta vilipendiados. Estos pueden venir de los altos porcientos de abstención, o ausencia, de las votaciones. Así, el presidente Obama apuesta una vez más por la incorporación de nuevos agentes, y elementos, al resultado electoral, que es el verdadero punto de importancia en este asunto. Y es lógico que, ante un horizonte de pocas esperanzas y un pasado repleto de conflictos y traumas, se aviven en la comunidad LGBT ilusiones que, si se perdieran, no irían más allá de cómo estaban.

Además de cerrar la base de torturas de Guantánamo, terminar con el obsoleto bloqueo a Cuba y concluir las guerras en Medio Oriente, el candidato negro prometió en su campaña anterior la garantía de estudios universitarios públicos para los jóvenes estadounidenses y la participación activa de la mujer en la vida pública. Todas y cada una de esas promesas quedaron incumplidas en su primer periodo presidencial. La desventaja laboral de la mujer sigue creciendo y los recortes en la educación universitaria, de conjunto con la privatización de parte de sus servicios, han crecido a costa de la crisis. Sin embargo, las amenazas de Romney colocan a esos votantes ante la necesidad de reaccionar al peligro y puede que, en efecto, el apoyo de la comunidad LGBT, respondiendo en parte al llamado del cantante Ricky Martin, se exprese en los resultados de campaña.

Los sondeos del voto femenino favorecen aún más a Obama (54%) frente a Romney (39%) en tanto en el sector juvenil ese porciento puede ser mayor. Por el momento, la lucha por la seducción de los votantes se posesiona en un asunto de honda sensibilidad, en el que no es fácil avanzar dados los siglos de tradición cultural que lo convierten en tabú. Un asunto que merece seriedad y análisis de fondo, para que la cuestión no se resuelva en el marco de la superficialidad habitual de las campañas políticas que solo privilegian la toma del poder, sin que después se dediquen a cumplir la lista de promesas.

Y ante la disyuntiva de recibir un retroceso legal, y una ofensiva de exclusión social, planteada abiertamente por los republicanos, la comunidad LGBT puede inclinarse por apoyar a los demócratas y conceder el voto que les permita, dentro del mal menor, ir obteniendo posiciones legales en esa sorda guerra de discriminación. No hay que olvidar, tampoco, que la legalidad es el marco legitimador por excelencia de la sociedad estadounidense. Y aunque sean mínimas las diferencias porcentuales entre los que se muestran a favor y en contra de legalizar el matrimonio gay, pueden sumar sus algoritmos al reñido concurso de campaña electoral que Obama enfrenta, hostigado ya por la realidad de su primer mandato, y sin las ventajas semióticas de las esperanzas de cambio que logró insuflar en el ámbito de percepción global y, sobre todo, en los patrones de juicio de muchos de los grandes medios que no ahorraron edulcoradas predicciones para su promoción.

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