EN CARTELERA: Odin Teatret, como la vida
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La vida crónica, el espectáculo que está presentando la célebre compañía danesa Odin Teatret en la sala Tito Junco es un impactante ejercicio plástico, sostenido —no faltara más— por una vocación que no por poética deja de ser incisiva.
El panorama desolador después de una guerra civil es el contexto. Sobre la escena confluyen varios personajes, cuyos itinerarios están marcados por el conflicto. Cada uno es una línea que se entrecruza, se anuda y desanuda, discurre en paralelo o se une a las otras puntualmente… pero nunca renuncia a su identidad.
Este es un teatro de atmósferas, pero también es arte de honduras filosóficas, comprometido hasta la médula.
Nadie espere una consecución aristotélica de acontecimientos y bocadillos. La lógica es la del retablo barroco, la de la superposición de imágenes, la fragmentación creativa. Cada escena resulta, de alguna manera, autosuficiente, pero unas y otras se van encadenando en una trama ramificada, que termina por imponer su coherencia.
El calado metafórico es determinante. Cada quién entenderá lo que alcance, pero nadie quedará como si nada. Hay un trabajo cuidadoso con los objetos (el objeto en sí, la manera en que se utiliza el objeto, el objeto como símbolo) que complementa al texto, la coreografía y la banda sonora (ejecutada en buena medida por los actores).
Teatro esencial, aunque no minimalista, La vida crónica es también un inquietante musical y una especie de torre de Babel donde confluyen (o se enfrentan) varias maneras de nombrar lo mismo. Pero lo icónico se impone, “golpea” desde las disímiles implicaciones.
Eugenio Barba, a cargo de la dramaturgia y de la dirección, sabe que la vida no es una narración lineal. Es una encrucijada.
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