Día de la Mujer: Katiuska Blanco en la guerrilla de lo cotidiano
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Cuando Katiuska Blanco ocupaba la tercera fila, a la derecha, en el aula de la Facultad de Filología, donde en los años 80 se impartía la carrera de periodismo, no podía imaginar las oportunidades inigualables que le deparaba el futuro.
Callada, seria, responsable, muy aplicada, y defendiendo con pasión sus puntos de vista, es la imagen que conservo de la estudiante que fue. Hoy, mantiene la misma modestia y sencillez de entonces, pero su nombre es conocido en toda la Isla y aun más allá de estas fronteras por figurar entre quienes más exitosamente han escrito sobre la vida de Fidel Castro.
Y esta autora de dos de los más trascendentales libros sobre etapas de la vida del Comandante en Jefe, la escritora que atesora vivencias únicas por haber compartido junto a Fidel largas horas de diálogo y remembranzas, accede fácil, sin pretextos, a responder a Cubasí.
-¿Cómo se las arregla la Katiuska escritora, periodista y mujer?
-Es una aventura. Lo llevo como mismo lo hace la mayor parte de las mujeres en nuestro país. Cada cosa en su sitio y tratando de buscar el equilibrio; aunque no creo que lo consiga siempre porque es difícil. Cada día mío es agitado y muy poco previsible; pero hago lo que todas las cubanas.
Con tres muchachos, un varón en sexto grado y dos lindas jovencitas preparándose como técnico medio, Katiuska confiesa que ha tenido etapas en que se las ha visto bien complicada, pero siempre ha podido contar con la decidida mano del esposo, con quien suma casi 25 años de vida compartida.
“Cuando las niñas eran chiquitas, se me presentó la oportunidad de poder visitar Biran con la hermana mayor del Comandante, quien, precisamente por ser la mayor, era la que podía tener recuerdos más precisos de la casa, los padres, de cuando los otros hermanos tenían muy corta edad. Era una oportunidad excepcional hacer esa visita con a ella y que me pudiera contar quién compraba la ropa, quién planchaba, quién cocinaba; porque, además, se trataba de una mujer, y las mujeres tenemos una percepción de las cosas no mejor, aunque sí diferente a la de los hombres.
“Pero ante mí se abría una gran disyuntiva: no tenía con quién dejar a las niñas y me daba mucha pena que se quedaran a cargo de otras personas mayores. Fue entonces cuando mi esposo me dijo: tú estás equivocada, quien va a cuidarlas y responsabilizarse con ellas soy yo, ve para Biran. Y se quedó con las niñas una semana.
“En esa época, de una gran carga de trabajo para mí, me parece estar viéndolo ahora lavando los uniformes de la escuela, tendiendo las mediecitas… Fue una etapa muy difícil en nuestras vidas. Yo había empezado a trabajar en el Consejo de Estado, y eran muchas horas; por el apuro o el cansancio se me quemaba todo cuando cocinaba y recuerdo la expresión de él cuando yo llegaba: ’¿¡Qué sería de esta casa sin mí?!’”
Hubo épocas en que cuando más temprano llegaba a la casa era a las once de la noche, y él se ocupaba de las tareas que traían de la escuela, de la comida. Habíamos llegado a un acuerdo: mi esposo se ocupaba de las responsabilidades domésticas entre semana, y yo el sábado y domingo.
“En este momento ya tengo otra situación porque vivo más cerca de la oficina. Hay etapas en que privilegio el escribir por la mañana y la búsqueda de noticias la dejo para por las tardes. Pero eso me cuesta mucho trabajo, es muy difícil para mí llegar al medio día sin haber leído noticias ni estar enterada de lo que acontece en el mundo. No obstante, hay ocasiones en que tengo que hacerlo, y también otras en que solo puedo informarme por las noches, después de haber estado escribiendo todo el día. Los fines de semana, cuando puedo, sí son para limpiar, lavar,… la locura.
