"EE.UU. dará un giro a su manera de relacionarse con el mundo"
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Ante la inminente nominación del polémico multimillonario Donald Trump como candidato a la presidencia de EE.UU., que probablemente se enfrentará a Hillary Clinton, pero independientemente del resultado de las próximas elecciones, se vislumbra una importante convulsión política y un cambio de ánimo en la sociedad estadounidense, asegura el analista Fiódor Lukiánov, redactor jefe de la revista 'Rusia en los Asuntos Globales', en un artículo publicado en Gazeta.ru.
La tendencia hacia un cambio de rumbo en la política de EE.UU. también se desprende de la actitud del presidente Barack Obama, que publicó recientemente una columna en 'The Washington Post' en la que esgrimió con vehemencia que EE.UU. debe imponer las reglas del comercio mundial y que no piensa permitir que otros lo hagan, China sobre todo.
El objetivo práctico de este artículo, en el que Obama se refiere directamente a la campaña electoral -en la que el tema de China juega un papel destacado-, pasar por lograr la pronta ratificación por el Congreso de EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que prevé la creación de una zona de libre comercio entre 12 países en la región Asia-Pacífico.
El otro gran acuerdo que quiere rubricar Obama es el tratado de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), un documento sobre el que Francia ha expresado sus serias dudas, pese al deseo de Obama de concretarlo antes de su salida de la escena política en enero de 2016, señala Lukiánov.
Este aviso de París, que tuvo resonancia en otros países de Europa Occidental, "especialmente en Alemania", vino precedido por una fuga de material clasificado sobre el proceso de negociación del acuerdo, del que se deducía que EE.UU. está presionando enormemente a la Unión Europea "para obligarla a aceptar condiciones desfavorables para la Europa unida", resalta el analista.
Trump y Sanders responden al clamor del pueblo.
El fenómeno de Trump y Bernie Sanders, la nueva revelación del partido Demócrata en esta campaña, "demuestra lo que realmente preocupa al pueblo estadounidense", que ve cómo la clase media continúa empobreciéndose, no cree en las instituciones y "está cada vez más alienada del Gobierno", explica el autor.
Y parece que en Washington se han percatado de esta situación. En su artículo Obama intenta lanzar un contraataque, asegurando a los ciudadanos y, en especial, al Congreso que "los problemas del país se pueden resolver simplemente mediante la introducción de nuevos acuerdos a gran escala, con el fin de que otras naciones no impongan su voluntad en lo comercial y lo económico", sostiene Lukiánov.
El cambio en la retórica de Obama es evidente, ya que ahora se refiere directamente a China como el enemigo a vencer en la arena económica. Este fenómeno prácticamente no tiene precedentes, teniendo en cuenta que la globalización liberal siempre se ha basado en la afirmación de que las normas propuestas son universales y equitativas, no van destinadas contra nadie y, por lo tanto, todos se benefician.
La renuncia a este postulado fundamental conduce a cambios graves. "EE.UU., en su calidad de líder de los procesos globales desde finales de la década de 80, prácticamente reconoce su cambio de enfoque", afirma el analista. En lugar de administrar una sola economía mundial, como se suponía anteriormente, Washington apuesta por el camino de la fragmentación, creando un núcleo con EE.UU. en su centro, que se opone a quienes no piensen como ellos.
"Por lo tanto, es necesario elegir: O bien adaptarse a unas instituciones occidentales mucho más duras (acuerdos bajo el control de EE.UU.), o buscar nuevas maneras de asegurar su propio crecimiento y desarrollo en condiciones interdependientes, pero ya no en una economía global integrada", advierte Lukiánov.
"Para Rusia y China esto significa que la estrategia de su desarrollo ya no puede basarse en la idea de la integración al 'mundo estadounidense', ya sea porque no son bienvenidos, o porque las condiciones ofrecidas espantan incluso a los más estrechos aliados de Washington", concluye el autor.
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