PERFIL: Carlos Acosta se afinca en Cuba

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PERFIL: Carlos Acosta se afinca en Cuba
Fecha de publicación: 
7 Abril 2016
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¿Por qué una estrella internacional del ballet decide fundar una compañía de danza? ¿Para garantizar su relevo? ¿Por pura megalomanía? ¿Por una necesidad creativa? Carlos Acosta tiene una razón de peso: quiere ofrecer su aporte a la cultura cubana.

Pero, la verdad sea dicha, Carlos Acosta hace mucho tiempo que ha hecho un inestimable aporte a la cultura de esta isla. Después de Alicia Alonso, es la figura cubana más internacional de la danza. No vamos aquí a reproducir su extraordinario currículum, en el que abundan extraordinarias referencias: compañías de primerísimo nivel (de hecho, todas y cada una de las grandes compañías de ahora mismo), los mejores coreógrafos, los más célebres escenarios del mundo…

Es un itinerario tan contundente que el Consejo Nacional de Artes Escénicas rompió por una vez cierta lógica etaria y le otorgó el Premio Nacional de la Danza en 2011, que es el más importante galardón que se otorga aquí por toda una vida de trabajo. Concluyendo: Carlos Acosta ha hecho en unos pocos años lo que les ha llevado una vida a otros.

Así y todo, a no pocos les asombró que el reconocido bailarín viniera a Cuba a crear su propia compañía. Pudo haberla fundado en otro país, en cualquiera de las capitales mundiales de la danza; influencia y relaciones tenía de sobra.

Pero los que conocen a Carlos Acosta no se sorprendieron: la relación del artista con su país natal siempre ha sido fluida y profunda. Una y otra vez, en el clímax mismo de su trayectoria, ha regresado a bailar para los cubanos. Su primera coreografía la concibió y la estrenó aquí. Y fue un actor importantísimo en la histórica visita a La Habana del Royal Ballet de Londres.

En aquellos días de efervescencia “balletística”, a algunos de los que lo escucharon dirigiéndose al público que se reunió en las afueras del Gran Teatro de La Habana les chocaron “las maneras”, la gestualidad, el talante del bailarín…

 

"Puede que este haya bailado en los más elitistas teatros del mundo, pero sigue siendo un asere de Centro Habana” —me comentó entonces un balletómano de toda la vida. Pero lo que a él le pareció un defecto, a mí me resultó un indicio de autenticidad: Carlos Acosta, con todo, sigue siendo el mismo.

 

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Bueno, no es que sea el mismo: quien lo vio bailar en sus primeros años, recién graduado de la Escuela Nacional de Ballet, y lo vio bailar después de su paso por importantes compañías, convendrá en que la promesa se concretó con creces: es posible que Carlos Acosta conserve cierto “aguaje” de La Habana profunda, todo el mundo sabe de sus orígenes; pero ¿alguien puede dudar de sus credenciales artísticas?

Hablemos de técnica y estilo: Acosta es un virtuoso no solo porque puede saltar alto y girar mucho… sino porque el “acabado” de los saltos y los giros es exquisito. Y además, hay una decidida vocación expresiva. (El gran maestro del ballet cubano, Fernando Alonso, lo tenía claro: detrás del más elemental movimiento tiene que haber un sentido).

La técnica puesta en función del arte y no a la inversa. Esos son los buenos bailarines; los demás, son —sin desdorar— sencillamente atletas.

De Carlos Acosta se puede decir que es un bailarín fuera de serie y que es, además, un bailarín esencialmente cubano.

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¿Para qué una nueva compañía de danza en Cuba? —podría preguntarse alguien. Para ser el pequeño país que somos, en Cuba hay muchas (algunos piensan que más de la cuenta) compañías de danza y de ballet.

Este redactor, no obstante, está convencido de que nunca sobrarán, siempre y cuando tengan algo interesante que aportar. Cuba, a pesar de ser un país pobre, es una plaza fuerte de la danza en el mundo, a la altura de las cunas de la danza occidental, que están por supuesto en Europa.