“Pero en sentido general, insisto, la clave está en tratar de buscar un cierto equilibrio entre profesión y familia, porque cuando no lo intentas, la vida te pasa la cuenta. Le doy mucho valor a mi trabajo y también a mi familia.
-¿Cuáles han sido tus mayores sobresaltos con este último libro “Guerrillero del tiempo”?
- Mira, yo tengo que ser valiente, audaz, en cada pregunta y en cada paso que doy. Lo que pasa que a la vez trato de ser respetuosa. Jamás he recibido un rapapolvo porque Fidel es una persona extremadamente delicada y respetuosa. Pero yo como profesional siempre tengo que ser audaz y valiente, por eso nunca pienso en los sobresaltos; lo veo todo natural. Los sustos míos, y no con este libro sino con los anteriores también, no llegan en el momento en que los estoy escribiendo, sino cuando se publican. Y son debidos al nivel de compromiso que siento con lo que hago.
“Nunca me digo si será apropiada o inapropiada alguna pregunta. Lo que me preocupa mucho cuando un libro se publica es que su lenguaje sea el apropiado, que el modo en que narro sea algo con un valor. Y te hablo de mí, porque todo lo que Fidel dice tiene valor.
“Siempre siento angustia por las erratas. Soy, de alguna manera, juez y parte, tengo editores que me apoyan, pero he sido la responsable del cuidado de la edición. Fue así sobre todo a partir del libro Niños del Milagro, con el que hice un trabajo como de coordinación, porque fuimos tres los autores. Y doy gracias a la gentileza y la bondad de Jacqueline Teillagorry -de la Casa Editora Abril-, ella fue mi primera editora, y también hizo esa labor con Todo el tiempo de los cedros. Cuando Jacqueline vio cómo yo estaba trabajando los originales, me dijo: ya tú eres editora de tus propios libros.
“Claro, por la dedicación al propio trabajo de investigación y escritura, no tengo el nivel de actualización de un editor que se dedica única y exclusivamente a eso, pero les allano mucho el camino.
-¿De qué modo te enfrentas a esas miles de páginas de trascripción de entrevistas con tu interlocutor?
-Eso es un gran trabajo. Evocarlo me trae a la mente la cantidad de horas de trabajo intenso, que el genio del periodismo cubano, Guillermo Cabrera Álvarez, gustaba resumir en una expresión muy cubana y gráfica: horas-nalga.
-¿Cuál es el saldo que más te contenta de tu trabajo, de tu último libro Guerrillero del Tiempo?
-Que cuando la gente lo lea, lo asuma como propio, como algo que los enriquece, que los hace pertenecer más a Cuba.
-¿Y de tus intercambios con Fidel?
-Lo que más valoro de esos intercambios, y creo que él también, es que estamos haciendo algo útil para la causa de Cuba, de la Revolución, por el mundo. Sé que estoy sirviendo. Martí decía “Haber servido mucho obliga a continuar sirviendo”, y qué alegría tremenda se siente.
“Es el disfrute de ser útil. Siempre me he guiado mucho por el pensamiento de Fidel, lo leo todos los días. Él tiene una frase, dicha por el año 1972, donde asegura que vivir es tener una meta, es vivir por un ideal. Y yo sé que el sentido de mi vida es tratar que, con lo que yo hago, la gente ame más a la patria. Y la patria es lo primero que debes amar para amar a la humanidad y al ser humano. Este mundo está muy mal, es muy injusto, muy cruel; y si nosotros desde un pequeño lugarcito podemos lograr que la gente sienta más por la patria y que por ahí ame más a la humanidad y trate de preservar la especie pensante maravillosa que somos, eso me hace muy feliz.
“Me hace sentir así porque de esa forma también estoy haciendo feliz a mi familia y estoy luchando por ella, por mis seres queridos, por mis hijos, por los nietos que vendrán.”
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