Pelusín del Monte: el hijo adoptivo de Anita
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Con la magia a cuestas, Pelusín del Monte, ese títere emblemático creado por la escritora Dora Alonso, cobra vida en las manos de la artista Ana Betancourt, quien afirma que nunca se separará del muñeco, pues para ella es un hijo adoptivo.
Titiritera de la agrupación Guiñol Paquelé, de la provincia de Sancti Spíritus, esta mujer confesó que desde 2003 asume a Pelusín… en cada uno de los espectáculos, por eso, en la cruzada Por la Ruta del Che, que concluyó recientemente en Sancti Spíritus, el famoso dicharachero con su sombrero de yarey, pañoleta roja y guayabera, subió una vez más al lomerío del macizo Guamuhaya para hacer reír a todos.
Anita, como la llaman sus amigos cariñosamente, confesó a la Agencia Cubana de Noticias que llevar del brazo a este muñeco constituye un reto, ya que otras actrices, en la historia del teatro cubano, lo han representado; sin embargo, algo ha sido común entre todas –aseveró–, y es el orgullo con que \"defienden\" al personaje simpático y ocurrente.
Es, además, un títere que se arraiga mucho, pues representa la idiosincrasia cubana, desde el paisaje hasta la belleza de los habitantes de la Antilla Mayor, que se caracterizan por ser sencillos, humildes, traviesos, y esencialmente risueños, apuntó esta mujer apasionada con su quehacer.
Comentó que ha sido tanto su amor por el muñeco de cabellos revueltos y risa jocosa, que ya no consigue separarse de este y lo lleva siempre como un hijo adoptivo, al igual que lo fuera de su autora Dora Alonso (Matanzas, 1910–La Habana, 2001).
Creado por esta narradora maravillosa con el objetivo de comunicar, de expresar el arraigo de los cubanos con su tierra, a través de un títere que representa la jocosidad, el intercambio con las demás personas y los animales, Pelusín del Monte es toda Cuba, es el alma de este país; de ahí que niños y adultos disfruten siempre con sus chistes, expresó la artista.
Mediante las cruzadas teatrales, Anita lleva siempre al ingenioso muñeco a los habitantes de las zonas intrincadas del lomerío espirituano que no pueden llegar a las urbes para disfrutar de una obra de teatro.
Es así que en el monte mismo, Pelusín regala sonrisas y esperanzas, enseña el amor por la naturaleza, las canciones campesinas, las décimas y controversias, subrayó.
Tan inmensa es su pasión por el muñeco que ella espera envejecer y retirarse con Pelusín del Monte a su lado, no sólo porque con este ha ganado varios lauros provinciales y nacionales. Al conocerlo y vivirlo en cada escenario, le resulta imposible separarse de Pelusín porque quien lo representa, aseveró, conoce de ese personaje hasta el mínimo detalle.
Si de Ana Betancourt se trata, las travesuras de Pelusín del Monte o los regaños de la abuela Pirula nunca pasarán a la historia, y quizás por eso es que ella continuará llevándolo consigo en cada presentación, ya sea en el llano o la montaña, porque el títere es Cuba y así lo siente en sus venas.
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