Hay que agradecérselo al fuerte apoyo institucional (la danza moderna y el ballet raramente son artes autofinanciados), a la tradición, al sistema de enseñanza y también, no faltara más, a cierta “predisposición” del cubano al baile.

En tiempos de apabullante globalización, los países pobres que contra viento y marea han consolidado un entramado dancístico sólido —como el nuestro— tienen que enfrentarse al fenómeno de la emigración de sus mejores artistas. Nadie ha dicho que sea justo; pero es lógico, comprensible.

 

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Cada artista tiene el derecho de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, y aprovechar las oportunidades que se le presenten, sea donde sea. Pero lo cierto es que en los últimos años la “sangría” ha sido grande: bailarines formados aquí integran elencos de medio mundo.

Y también hay otra realidad un poco más conflictiva: cientos de bailarines cubanos se han ido a otro país para desempeñar oficios que poco o nada tienen que ver con su vocación y profesión. El sueño no siempre es tan plácido: no todo el mundo es Carlos Acosta.

Por eso, esa decisión suya de venir a ofrecerles trabajo y oportunidades a un grupo de bailarines aquí resulta plausible, más allá de puntuales incomprensiones. Cada bailarín que se quede bailando en Cuba, aunque pase buena parte del año en giras internacionales, es una ganancia.

No pocos creen que Carlos Acosta fue desleal a la hora de armar su compañía, que vino a “robarles” bailarines a las principales agrupaciones del país. Pensar así implica de alguna forma “cosificar” al bailarín, despojarlo de decisión y autonomía. Los bailarines no son “medios básicos” de ninguna compañía.

Carlos Acosta ofreció una nueva opción, y unos cuantos quisieron aprovecharla. Para algunos, de hecho, fue una decisión arriesgada, teniendo en cuenta que eran solistas importantes de elencos sólidos y con amplia agenda internacional, como el Ballet Nacional o Danza Contemporánea de Cuba.

Acosta Danza (que es el nombre de la nueva agrupación) significa otro ámbito, con otras peculiaridades. El tiempo y el trabajo dirán la última palabra.

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El viernes 8 de abril debutará Acosta Danza en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. La temporada de estreno está conformada por dos programas: uno contemporáneo (8, 9, 10, 12 y 13), con obras de coreógrafos activos y el estreno en Cuba de la versión de Carmen que hiciera Carlos Acosta para el Royal Ballet; y otro clásico (16 y 17), integrado por selecciones de obras del repertorio tradicional del ballet y creaciones de coreógrafos cubanos y extranjeros.

La variedad de la propuesta está a la vista. Los que esperan descubrir una compañía de autor (teniendo en cuenta la labor coreográfica del director) saldrán decepcionados.

El espectro de Acosta Danza es amplísimo. De hecho, parte de una pretensión muy ambiciosa: fusionar en escena dos tradiciones: el ballet académico y la danza moderna. Lo que quiere hacer se resume en un término: ballet contemporáneo.

(Dejaremos en manos de la danzología la misión de definir qué significa esa expresión).

Si uno se fija en el elenco notará que hay bailarines de disímiles formaciones y procedencias. Por lo pronto, han trabajado para esta temporada con coreógrafos de primer nivel: la cubana Marianela Boán, el español Goyo Montero, el belga Sidi Larbi Cherkaoui…

Pero Carlos Acosta también ha abierto las puertas a creadores más o menos emergentes, como el cubano Alexis Fernández (Maca) o incluso, a uno de los bailarines de su elenco: el joven Raúl Reinoso.

La compañía lleva meses trabajando; primero en los salones de la Escuela Nacional de Ballet; después en la flamante sede de Línea entre 4 y 6, en el Vedado habanero (los transeúntes se sorprenden al pasar al ver a través de los grandes ventanales encristalados a los bailarines ensayando).

Pero la historia en buena medida comienza ahora. En la danza, como en todas las artes, más que el empeño cuenta el desempeño. Pero aquí, a todas luces, hay potencial. Ojalá que este sea el comienzo de un largo camino. 

 

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