Los malos manejos financieros del Congresista David Rivera y la prensa que Miami necesita
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Como los lectores y los oyentes de “La tarde se mueve” saben, la existencia de la prensa alternativa en Miami trata de cubrir el silencio, la desinformación y las interpretaciones tendenciosas con que la prensa dominante en esta ciudad invade cada día las conciencias de sus residentes. Por tratarse de un bombardeo masivo y monótono por radio, televisión, internet y papel impreso, esta prensa actúa con impunidad, sin competencia real y sin crítica, lo que lleva a la prepotencia y a la mala calidad en el trabajo periodístico.
Pero igual que digo esto, tengo que decir también que a veces aparecen trabajos que me hacen recuperar la confianza; pero no en la prensa, sino en algunos periodistas. Por ejemplo, en lo que se refiere al tratamiento de Cuba a nivel nacional, me causó gran satisfacción profesional el amplio reportaje publicado por Deborah Sontag el 31 de marzo en The New York Times sobre la epidemia del cólera en Haití, donde se reconoce con objetividad el gran desempeño de la brigada médica cubana en ese país caribeño. Por supuesto, los medios de Miami silenciaron descaradamente la noticia, por lo que nuevamente la prensa alternativa asumió su difusión cuesta arriba. Destaca además el excelente trabajo investigativo sobre los malos manejos financieros del Congresista David Rivera, realizado con sagacidad, astucia y talento por los periodistas Scott Hiaasen y Patricia Mazzei, publicado en inglés y en español por The Miami Herald y El Nuevo Herald. La versión al español se titula “El laberinto financiero del representante David Rivera” y apareció el sábado 21 de abril del presente año; por cierto, el sábado es el día de la semana que las estadísticas reflejan que menos se lee y se compra la prensa escrita. Como es rutina, los otros medios de la ciudad lo ningunearon y trataron que el artículo se fuera por debajo del radar. Tuvieron que ser los pocos medios alternativos quienes se encargaron de comentarlo detalladamente. Por eso creo que vale la pena insistir por escrito en las revelaciones hechas por Hiaasen y Mazzei sobre los cambalaches financieros del Representante David Rivera.
Como es de dominio público, el Representante David Rivera ha estado bajo investigación desde antes de asumir su cargo en el Congreso. Desde el 3 de enero del 2011, tres días antes de asumir formalmente como congresista, Rivera está tratando de defenderse infructuosamente. No obstante, la Fiscalía Estatal de Miami Dade y la Policía del estado de la Florida (Florida Department of Law Enforcement, FDLE) decidieron a mediados de abril cerrar las investigaciones sobre Rivera y no presentar cargos criminales contra él.
La prensa derechista que siempre lo ha apoyado en Miami y la inmensa mayoría de los periodistas doblegados que le guataquean se lanzaron a decir que esa decisión mostraba que con Rivera se había sido injusto, que el periódico tiene una guerra contra él (Lo que faltaba: ¡nada menos que El Herald, que anda en las mismas, guerreando contra uno de estos congresistas anticubanos!), que le tenían envidia y estaba limpio; pero nada de eso es verdad, porque Rivera sigue bajo la lupa investigativa del Servicio de Rentas Internas de los Estados Unidos (IRS) y del Buró Federal de Investigaciones (FBI); dos Departamentos que nadie quisiera tener detrás. El estado de la Florida y el condado Miami Dade pueden haber pasado la página, pero estas agencias federales no. Si no fuera por algunos detalles técnicos, David Rivera hubiera sido encausado y terminaría como lo que es: además de un recalcitrante anticubano con vínculos con terroristas, un delincuente en una cárcel.
Aquel mismo 3 de enero de 2011, cuando presentó los documentos que según dijo disiparían cualquier duda sobre su honestidad, David Rivera mintió y no mencionó, entre otras cosas, los 18 mil dólares que debía a un asociado empresarial de su madre, la señora Daisy Magarino.
¿Cómo resolvió Rivera lo de la deuda? Pues recibió 20 mil dólares de su madre, los puso en una cuenta de su campaña política y posteriormente pagó a la socia de aquella, que era la que le había prestado el dinero. Este es solo uno de los tantos entuertos que han motivado a hablar de la existencia de un “laberinto financiero” en las cuentas del Representante David Rivera y que han sido detectados por el Departamento de Policía de la Florida (FDLE) y la Fiscalía Estatal de Miami-Dade en 18 meses de investigaciones.
A pesar de las evidencias, las autoridades no se decidieron a encausar a Rivera porque, como dice el artículo, “Los fiscales de Miami-Dade concluyeron que no podían presentar cargos criminales, al citar un incompleto estatuto de limitaciones sobre gastos inadecuados –que impiden un proceso judicial por un delito después de dos años – y huecos y ambigüedades en las leyes estatales de financiamiento de campañas”; pero las agencias federales que siguen tras Rivera no tienen que acatar ese detalle legal del estado de la Florida; la caducidad delictiva no aplica para ellas.
