Prótesis mamarias: Un problema que da al pecho

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Prótesis mamarias: Un problema que da al pecho
Fecha de publicación: 
21 Enero 2012
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Eva no parece haber necesitado un brassier de gran talla –al menos así lo evidencias pinturas, dibujos y esculturas, no fue posible acceder a su historia clínica-; pero a Adán poco le inquietó el asunto, quizás todo lo contrario, porque se ganó un puntapié del paraíso.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte no pocas Evas del viejo y del nuevo continente se han empeñado, a veces a toda costa y costo, en exhibir bustos desproporcionados.

Tampoco en esta oportunidad las impulsan exigencias de Adanes. Estímulos más maquiavélicos que la serpiente y más simbólicos que la manzana andan instigando a mujeres europeas y del continente americano a aumentar la talla de sus pechos y glúteos aun a riesgo de su salud e incluso de su vida.

No exagera la afirmación última. Un escándalo que aun borbotea con las prótesis mamarias Pip (Poly Implant Prothese) ratifica el riesgo. Sucede que un inescrupuloso fabricante francés decidió obtener una buena mascada por prótesis rellenas con un de tipo silicona industrial -y no para fines medicinales-, que con aditivos carburantes, es usada en la industria del caucho o en la construcción de barcos.

Cuando empezaron a romperse, surgió la sospecha; esta se volvió alarma y casi histeria al comprobar el engaño y, sobre todo, los serios peligros a la salud que implicaba, incluyendo la detección de enfermas de cáncer. En consecuencia, autoridades sanitarias de diversas naciones hicieron pública la recomendación de retirarse dichos añadidos.

El caos fue (es) masivo porque no son pocas las estafadas. Tan solo en Venezuela, por ejemplo, el gremio de cirujanos plásticos asegura que suman cerca de 62 mil 500 las prótesis de ese tipo vendidas entre 2005 y 2010. Por su parte, en Francia son unas 30 mil las “beneficiadas” de pecho, y a ellas el gobierno galo ha aconsejado que se extraigan dichos implantes luego de morir por cáncer una francesa que las llevaba.

Y en peligro no están solo las mujeres, las pesquisas detectaron que el inescrupuloso francés había fabricado también implantes para testículos, pechos y glúteos masculinos.

Así lo asevera el periódico 'Le Parisien', al cual antiguos empleados de Poly Implant Prothése declararon desde el anonimato que la empresa, cerrada y en quiebra, había desarrollado también junto a las prótesis mamarias una línea de negocio con los implantes masculinos. Para ello, capacitó de manera especial a tres empleados que operaban con una maquinaria muy moderna y costosa.

Engañadoras engañadas

Sin dudas, la protagonista del famoso cha-cha-chá “La Engañadora”, de Enrique Jorrín, no habría corrido estos peligros con sus almohaditas, aunque después de descubiertas, nadie las quisiera apreciar.

¡Pero es que estas “engañadoras” de nuevo tipo han sido doblemente engañadas! Sin embargo, las denuncias solo quedan a ras del pecho, culpando solo, y claro que con razón, al estafador.

Pocos, al enfocar este fenómeno, se han detenido en esos llamativos y bien pensados anuncios que de los más diversos modos van, reptando como la Serpiente, colándose subrepticiamente en las cabezas de algunas Evas, haciéndoles creer que exhibir grandes pechos, como universal madre nutricia, es ser bellas, deseadas y valiosas.

Son diabólicos mecanismos que aniquilan el derecho a ser uno(a) mismo. No buscan volver a la mujer más atractiva para el hombre, sino convertirla en un cordero del mundo de la cosmética y sus mercancías, incluyendo las llevadas y traídas prótesis. Con habilidad y ciencia, las estrategias publicitarias crean necesidades, pero de una manera tan macabra que a la vez que aniquilan identidades proponen modelos imposibles de alcanzar, fraguados por las herramientas del photoshop y otros ardides tecnológicos. Al final, la propuesta es dejar de ser una misma para tratar de parecerse a… un fantasma.

Y ahora, son cientos de miles las que penan por llevar en sus pechos la maldición de ese fantasma, la marca a fuego vivo de esa impronta globalizadora solo de cara al mercado, en la que se tiene pelo bueno si es lacio y rubio, y malo si es encrespado y negro; en la que tener narices anchas de indígena o africana, baja estatura, grasa en el abdomen o senos pequeños se convierte en una desgracia tan mayúscula como padecer de una enfermedad incurable.

Es esa industria cultural que deconstruye identidades la que pretende enfermarnos, borrar con una gigantesca goma las diferencias para que al mercado acuda un ejército de zombis clamando al unísono por los mismos productos, esos que más plata aportan a los consorcios. No importa que la autoestima quede aplastada, que la ansiedad conlleve incluso a la muerte como ha sucedido con algunas bulímicas y anoréxicas.

Y evidentemente, ahora tampoco importan demasiado esas tantas mujeres que hoy son pura angustia sabiéndose portadoras en su cuerpo de una sustancia nociva, justo donde hace un tiempo manaba la leche con que amamantaron a sus hijos.

Ya lo dijo Galeano: “En la época de la ‘seguridad nacional’, presas viven las personas para que libres vivan los negocios.”

Comentarios

El fabricante francés no es el único responsable de este horrible suceso. ¿Y el equipo de la fábrica que se reúne para valorar antes de lanzar un producto al mercado? ¿Y el personal médico que debe garantizar la vida a las personas? ¿Esas personas no tuvieron tiempo para asegurarse de que no tenía la calidad recomendada como para usarse como implantes?

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