Opinión: El Rey se disculpa ¡bien por el Rey!*
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“Me he equivocado, lo siento, no volverá a suceder”. Aunque pudo ser menos lacónico, el rey Juan Carlos de España se ha disculpado. Es toda una conquista.
El significado más profundo de este lance no se limita a una cuestión ecológica, al repudio de los ambientalistas a conductas depredadoras ni al rechazo a la frivolidad de una realeza anacrónica, inútil y cara. El desenlace es otra victoria del progreso político frente al absolutismo y la arbitrariedad que no son exclusivos de las monarquías.
Al decir: “…Lo siento…” el monarca español se somete a la sociedad que desaprobó su comportamiento. La disculpa realza la vigencia de la democracia que, aunque en ninguna parte es completa ni perfecta, al avanzar somete a los gobernantes y estadistas a mecanismos institucionales de control social y al escrutinio de la opinión pública.
Con repúblicas o sin ellas, las sociedades modernas excluyen a los poderes omnímodos que confiscan el poder del pueblo y se colocan por encima de ellos erigiéndose en árbitros de la vida y el destino de personas que ya no son súbditos sino ciudadanos y que con su activismo recuerdan constantemente que los países tienen gobiernos y no a la inversa. Mandatario no es quien manda sino aquel que recibe un mandato que debe honrar.
Por otra parte el debate que ha trascendido las fronteras de España y de Botswana, seguramente irá más allá del momento presente y servirá como enseñanza y paradigma para todos los tiempos.
Mientras científicos, sociólogos y personas de pensamiento avanzado critican las posiciones antropocéntricas e incluso el Papa admite que los animales tienen alma (algo que en su tiempo escamotearon a los aborígenes del Nuevo Mundo y a los esclavos africanos) existen personas, empresas y países que practican, organizan y realizan matanzas de animales por placer, por negocio o simplemente por tradiciones que no merecen ser conservadas.
Tal vez ha llegado el momento de replantearse las relaciones del hombre civilizado y urbano, culto y bien armado con la vida salvaje y a los llamamientos de rechazo al abuso y al maltrato de los animales, añadir normas jurídicas y acuerdos internacionales que censuren a quien mate por placer, sacrifique, experimente, exhiba o explote en condiciones crueles o degradantes a los animales, ejemplo las corridas de toros, las lidias de gallos, las peleas de perros y otros.
Aunque los círculos oficiales españoles y europeos guardaron silencio cómplice con la mala conducta, la prensa, la opinión pública, los partidos de oposición y la sociedad civil prevalecieron. Por esta vez la razón y la justicia se han abierto paso. La contrición no le devolverá la vida o la dignidad (que la tienen) a los animales muertos o maltratados, pero contribuirá a impedir que otras sigan un destino semejante.
El mundo cambia y pese a realidades, experiencias y comportamientos negativos, como tendencia general, lo hace para mejor. La autocrítica como el purgante aunque es sabe mal, cura. El rey dormirá más tranquilo, los elefantes estarán más seguros y la sociedad más realizada. La humanidad ha dado otro paso adelante. Allá nos vemos.
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*El título original de este trabajo era: El rey de disculpa: ¡Viva el Rey! Lo cambié porque mi hija leyó sobre mi hombro y comentó: “Papá, acuérdate de los toros”.
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