En cartelera: Conocerás al hombre de tus sueños (+ trailer)

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En cartelera: Conocerás al hombre de tus sueños (+ trailer)
Fecha de publicación: 
27 Enero 2012
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Woody Allen filma en Reino Unido su película sobre el borroso límite entre ilusiones y realidades, reflexiona sobre la vejez y la felicidad.

 

La aparente sencillez y hasta anestesia de este filme, como ocurre con todo Woody Allen, es solo eso, aparente. Será que por el camino, como bien cuentan muchas historias sobre grandes artistas, este cineasta en vez de llenar más y más el equipaje formal de sus películas con acrobáticos recursos, ha decidido hacer lo opuesto. Si comparamos Conocerás al hombre de tus sueños con sus primeros (y por cierto más intensos) largometrajes, notaremos algunas faltas que, pensándolo mejor, aportaban poco a las historias aunque le otorgaban al trabajo de Woody Allen en el plano más epitelial un sello propio. Ya no hace, por ejemplo, que sus actores gagueen y divaguen frente a la cámara.

 

Sabemos que en la vida real las conversaciones se dan así, pero después de la numerosa lista de filmes a su cargo senos hacía antinatural, casi un tic artístico, era contraproducente.

 

Sin embargo, Allen hace notar su arte para construir diálogos (que nunca se redujo a aquella nimiedad), y sobre todo monólogos. Es difícil poner tres personajes frente a la cámara y hacerlos a parlotear como él, con tanta gracia, sin perder el pulso final de la secuencia, el rumbo; a su altura, en Hollywood, quizás Quentin Tarantino. Con su gira temática por ciertos países europeos —Conocerás... se ubica en Reino Unido— también ha dejado atrás ciertos guiños de humor un poco predecibles ya en su caso, como los que propiciaban sus personajes judíos y sus mujeres de belleza fuera de canon, respingonas e inasibles.

Persisten, en cambio, ese no sé qué de mediados del siglo XX, su gusto por los clásicos del disco de vinilo, el jazz o algún equivalente casi siempre previo a los 60 —aquí además hay música de otros siglos, ¿renacentista?—, y su interés casi centenario por la pareja y la infidelidad. ¡Ojalá pudiéramos todos ser personajes de Woody Allen! Él, que en su tiempo se burló de los arquetipos del decadentismo ruso en Amor y muerte, no puede evitar construir un mundo donde casi todos son escritores o pintores o músicos o actores (más bien actrices)... artistas, y Conocerás al hombre de tus sueños no es la excepción.

 

En este filme, por cierto, introduce de forma latente una temática que por lo elaborada de su (corta aunque acuciosa) exposición parece haber llegado para desarrollarse en temas futuros: la vejez. Desde la vejez —¡faltara más a sus 77 años!—, observa las demás categorías de lo humano que se presentan: el matrimonio, el amor, la muerte...

 

Una clave siempre útil para desarticular un filme de Woody Allen es identificar quién es el personaje que lo representa. Aunque hay excepciones, este director siempre introduce un parlanchín fatalista y alocado que en un inicio interpretaba él mismo y fue protagonista hasta que los años se lo permitieron e incluso un poco más tiempo de lo prudente. Este personaje se vuelve, generalmente, en una pieza clave para comprender su tesis, aunque, como a una Casandra, nadie lo toma en serio. Lo curioso aquí es que inequívocamente el alter-ego del director es una viejecita que fue abandonada por su esposo de los años, Anthony Hopkins.

 

Elenco del filme

 

La viejecita, deprimida y todo, es de anjá, de armas tomar; y termina sacando de sus casillas a su yerno, Josh Brolin, y a su propia hija, Naomi Watts. Pero la historia es más compleja que eso, de hecho, existen varias historias, historias de protagonistas y hasta de algunos personajes secundarios, todas con un atractivo y un derroche de detalles sorprendente —benditos los casi 80 del Woody—. Tenemos una Naomi Watts cautivada por su jefe, Antonio Banderas; un Josh Brolin interesado en la vecina, la sobreactuante y bollywoodente, Freida Pinto; un Anthony Hopkins que reniega de su edad y se enreda con una actriz/prostituta que va a darle un hijo (o al menos eso dice); y la viejecita, que busca en las mentiras de una adivina (que resulta ser bastante acertada) el consuelo que necesita, la promesa de otra vida para arreglar los errores de esta.

 

Por cierto, la tela para sarcasmos cinefílicos sobre en esta película.

 

Cuente, si no, la cantidad de veces que Naomi Watts se pasa el pelo detrás de la oreja —su personaje es uno de los menos elaborados y no se inserta del todo en el discurso del filme—. No se pierda a Anthony Hopkins cargando pesas y en traje deportivo —quizás demasiado viejo para el viejo que interpreta—. Y por último, no deje de preguntarse una vez más cómo es posible que Antonio Banderas haya pasado tantos años en Hollywood y todavía parezca que estudió inglés por correpondencia, digo por el acento —aunque su interpretación es más que estimable—.

 

El gran mérito de Woody Allen —después de algún que otro filme irrelevante aunque siempre correcto— está en conciliar todas esas historias en un solo propósito, y he aquí que paso a paso va estudiando los límites entre apariencia y realidad. ¿Qué es lo real?, nos pregunta. Luego, prueba que incluso aquello que damos por verídico está sujeto a la aprobación de otros y en ese relativismo de criterios se cocinan las verdades y las ilusiones. Y lo aparente, si pasa por el criterio de la mayoría como certero, lo es en consecuencia. Allen explora por otra parte las repercusiones morales, psicológicas y hasta teológicas de la mentira; pero lo examina desde el relativismo de situaciones y caracteres. Lo importante, subraya, por encima de verdaderos y falsos, es aquello que nos hace feliz.

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