Adalberto Álvarez, el cubanísimo Caballero del Son

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Adalberto Álvarez, el cubanísimo Caballero del Son
Fecha de publicación: 
11 Julio 2016
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Estaba en el Gran Hotel, de Camagüey. Comúnmente se instala allí, donde tiene su rinconcito reservado.

En este lugar había un mudo que era plantilla en eso de ganarse la vida «de favores». Conocía la generosidad del músico que le ha hecho innumerables contribuciones.
Esta vez se encontraba sentado en el Café Ciudad. A media tarde, disfrutaba de un tradicional y cubanísimo mojito.

Entonces, se le acercó una anciana, al parecer a sabiendas de quién era él, y le pidió «algo para merendar».

Sí, porque para entrevistarlo no hace falta contactar con el intermediario de allá que conoce a un amigo del amigo del representante. Y así lo encontramos.
Simplemente uno se le planta enfrente y le dice «maestro, no me he preparado para entrevistarlo, aún así no quiero perder la oportunidad». Y él te sienta a su lado y ya no es una entrevista lo que sale, sino una tarde en compañía de un viejo amigo. Se tiene la sensación de conocerlo de toda la vida.

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¡Hay que oírlo hablar del casino, del baile en pareja, para que su cara se vuelva un parque de diversiones!
«Yo ando por mi Camagüey y lo hago sin gente de seguridad. Para contactarme no hay que ver a algún representante y esas son cosas de las que me siento orgulloso».
Resulta indudable la cubanía de quien, además de compositor, es arreglista, cantante y director de orquesta. No solo por cómo lo manifiesta en sus temas sino también en su modo de ser.
No le pesan en el ego la fama de Son 14 y Adalberto y su Son, orquestas creadas por él, ni el hecho de mantenerse durante más de cuatro décadas en la preferencia del público bailador cubano, ni de ser el sonero de este país más versionado en el ámbito latino de los últimos 30 años.
No le gusta que le pregunten lo obvio, lo que todo el mundo conoce. Por ejemplo, cómo fue su niñez, tampoco que le vengan con un panfleto a interrogarle sobre fechas de las que ni él mismo recuerda.
«Amaury Pérez (cantautor y conductor de programas de la televisión cubana) cuando me fue a hacer la entrevista en el programa Con dos que se quieran, me dijo en broma que si yo quería que me interrogara con el libreto y reímos porque él me conoce»...
Se niega entre risas, acordándose de quién sabe qué, a contar sus travesuras infantiles. Por suerte o por desgracia el nuevo mundo de la tecnología no le permite a nadie guardar secretos.
Al contrario de lo que muchos piensan, nació en La Habana y no en Camagüey, por un accidente del destino. Su madre se encontraba en la capital, pero lo inscribieron en la tierra de los tinajones, de la cual es Hijo Ilustre, además.
Con solo nueve años se integra a la Orquesta Avance Juvenil, dirigida por su padre, aunque para ese entonces su sueño era ser piloto.
Impacta, y esto se conoce poco, el hecho de que se incorpore a la Campaña de Alfabetización Conrado Benítez a los 13.
  
Adalberto y la música
  
No tiene prejuicios con el reggaetón. Es amigo de Tego Calderón y lo escucha. En la letra de este puertorriqueño «hay un mensaje, una intención». Y ello constituye algo indispensable para Álvarez.
«Vivimos en un momento en que la cultura musical cada día es menor, porque estamos influenciados por mala música... No estoy en contra del reggaetón, siempre que sea bueno. Me afecta cuando la gente repite un tema grosero, indecente, que no posee un mensaje. Esto lo tratamos de contrarrestar con el baile en pareja.
«Todos los cubanos bailan casino, y sobre todo los jóvenes. Gustan de los Van Van, Havana de Primera…, pero no se los dan con la frecuencia con que tienen que dárselos.
«Lo que escribo, aunque sea para bailar, debe decir algo. Cuando tú te sientas a escuchar, tienes que visualizar lo que estoy diciendo. No es que yo venga y te diga “mami, ponte el blúmer,… bájate no sé qué,… ponte la chancleta”, con eso no digo nada».
Fue así como Omara Portuondo convirtió en bolero uno de los temas bailables de Adalberto: La soledad es mala consejera.
«Me dijo: “coge el piano y acompáñame”. Cuando terminamos, agregó: “¿viste la poesía?, ¿viste que es un bolero?”», cuenta.

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Escucha música brasileña, clásica, jazz. «Me dan elementos para componer y sentirme contemporáneo con lo que hago. Cuando estoy para mi vitrola, como digo yo, pongo a todos los viejos: Arsenio (Rodríguez), Benny Moré, Félix Chappottín, y digo: eran unos bárbaros».
—¿Y la generación musical de estos tiempos?
«La generación de ahora tiene mucho talento musicalmente hablando, mas lamentablemente todos no disponen de la información que necesitan. Es como tener un diamante en la mano y no saber qué hacer con él.
«Con los muchachos de mi orquesta me ha sucedido. Graduado del Instituto Superior de Arte en Cuba, de trompeta, por ejemplo, el tipo toca lo más difícil del mundo y cuando le pongo la partitura con nuestra música, me pregunta:
—Profe, explíqueme cómo se hace esto.
—Muchacho, ¿y tú no estuviste en la escuela?
—Sí, pero allí no me lo dieron».
Por eso, Adalberto señala que muchos jóvenes cubanos se quedan en blanco al interrogarlos acerca de Benny Moré, y luego le preguntas lo mismo a uno de Colombia y «te dan una clase de quién era Benny. Y tienes que estar claro, porque te equivocas y te señalan: maestro, con el mayor respeto, eso fue en 1939, no en el 40.
«Bueno, ¿y dónde están dando las clases, en Cuba o en Colombia?», enjuicia el que también fue profesor de Literatura Musical por cinco años en la agramontina Escuela Provincial de Arte.
«A veces algunos músicos montan Lágrimas negras, Son de la loma, y no porque lo sienten, sino porque es lo que les gusta a los extranjeros. Yo escuché estos temas y nunca toqué nada de eso e hice mi música después sobre esa base. La música tiene que evolucionar. Se empiezan a aprender esos temas y al final es una repetición, una coletilla, te das cuenta de que lo hacen mecánicamente.
«Además, te hacen la versión de un título y la referencia que tienen de él es la versión, de la versión, de la versión… ya viene distorsionada», explica el también bautizado en Venezuela como el Caballero del Son.
«Hacen falta 10 Havana de Primera», afirma. Aunque se rehúsa a mencionar a los músicos que admira porque «casi todos ya están muertos», y ríe. En Adalberto influyen profundamente su madre, Rosa Zayas, y su padre, el mítico artista Enrique (Nené) Álvarez.
«Los que más me marcaron fueron mi mamá, cantora del coro camagüeyano; mi papá, con su Soneros de Camacho; mi familia. De niño aprendí mucho en casa, en ese ambiente musical, escuchando, escuchaaaaando. Hasta que entré a la Escuela Nacional de Arte y amplié el espectro».
Adalberto toca lo mismo canciones de religión: Y qué tú quieres que te den; de amores imposibles: La novia de un amigo mío se ha enamorado de mí…; de prostitutas: Ay, Caridad, tú tienes rara manía/ ¿pa qué tú miras la chapa, si tú no eres policía?; de traiciones: Y yo sé que tienes otro…, Si no hay chocolate, yo como fresa…
Con sus temas, esos que saben a Cuba, que huelen a criollo, que suenan a Caribe y a gloria, se baila, se goza. Pero, si son escuchados después de la parranda, se descubre una poesía sabia y educativa.

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