Industriales-Pinar: La sangre no llegó al río, pero…

Industriales-Pinar: La sangre no llegó al río, pero…
Fecha de publicación: 
4 Febrero 2012
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Pensé que el fenómeno de la violencia en el deporte era sencillamente cosa de los fanáticos al fútbol ―Tifossi italianos, Hoolligans ingleses y ultras (Alemania, España y otras latitudes) ― pero me equivoqué.

Los últimos días han desatado incidentes de violencia extremos ligados al deporte con el más universal como centro de atención, pero no el único: el más notorio los 74 muertos, entre ellos un policía y 248 heridos que dejó la trifulca provocada por la hinchada egipcia, tras la inusual victoria del equipo de la ciudad de Port Said, Al-Masry 3-1 sobre el Al-Ahly, el más popular de Egipto. Los hinchas de Al-Masry se pusieron a perseguir a los jugadores rivales, arrojaron piedras, petardos y botellas a otros fanáticos e inclusive hirieron a futbolistas. Simultáneamente en El Cairo, otra torcida hostil, ante la lógica suspensión de un encuentro en la capital, tras la violenta estampida en Port Said, decidió incendiar el estadio.

De tal magnitud fue el incidente en Port Said, que clasifica como el segundo en la historia violenta del fútbol, luego de que  el 16 de octubre de 1996, cuando al menos 78 personas murieron y 180 resultaron heridas en la Ciudad de Guatemala, antes de un partido clasificatorio para el Mundial entre los anfitriones y Costa Rica.

Así llegamos a la pasión de Cuba, la pelota por la que sentimos, reímos y sufrimos gran parte de los que nos consideramos amantes del béisbol.

Salvando las distancias, el fenómeno de la violencia ha invadido nuestro pasatiempo: recordemos hace dos años, nada más y nada menos que en postemporada el incidente generado por el lanzador de Sancti Spíritus Yaniel Sosa, quien le propinó un pelotazo intencional al jugador de Industriales Lisván Correa en el José Antonio Huelga, lo que desató la trifulca entre las dos novenas, personal de aseguramiento, público y agentes del orden público.

Lamentablemente no ha sido el único hecho de este tipo. Recuerdo hace unas temporadas dos altercados lamentables, en ambos casos con jugadores del equipo azul, y porque no, insignia de nuestro béisbol, implicados. El primero, con la antigua novena de La Habana en el estadio 26 de Julio de Artemisa, el otro en el Ñico Egozcue de Aguada de Pasajeros, en Cienfuegos.

¿A dónde voy? Al último de ellos y del cual fui testigo presencial, lo acaecido en el Latinoamericano este miércoles, para restarle colorido a un partido de excelencia: Hasta el comienzo del noveno inning, el diestro capitalino Odrisamer Despaigne estaba lanzando una joya de pitcheo combinando su recta de 93-94 millas con la slider, la curva y el tenedor, al punto de que iniciando el noveno episodio propinaba cero hit-cero carrera.

Ahí se desató todo… David Castillo le abrió la entrada con tubey al center en conteo de 2-1 ― lo más prudente hubiese sido que Lázaro Vargas retirara a Odrisamer en ese instante, máxime con ventaja de cuatro carreras, pero no. Fuera de pitcheo Lorenzo Quintana le disparó cohete impulsor, fue entonces cuando al anotar Castillo Despaigne le pegó con el guante en el abdomen y lo ofendió verbalmente. Incidente innecesario, pues siquiera se produjo tiro al home y en caso de haber sido así la asistencia el lanzador la realiza por detrás del receptor.

Exacerbados los ánimos Castillo reaccionó, empujó a Despaigne y, tras la debida expulsión de ambos, jugadores de las dos escuadras se enfrentaron de palabras, pero lo más desagradable fue la reacción del público, profiriendo ofensas y lanzando objetos al terreno, cuestión que terminó incluso más allá del Coloso del Cerro, cuando fanáticos “obtusos” la emprendieron con la guagua del plantel pinareño.

A donde quiero llegar es a que estos incidentes desagradables, en detrimento del espectáculo no se pueden permitir. En manos de la Dirección Nacional de Béisbol y demás autoridades está el atajar este fenómeno a tiempo, bien pudiera ser suspenderle la localía en la próxima subserie o desarrollar partidos a puerta cerrada.

La realidad es que en el estadio confluye una gama heterogénea de personas, pero eso no les da derecho a generar situaciones desagradables y alterar el orden. Instrucción no necesariamente significa educación, y en este valor vital nuestra sociedad ha cedido un terreno enorme en los últimos tiempos.

Este miércoles en el Latino por suerte la sangre no llegó al río, pero definitivamente no pueden ni deben acrecentarse estas manifestaciones de violencia en nuestro pasatiempo nacional, para nunca pensar en llegar a los niveles que toman los fanáticos del más universal antes mencionados.

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