Rosario Cárdenas: “Yo voy con el tiempo”
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Rosario Cárdenas mira siempre hacia delante. No significa, por supuesto, que desconozca el pasado. Pero ella cree sobre todo en la necesidad permanente de renovarse. En la compañía que dirige hace más de veinte años han bailado hombres y mujeres que ahora mismo están desperdigados por medio mundo. A todos, de alguna manera, los formó, los dotó de herramientas que les han servido para abrirse camino en un arte tan cambiante como la danza.
“Es como si uno fuera siempre sembrando, me encanta ver cómo florecen” —dice la coreógrafa y bailarina, a punto de entrar a un ensayo con sus bailarines de ahora mismo, la mayoría de ellos jovencísimos. “De los antiguos solo está Jaqueline Balladares, primera bailarina, que me ha acompañado durante 18 años. Tenemos una comunicación especial, es mi principal apoyo”. El resto son muchachos que empiezan ahora, con muy buena energía y disposición. Son esponjas.
“Es importante que este grupo conozca su propio cuerpo. Ahora estamos en un proceso permanente de conocimiento, fortaleciendo la identidad del grupo, afianzando la pertenencia. El programa que presentaremos en el Mella, a partir del 2 de febrero, responde a esa circunstancia. Está integrado por piezas cortas, algunas son clásicos del repertorio —Canción de cuna, El ascenso…—, que permiten que los muchachos se familiaricen con la historia de la compañía; otras son estrenos, incluyendo obras coreografiadas por ellos mismos. Es interesante verlos interpretarlas. Es bueno explorar sus potencialidades, estimular esos deseos creativos”.
Tradición y contemporaneidad. “Yo voy con el tiempo. El sentido de renovación está en uno mismo. Uno se puede regodear en la novedad, pero no puede perder de vista lo que hizo para llegar ahí. Miro estas obras, las más antiguas, y sé que he cambiado, pero cada una de ellas mantiene un espíritu, un valor coreográfico. Ahora las bailan otros, es la misma obra y al mismo tiempo, distinta”.
La temporada de este fin de semana es el comienzo de un año intenso para la agrupación. En el verano, como parte del homenaje nacional por el centenario de Virgilio Piñera, repondrán en el Gran Teatro de La Habana una de las más reconocidas piezas del repertorio: María Viván.
“Estamos trabajando en ella. Mucha gente que la vio en su estreno la recuerda y quisiera volver a verla. Creo que se ha impuesto, se ha mantenido en la memoria. Quizás ahora, desde el punto de vista del movimiento, la renueve un poco. Pero el espíritu se mantiene, porque es el espíritu de Virgilio”.
En el horizonte, una gran producción: El monte, a partir del libro de Lidia Cabrera. “De ese estreno no puedo hablar mucho todavía”. Será —afirma— una apropiación muy singular de todo ese mundo de la espiritualidad y las religiones de origen africano, ajena a los clichés folcloristas.
Rosario Cárdenas entra al salón de ensayo. Saluda a la maestra Ana Isabel Matos, que acaba de concluir su clase con la compañía —“es otro de mis puntales”—; comienza el ensayo. Los muchachos trabajan con energía e interés. “Es un grupo muy bueno, tienen muchas ganas de aprender, de hacer cosas. Trabajo mucho en la armonía de la compañía, en el clima”. Jaqueline Balladares —que este fin de semana bailará nuevamente Danza de fin de siglo— lo resume a su manera: “Rosario siempre sabe lo que quiere”.
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