De Fresa y chocolate a La catedral del helado
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La amistad entre un joven revolucionario y militante, y un homosexual religioso y lezamiano, no parecía posible en la Cuba de 1994. Demasiados prejuicios circundaban a David y Diego. Hoy, con la distancia de 20 años, vuelve El lobo, el bosque y el hombre nuevo. Vuelve de la mítica Fresa y chocolate a su primera versión teatral, La catedral del helado.
Martes, miércoles y jueves, en la sala Adolfo LLauradó y bajo la dirección de Sarah María Cruz, teatro del Sol presenta a Manuel Alejandro Rivera, quien encarna a los dos personajes principales de la obra, logrando matices y complejidades de ambos.
El monólogo regresa por estos días a los escenarios habaneros después de su exhibición en 14 países, y de recibir el premio Grand Prix de puesta en escena en el Festival Internacional de Teatro de Lugano, Suiza.
Durante más de 60 minutos se dilucidan conflictos, que pese a los cambios contextuales, no nos resultan ajenos ni lejanos. Es una obra que habla de la amistad entre hombres con gustos y creencias diferentes, de una sociedad que rechaza lo que no entiende y desprecia e impone. Es una obra que habla de la búsqueda y defensa de la propia identidad, la cubana, en nuestro caso.
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