Argos Teatro y su impulso mecánico sobre el público

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Argos Teatro y su impulso mecánico sobre el público
Fecha de publicación: 
10 Junio 2015
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Y también decidí no ser muy exigente con la versión  “cubanizada” de Locos de Amor, de Sam Shepard. Me equivoqué en las dos apuestas. Con Argos… no se puede hacer predicciones, corre uno el riesgo de que le tomen por loca, si apuesta en su contra. Mis expectativas fueron superadas y quedé con sed, necesitaba verles envueltos en otra trama.

Para mi beneplácito personalizado estrenaron hace poco Mecánica, que como plus adicional tiene en su hoja de ruta la firma de Abel González Melo y un protagónico que yo esperaba: Yuliet Cruz.

A decir verdad, me enteré después que esa puesta había sido premiada en la pasada edición del Caricato. Me alegré más: un premio siempre predispone a un receptor.

El paralelismo inevitable con nuestro día a día salta a la vista, y paradójicamente, cuesta creer que suceda, todavía mientras escribo pienso en los Telmer, tan de moda y al mismo tiempo con un estatus tan inverosímil que cuesta digerirlo con plena satisfacción.

Carlos Celdrán, ese mago de la escena cubana, se decanta por invitar a un tocayo suyo. Un crecidito Carlos Luis González convincente en el papel de Osvaldo Telmer: mantenido por su esposa, toda vez que en un alarde que toda mujer en algún minuto quisiera imitar, también es manipulado por ella…

Asediado de diversas maneras por el resto de los personajes no sorprende a nadie que Carlos Luis asuma con tanta maestría el protagónico encomendado; si me lo pregunta lo logra todo, persuade en todo hasta el momento del monólogo de Nara-Yuliet. Los reclamos, en voz de la camaleónica actriz le vienen como un anillo a la joyita que es ella sobre las tablas.

Como una exacta pieza de relojería, la escenografía es justamente lo que se precisaba en la ya muy pequeña salita de Ayestarán y 20 de mayo, porque pequeña le queda a Argos Teatro.

Mecánica es una lección de vida: los intérpretes no dan oportunidades a fisuras. Rachel Pastor, José Luis Hidalgo y Yailín Coppola hacen el rejuego a los principales. Macabra diatriba para los amantes de las artes escénicas, seducidos completamente durante la hora y media de presentación que se pasa volando mientras se descorren las cortinas del imperio de los Telmer, mientras se quiebran voluntades en los puntos de giro que concibiera González Melo.

Esta pieza, de la cual el propio dramaturgo declarara que concibió para Argos Teatro, deja sobreentendido que Celdrán prioriza con meticuloso detalle el trabajo actoral, concentrándose más en caracterizaciones que en seducirnos con una trama alucinante.

Aunque, aparentemente sacados de otra galaxia, existen los Telmer en la Cuba de hoy y el espectador pese a no verlos en su cotidianeidad inmediata, de este lado del escenario sonríe y aplaude, frenéticamente y complacido, en un impulso mecánico que es inevitable cuando acudimos a cualquier estreno de Argos Teatro.

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