En el memorando donde los fiscales de Miami Dade presentan las conclusiones de su investigación, se describe el cómodo estilo de vida del Representante David Rivera (quien nunca ha trabajado), que incluye viajes por todo el mundo y el pago de hipotecas sobre cuatro propiedades. La pregunta que viene aquí es de dónde sacaba dinero el Representante para pagar cosas como estas, si durante casi una década no tuvo jamás empleo a tiempo completo ni ganó nunca más de 28 mil dólares anuales. Una respuesta sencilla: lo sacaba de la política, de la politiquería, de las donaciones de campaña. Según el artículo referido, la investigación del Departamento de Policía de la Florida mostró que “Rivera usó registros antiguos de campaña, una red de cuentas de banco y préstamos no dados a conocer, un grupo de tarjetas de crédito y formularios de información engañosos para ocultar sus finanzas de la vista pública durante sus ocho años en la Legislatura de la Florida.”
Con cuestionable picardía David Rivera se valió de cuanto tecnicismo encontraba para hacer sus embustes. Para tapar fechorías, Rivera empezó por enlistarse como su propio tesorero de campaña, algo totalmente desacostumbrado en la política, donde esta tarea administrativa se le asigna a un colaborador o un profesional para que el candidato se concentre en la atención a su campaña, la prensa y los electores y de paso, si aparecen irregularidades, salir ileso. Cosas del sistema electoral norteamericano. Pero el prepotente o ignorante David Rivera se cree impune en sus manejos y considera que se puede trampear sin consecuencias. Para evadir controles, Rivera recaudó dinero como parte de la campaña para miembro de un comité estatal del Partido Republicano, que según se afirma se trata de “una oscura posición no regulada por las leyes estatales de financiamiento”. Rivera aspiró a ese puesto “desregulado” en el 2004 y el 2008, siendo designado entre el 2008 y el 2010 como jefe del Partido Republicano en Miami.
Otras veces David Rivera fue un poco más chapucero en sus trucos. Los investigadores pudieron encontrar en sus cuentas de campaña 175 mil dólares en donaciones políticas que nunca informó públicamente. Probaron además que Rivera mintió abiertamente porque nunca trabajó para la USAID, como había dicho. Recibió también 132 mil dólares de una compañía que él mismo propuso formar, nada menos que a su madre y a su asociada Ileana Medina, apareciendo Milenium Marketing en el 2006 la cual recibió, por cabildeo y tráfico de influencias de David Rivera, 700 mil dólares de un Casino. En este tipo de operaciones no hay ningún “tecnicismo”, aquí se trata de burdas violaciones de las reglas.
Pero entre lo más chapucero y escandaloso en el expediente de David Rivera se encuentra el registro de la donación de 50 mil dólares, la mayor en la lista, hecha por un comité de acción política vinculado con el doctor Alan Mendelsohn, del condado de Broward; un ex donante del Partido Republicano que cumple condena de cuatro años de cárcel por corrupción. Burda y muy poco “técnica” es también la rectificación de las fechas de pagos en los registros de las campañas, para que aparecieran como realizados en el momento debido. Todo lo anterior está suficientemente probado en las investigaciones.
Hay otro punto escandaloso en el expediente sobre David Rivera que tiene que ver con el tipo de gasto que realizaba. Al parecer, el concepto de inversión política o gasto de campaña de David Rivera ha sido tan amplio que incluye, por ejemplo, cuidado de mascotas, visitas a cines, compras de navidad en la exclusivísima tienda Nordstrom en Coral Gables y facturas de juguetería en Toys R US (Rivera no tiene hijos). Rivera también se anotó como gastos “relacionados con la campaña” entradas para un casino en Las Vegas y a un espectáculo en Broadway titulado “Crimen perfecto”, vaya ironía.
Pero hay algo todavía más delicado. David Rivera solía realizar estos gastos en compañía de una novia, o una amiga: ¿por amor a ella?, ¿por amistad?, ¿por vanidad? Nada de eso. La motivación revelada es tan controversial y bochornosa que prefiero citar lo que dice el referido artículo al respecto: “Según el memorando de la fiscalía, David Rivera les dijo que los gastos pagados de Michelle Arrondo (“una mujer de Fort Myers que estuvo saliendo con Rivera desde el 2005 hasta el 2009”) y otra mujer con la que estuvo saliendo después eran gastos legítimos de campaña porque ‘como un hombre soltero postulándose como un conservador político, era necesario comparecer en eventos relacionados con la campaña con una acompañante del sexo femenino’.” Como dice mi amigo Reinaldo Taladrid, saque usted sus propias conclusiones.
Eso de usar a las personas, particularmente a una joven, para quedar como un machito conservador en una carrera política, yo no sé muy bien cómo se le llama en el argot de los activistas floridanos, pero recuerdo muy bien cómo se le decía en La Habana. Sobran datos y respuestas sobre la falta de rectitud en los manejos financieros de David Rivera; pero hay una pregunta que queda en pie. No se ha aclarado todavía si estando en Tallahassee David Rivera tuvo que ver con la aprobación de esa ley que hace caducar dichos delitos a los dos años de cometidos; si fuese así, estaríamos en presencia de la más grande de las inmoralidades, pues significaría que el delincuente estaba legislando su propia absolución para dos años después por los delitos que estaba cometiendo.
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