MIRAR(NOS): Frigidez, ¿término ambivalente?
especiales
Dime como está mi amor en tu amor.
Frío, frío, como el agua del río,
o caliente, como agua de la fuente...
Juan Luis Guerra
Debo confesar que con atraso llegó a mi léxico el término frigidez. Sin rubor alguno, más o menos estaba en primer año de la universidad cuando por primera vez escuché el significado.
Sepan quienes me leen que ahora escribo para ustedes tópicos relacionados con la sexualidad y en definitiva, con quienes somos también a niveles más insospechados. Sin embargo, no siempre fui tan desinhibida para hablar de temáticas tan recurrentes para mi generación en pleno.
Recuerdo que una tía me rebautizó como «puntualita» y aludía a aquella Amandita, perfectamente defendida por Sahily Cabezas en la novela La cara oculta de la luna; si me lo preguntan, demasiado descarnada de ternura en cada una de sus realidades.
Al igual que ella, digamos que también yo estaba un poco atrasada en las cuestiones referentes incluso a lo teórico en materia de sexo y por supuesto, imaginarán ustedes que también en todo lo que implicaba en la práctica (dictada por la filosofía como el criterio de la verdad) su amplio y mil veces versionado concepto.
Como sea, justifíquenme si quieren. Lo cierto es que me senté en una litera universitaria a escuchar de «primeras veces» sin mucho que aportar, antes bien, escuchando atenta para, dado el caso, inventarme alguna historia más o menos creíble.
Así escuché de frigidez, terminología que asocié (no pregunten por qué) a la Reina de las Nieves y a su poder extraterreno de congelarlo todo en derredor.
Aunque como he dicho, desconocía hasta el significado de placer sexual, recuerdo que con algún tipo de compasión pensé en esas mujeres incapaces de sentir algo que, paradójicamente, no me quedaba a mí del todo claro.
Ahora bien, ¿qué es frigidez? ¿Es exclusiva de las mujeres? Leyendo me he enterado de que mujer frígida es aquella que no solamente no siente nada durante el acto sexual, sino que, en su mayoría, no siente deseo sexual por ningún hombre. Lea de nuevo, por ningún hombre, ni siquiera por Brad Pitt. Igualmente también se cataloga como mujer frígida a aquella que no logra tener un orgasmo jamás, ni siquiera en la que pudiera resultar su fantasía más anhelada.
No debe confundirse la frigidez con una representación dramática. Como hay de todo en la villa del Señor, es posible que alguna de nosotras, en un momento indeterminado, haya contenido sus ganas. ¿Con qué motivos? Eso no pudiera responderlo yo.
Nunca debiera conceptualizarse la frigidez como una disfunción sexual, si bien es cierto que estas últimas aparecen al iniciar la vida sexual o con el transcurso de los años sin que esto implique ningún otro trastorno, digamos, en el orden emocional.
Pocas personas reconocen que también los hombres pueden ser frígidos. Ellos siempre le echarán la culpa al estrés laboral y a otros conflictos que afectan su interés carnal, incluso depresiones internas que, como supondrán mis amigas lectoras, nunca admitirán ante nosotras.
Volviendo a las que poseemos los cromosomas XX: en 1978, un científico aburrido llegó a impresionantes resultados sobre el nivel de emoción sexual en mis congéneres. Burton Singer (como la máquina de coser, aunque nada que ver con ella) demostró con sus estudios que el estrés, la depresión (tan recurrente), la frustración y el conflicto disminuyen el nivel de algunas hormonas.
Lógicamente, entre los factores físicos se encuentran los días posparto, así como lo que antecede a la menopausia. Esas fortísimas olas de calor o ventiscas gélidas, que por suerte aún tengo lejanas. Sobre todo en esos instantes, duele reconocer, algunos de nuestros «machos alfa» deciden irse de cacería, no digo que todos, pero bueno, si les parece adecuado, esa ventana la dejo abierta para una próxima columna.
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