“Trumpezando” con China

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“Trumpezando” con China
Fecha de publicación: 
12 Marzo 2017
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No hay órgano de prensa en el mundo que no se haya hecho eco de  la política hostil que el presidente norteamericano, Donald Trump, ostentó contra China desde el inicio de su asunción, al tiempo que algunos vaticinaban el peligro de que  tal tratamiento pudiera desencadenar una conflagración mundial, cuando el mandatario se diera cuenta de que no podría obstruir el crecimiento ni la política económica de la nación asiática que construye un socialismo con características propias, utilizando las técnicas comerciales y financieras que le puedan ser útiles del capitalismo.

Desde un inicio, Trump trató de plantar las banderillas con un alza elocuente de casi el 10% del ya enormemente alto presupuesto militar, con el fin, dijo, de dar confianza y honor al soldado norteamericano (siempre empleado contra naciones más pequeñas y aparentemente débiles); pero con ello acrecentó los lazos y coqueteó con las ínfulas separatistas de la isla china de Taiwán, dio el visto bueno al despliegue de modernos antimisiles en el sur de Corea, alentó el egocentrismo del Dalai Lama, con el fin de escindir el Tibet, y se mostró proclive al apoyo a la India en sus diferencias con China en relación a las fronteras.

En apariencia China se ha tomado con calma el mensaje armamentista que ha empezado a desplegar Estados Unidos, preparando un incremento de su presupuesto de defensa y exigiendo a los socios europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a que hagan lo mismo.

Beijing anunció que aumentará su gasto en Defensa alrededor del 7 % este año. Aún siendo una cantidad exorbitante, el incremento es el más bajo en casi una década como consecuencia de la reestructuración de las fuerzas armadas que ha ordenado el presidente Xi Jinping y de la desaceleración    de la economía del gigante asiático. Significa que el presupuesto de Defensa ascenderá a solo  1,3 % del Producto Interno Bruto  y consumirá algo más de 141 000  millones de euros.

Sin dudas, es una respuesta al militarismo de Washington, algo que en principio concuerda con las previsiones de algunos expertos que habían estimado mayores inversiones en seguridad para plantar cara, precisamente, a la agresividad del nuevo Presidente de EE.UU.

Con estas cifras, China se sigue situando como la potencia que más invierte en Defensa por detrás de Estados Unidos, con la diferencia de que todavía es de alcance regional, mientras Washington es un gendarme global. Destina actualmente al Ejército más que lo que gastan Japón, Corea del Sur, Filipinas y Vietnam juntos, todos ellos países con los que mantiene abiertos conflictos de naturaleza territorial.

De todas maneras, no es tan fiero el león como lo pintan, y Trump siente que el escollo chino es muy difícil de superar. Con insultos y amenazas el Presidente de EE.UU. no dejó de provocar a China antes de tomar el poder, pero desde entonces parece que lejos de escalar, la confrontación parece haberse calmado.

Cierto que en lo externo la política bélica de EE.UU. no renuncia a cercar a China, de ahí la presencia de barcos norteamericanos en aguas del Mar del Sur de China. Pero en lo interno, con una sola llamada telefónica del presidente chino, Xi  Jinping, Trump dio marcha atrás, dijo que solo hay una China y se vislumbra una cumbre entre los dos mandatarios, con la indicación asiática de que debían ser buenos  socios y evitar una guerra comercial, porque no conduciría a nada bueno.

British Broadcasting  System, de Londres,  afirma que China ha logrado -al menos por ahora- neutralizar el "huracán" Trump, utilizando un lenguaje suave, “atrayendo a sus familiares más allegados a eventos de orientación china realizados en Estados Unidos. Así, las dos hijas de Trump, sus respectivas familias y otros allegados llegaron a exteriorizar sus simpatías por la cultura del rival de su padre, lo cual, dice la BBC, ha influido sobre este.

Para afianzar esta red de contactos informales con el entorno de Trump, el empresario chino más famoso, Jack Ma, se reunió con él y prometió crear un millón de puestos de trabajo en EE.UU. para productos estadounidenses que se venderían a través de su plataforma de venta electrónica Alibaba.

Ello demuestra que Beijing siempre mantuvo siempre sangre fría y una disciplina férrea, corroborado por la agencia oficial Xinhua:   "Pronto se dará cuenta que los líderes de ambos países deben de usar una manera más madura y efectiva para comunicarse que lanzarse púas comerciales a través de Twitter".

“China es nuestro enemigo, nos quiere destruir”, repetía Trump en su campaña electoral, y así encaminó al principio su política, obviando que el principal culpable de buscar mano de obra más económica en China son las empresas estadounidenses.

China, por su parte, también ha jugado un papel clave en los procesos de manufactura de cientos de empresas estadounidenses, que decidieron trasladar muchas de sus fábricas al gigante asiático. Allí han encontrado mano de obra más barata y, como dice el profesor Mike Rosenberg,  "ilimitada".

Uno de los conceptos que circuló en la campaña electoral fue: 'China te quita tu trabajo, por eso vota por Trump'", recuerda Rosenberg,  pero lo que el electorado que creyó en esa consigna no sabe es que "las fábricas que no volverán a Detroit o a Ohio, van a estar en China y si no van a estar en China, van a estar en México o en otro lugar, porque el costo de la mano de obra de Estados Unidos hace imposible fabricar muchos productos allí".

La relación entre Washington y Beijing no ha sido fácil. Son dos potencias económicas que han liderado el comercio mundial en los últimos años, pero que no deben ser consideradas enemigas, como  cree Trump, lo cual, llevado equivocadamente al plano militar –en el que Beijing no se descuida- traería males mayores para el mundo.

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