Macondo y el mundo: huérfanos de luz desde hace dos años

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Macondo y el mundo: huérfanos de luz desde hace dos años
Fecha de publicación: 
17 Abril 2016
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No recuerdo con exactitud cuando por primera vez me acerqué a ese lugar de luz. Bien pronto descubrí que era un punto de reencuentro con uno mismo, un estado del alma donde la paz y la guerra, la compañía y la soledad no estaban lejos de lo anhelado.

 

La obra de García Márquez no es un último recurso para ser felices pero es un camino seguro, aunque se trastoque por momentos con un amargo sabor en los labios, ese que deja la bien llamada “amarga felicidad”.

 

Alguien dijo una vez que se podía impedir que un autor publicara pero no que fuera escritor. Ser escritor deviene condición intrínseca con la que se nace y no se muere porque trasciende a las cualidades netamente humanas vinculadas a un tiempo limitado en el mundo de los vivos.

 

Yo sentí en mi piel el luto vitalicio de Amaranta Buendía y vi, con estos ojos la ascensión de Remedios la bella. Mientras escribo evoco al coronel de triste figura que esperaba con ansias una carta que jamás llegó.

 

Recuerdo la implacable voluntad, del senador Onésimo Sánchez dispuesto a morirse con Laura Farina en aquel pueblecito furtivo y alejado de los adelantos cuyo nombre parecía una ironía, triste, sin rosas era Rosal del Virrey.

 

Pienso en los estados de aparente calma del coronel Aureliano Buendía, en el ahogado más hermoso del mundo, en Isabel observando la lluvia en aquella ventana, en Florentino Ariza: padeciendo de amor aunque para otros estaba enfermo de cólera.

 

Rememoro la tristísima historia de Santiago Nassar… todo el pueblo sabía que estaba anunciada su muerte menos el propio Santiago y ni las premoniciones de su madre pudieron salvarle. Recuerdo a Ángela Vicario, en el reencuentro con Bayardo San Román… pienso en el Gabriel periodista, en el escritor… en sus luces sobre mí (perdón Descemer).

 

Mientras él estaba vivo yo buscaba en las páginas de todo el mundo detalles que dieran cuenta de su vida, de su obra y hasta de sus milagros.

 

En la penumbra de una rosa amarilla hoy visto también de luto y ya no busco noticias que me “acerquen” a él ¿Para qué? Me quedan sus textos pero de igual forma, el mundo amante de la buena literatura, irremediablemente, ha quedado huérfano de luz.

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