Todos los caminos de Vincent conducen al arte

Ese es el caso de Vicente Enríquez, difícilmente se resista, aunque des mucha vueltas para llegar allí.

En el lobby de la sala Pepe Camejo, en la ciudad de Matanzas, Rubén Darío Salazar me dijo frente a la muestra recién inaugurada de los bocetos y dibujos que desembocaron en el cartel de “Los dos príncipes”: “tienes que conocer al artista, es un joven muy talentoso”.

Al final del estreno conversamos y resulta que lo que debía ser una presentación fue un reencuentro, pues Vincent, como prefiere firmar sus obras, fue mi compañero de estudios en el IPVC Carlos Marx y ya usted ve, ni médico, ni ingeniero, ni científico, después de todo, el que nace artista…

¿Cómo y cuándo comenzaste a pintar?

Desde niño, recuerdo que posiblemente el primer dibujo lo hice en un portarretratos que había en mi casa, hice como un caballero medieval con armadura, con espada… me gané un regaño de mi mamá… pero fue algo que hice así, espontáneo y nada, todavía me divierto mucho haciéndolo, me encanta.

Pero en qué punto te lo tomaste tan en serio como para que un perfeccionista como Rubén Darío te invitara a trabajar con él…

Participé en talleres vocacionales de arte, después entré a la escuela de nivel medio a estudiar pintura, me gradué en el año 2003, precisamente la galería estudio El Retablo fue el espacio que me acogió para la muestra que sería la tesis de graduación, Rubén fue mi tutor, tuve la suerte esa y ya por ahí empezó todo este acercamiento al trabajo de Estaciones, hemos colaborado en otros proyectos, me gusta mucho esto de la ilustración…

¿Te fue cómodo este trabajo?

Para mí ha sido un regalo, porque el tema que gira en torno a lo medieval es algo que me toca muy de cerca porque siempre me ha gustado mucho y encontré un campo ahí para desarrollar.

¿Siempre bocetas minuciosamente como se puede ver en esta muestra?

Hubo una época en que yo trabajaba más espontáneamente, eso depende de cómo uno esté, pero un trabajo como este que ya tenía sus pautas muy bien delimitadas, que había que transmitir un mensaje, yo me tomé mucho tiempo para estudiar bien la composición, porque quería que respetar al máximo la esencia del poema, pero al mismo tiempo hacer una obra creativa, poniendo de mí.

¿Tienes preferencia por alguna técnica o temática específica?

De siempre me ha gustado el dibujo, estudié pintura en el nivel medio de artes plásticas de Matanzas, después en el ISA estudié seis años restauración y conservación, precisamente porque mi inclinación fue siempre por el perfil de lo clásico, por eso quise estudiar restauración, acercarme un poco al mundo de las técnicas antiguas, de los clásicos del arte, a veces en la escuela no encuentras todas las respuestas y tienes que buscar y estudiar restauración me ayudó mucho a eso, bebí mucho de ahí y ha sido para mí una gran fuente de inspiración, pero siempre tuve muy claro que no podía perder la esencia mía que es la creación…

En los años noventa un grupo de artistas cubanos fueron reconocidos como postmedievales, precisamente por la estética que trabajaban, entre ellos Rancaño,  Bonachea, William Hernández… ¿Te sientes influenciado por ellos en alguna medida?

Sin dudas, yo pienso  que soy muy joven, me estoy formando todavía, además uno nunca deja de formarse y de hecho todos esos nombres que has mencionado han sido para mí referencias muy importantes, entre ellos claro, está William, que es de Perico, de mi pueblo y es uno de los ejemplos que siempre he tomado en mi vida desde esa visión de adolescente cuando ya empieza a pensar un poco más en serio qué es lo que quiere y en general son nombres que respeto muchísimo

¿En qué trabajas en estos momentos?

Estoy preparando una expo con estas técnicas que aprendí en restauración y la temática se mueve alrededor de la fantasía, la imaginación, por ahí va la cosa. Básicamente será pintura sobre lienzo, aunque puede que aparezca algo mixto…