Aprendiendo a ser papá: En la piel de muchos hombres cubanos
especiales
La noche del martes 22 de noviembre, exactamente a las 10:56 de la noche, me convertí en el hombre más feliz de la galaxia. Sí, es cierto, muchos me dirán que ya experimentaron esa sensación, me previnieron sobre el sueño y las deudas en madrugadas interminables, sobre realizar 9 flatt en busca de culeros desechables, trazar la carta náutica de la malanga “dorada”… en fin.
Coincido con casi todos esos puntos de vista, no sé si me sucederá en el futuro, o mejor aún, estoy convencido de que así será. Hasta ahora, mi alma no había experimentado sensación comparable con la de mi primer contacto con mi hijo Enzo Samuel, pasadas las 11, después de travesía relámpago de ida y regreso a Micro X, Alamar, de hora y media interminable, y de casi un centenar de llamadas telefónicas para seguir todo el proceso milimétricamente. Y se hizo la luz, sonrisa y lágrima conjugadas…
El amor de padre es trascendental, no tiene fronteras, y en Cuba, puedo atrever a asegurarme que los hombres somos mucho más expresivos exteriorizando ese sentimiento.
Lo cierto es que desde el mismo martes en la mañana, cuando acompañé a Made a una consulta de rutina y la dejaron ingresada por presentar síntomas de parto, he deseado luchar por un empleo transitorio en el hospital Ramón González Coro. Mi idea, sin margen de error, es compartida por muchos.
En la espera, después de descender la rampa del cuerpo de guardia, es el nicho fértil de socialización de papás impacientes. Todos en algún momento hemos maldecido a los custodios, buscando resquicios para escaparnos y subir a ver a nuestros benjamines como si de “pac-man” se tratase, hemos recorrido todas las cafeterías, tiendas de artículos infantiles, violado horarios de visita, siempre intentando que nada les falte a nuestras compañeras, pendientes del más mínimo detalle.
Sucede que esa es la mejor manera de mostrar nuestro apoyo y amor, tras un largo proceso de nueve meses. Así, de forma permanente en lo adelante, iremos avanzando por la vida como hombre nuevo. ¡Vaya si te la cambia!!!
FLASHAZOS DE BIENVENIDA
Enzo Samuel llegó en la noche, con 8.6 libras de peso y 53 centímetros de talla. La madre se comportó estoicamente en el parto. Después de verlo soñé como un nené ingenuo la noche del martes, me desperté tres veces en la madrugada, imaginé llevarlo a los estadios, vestirlo de pelotero, narrarle la batalla de Waterloo o adentrarlo en la tenue luz de la Sala de las Banderas en el Palacio de los Capitanes Generales… inclinarlo hacia la literatura infantil de Martí, Herminio Almendros, Emilio Salgari, los hermanos Grimm… todo eso pasó por mi mente en la última noche de sueño a solas, antes de renacer.
Sí, porque desde que lo vi por primera vez, supe que había renacido, que el curso de mi vida cambiaría por completo, que ahora tenía en mis manos, la razón más fuerte por la cual levantarme cada mañana a enfrentar la vida.
De golpe me puse en la piel de mi madre y mi padre, de tíos, primos, amigos, porque ellos igualmente nutren la esencia de estas líneas.
Garbey, un socio de mil cruzadas en la Lenin, cuenta los días cada año cuando se aproxima su viaje desde España para ver a su hija. La distancia los golpea, pero me confiesa que no pasa un día sin que la piense. Mientras ansía cada nuevo encuentro, alimenta ese amor de padre con imágenes, videos, la voz de su nena y miles de gratos recuerdos. Ese mismo vacío los experimenta Alfredo Guillermo Casañas desde la lejana Australia. A Richard le sucede otro tanto en Estados Unidos. Ansía la llegada de cada fin de semana para poder estar con su bebé. Yasser Fernández, otro escudero de tardes de baloncesto y conversaciones de automovilismo, catarsis sobre economía en la Cuba de hoy y vecino de oficinas, me asegura que no hay nada tan reparador como llegar a casa y que te reciba con una sonrisa, o ponerlo a juguetear sobre tu pecho: “Es lo máximo brother, ya lo vivirás”, sentenció.
Tengo dos amigos entrañables, Yasser y Luis Bencomo, hermanos, a quienes me unió primero la Universidad, el dominó, y ahora la paternidad. Tienen cinco hijos entre los dos: Amalia, Adriana, Franco, Silvestre y Flavia. He hecho, desafiando mi escasa destreza con las manualidades, muñecos de plastilina, ojo, plastilina a su lado, pintado caballos, vacas, carros y barcos, jugado dominó, corrido y pateado balones, visto un maratón de películas de muñequitos… todo eso en un día de casa en la playa juntos señores. Sumamente gratificante.
Lo que sencillamente estoy convencido de que me sucederá, es que desde ese primer contacto visual, incluso desde mucho antes, desde que Made y yo recibimos la noticia, Enzo Samuel nos tiene hipnotizados, mucho más después de la primera mirada. El brillo ha cambiado, con él, todo pensamiento o acción futura. Padres, compañeros de tripulación en esta travesía, así, como poseído por la ingravidez, ando.
LO QUE SE AVECINA…
En el plano de la espiritualidad, en lo sensorial, basta con cargarlo, ayudar a cambiarle el culero, arroparlo o ponerlo a dormir en la tarde a su lado, para borrar de súbito toda imagen negativa. Pero la carrera de paternidad es de resistencia, un maratón perenne sin más meta visible en el horizonte que la de la realización, el orgullo y el amor.
Cruzar el estambre implicará múltiples sacrificios. Unos de carácter económico, otros en el plano del seguimiento, realizar tareas, contactar y “casarnos” con un buen pedriatra. En ese sentido he pensado en Eugenio, camarada entrañable de la Lenin en los 90.
La cruzada con los culeros desechables ya la inicié, en el frente opuesto de batalla también blanden sus espadas el acorazado Nam y la tímida leche en polvo. Sin perderse el baile hace su entrada la señorita malanga… que cada libra lo baile, vestuario, juguetes con precios de Alicia en el País de Maravillas, salidas sin que la noche asedie, estocada y captura de boteros… en fin, pero no se trata de agobiarnos.
Salir ilesos será sencillo. A todos mis compañeros de tripulación en esta travesía eterna, la brújula de nuestro camino la guardan en su lado izquierdo unos pequeñines. En mi caso, Enzo Samuel ya dictó las coordenadas. Realidades aparte, su sonrisa me guiará siempre.
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