Los ojos de Julia
especiales
Los que ya vieron en su momento El orfanato (2007) encontrarán en este nuevo filme, Los ojos de Julia, no pocos parentescos.
Comienzan por el protagónico de Belén Rueda, ahora una mujer que investiga la muerte de su hermana, mientras sus propios ojos la van sumiendo en la más absoluta oscuridad.
Sin embargo, lo que en aquella película dirigida por Juan Antonio Bayona en 2007 fue acierto; en esta de Guillem Morales se traduce en desvaríos.
En pocos minutos llegamos a la conclusión de que la historia es más que interesante, imaginativa, y logra legítimas escenas de terror. PERO (aquí el pero es bien grande) toma cuerpo en formas poco acabadas.
Los diálogos, por ejemplo, son en ocasiones francamente cursis, otras veces demasiado asépticos, les falta esa pizca de palabras callejeras que necesita incluso una película de terror para parecer más viva.
Sin duda, hay escenas que sobran, hay personajes que nunca debieron existir, que de hecho lo que hacen es aguar la trama, le restan consistencia. Y la verdad, hay subtramillas como esa del «universo en tu mirada» entre Belén Rueda y Lluís Homar en las que se insiste demasiado, con un propósito melodramático y efectista que nunca llega a cumplirse, que no nos arrancan ni una lágrima ni un suspiro, porque sencillamente no vienen al caso.
En cambio, habría que pensárselo muy bien antes de decir que es una película desdeñable. No lo es. La fotografía sobresale como en pocos filmes, logra calarnos hasta la médula y transmitirnos esa angustia que debe sentir cualquier ser humano próximo a la ceguera. Angustia, multiplicada por la certeza de que alguien nos acecha, de que alguien acecha a Belén Rueda, alguien que nadie puede ver, porque sabe pasar inadvertido, una de esas personas que nunca recordamos, incluso después de una conversación. Y que además quiere matarla.
La fotografía no llega a mostrarnos su rostro hasta bien avanzada la historia (decisión que en lo personal me parece errada, habría sido mejor que cada quien completara con sus propios terrores la fisonomía de aquel acosador). Coquetea con su espalda, nos hace repetir de memoria sus manos, pero nada más.
El diseño de luces, la escenografía logran hacerse notar. El sonido, tan importante en los filmes de terror, aquí, como se trata de una ciega, realiza la operación inversa. Si en el terror tradicional el silencio sabe ser elocuente, en Los ojos de Julia reemplaza las imágenes en sombra con un exceso de ruidos incidentales y respiraciones y pasos.
El cine español, después de sus opacos 90, nos ha probado en esta década que sabe abrirse camino, aunque sea copiando a pulso y sin treguas los cánones de Hollywood. Ya que Los ojos de Julia se pretende hermana menor de El orfanato, repito lo mismo que dije aquí mismo aquella vez: «es una película que funciona, es más, tal vez se alegre al saber que parece hecha en Estados Unidos. Pero para eso ha tenido que taparle la boca a España». Sigo a la espera de un filme que saque por la pantalla las pesadillas ibéricas, sin importaciones.
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Comentarios
Taimí
Laura
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