Feria de fin de año: ¡Caballero, llegó la carne!

Feria de fin de año: ¡Caballero, llegó la carne!
Fecha de publicación: 
29 Diciembre 2014
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Cuando el camión, aparentemente refrigerado, dejó atrás la intersección de las calles Lombillo y Loma, adentrándose en la zona reservada para la Feria, una multitud se abalanzó sobre él, jaba en ristre –que no  lanza con punta de obsidiana- mientras se escuchaban gritos de “¡llegó la carneee¡” 

Pero cuando la puerta trasera del transporte lentamente se abrió,  lo que cientos de ojos lograron entrever a la luz aún difusa del amanecer no fueron cerdos diseccionados. Con una expresión mitad espanto y mitad conciliadora, asomaron un par de cubanos XL, tumbadora mediante: “¡¿Caballero,  caballero, qué carne de qué?! ¡Nosotros somos los músicos!”

Ese fue uno de los tantos comienzos que tuvo la Feria de productos del agro programada con motivo del fin de año. Esta, una de las dos planificadas para el capitalino municipio de Plaza, fue solo una de las 20 ferias que dieron comienzo hoy en los quince municipios de La Habana, para extenderse hasta el martes 30.

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Después de la batalla, con el trofeo a cuestas

Y digo que fue solo uno de los comienzos, porque ésta de Nuevo Vedado inició  para otros cuando todavía era noche cerrada y ya empezaban a “marcar” para la cola del cerdo, el gran personaje  de este acontecimiento. Pero lo  peculiar ¿gracioso? resultó que casi nadie sabía a ciencia cierta en qué parte del área tendría lugar esa venta, y cada vez que entre las brumas del amanecer desembocaba un nuevo camión con pinta de traer al mamífero nacional –bautizado así por Buena Fe-, pues la gente corría tras él, y volvía a armarse una nueva cola, que se desinflaba decepcionada  al divisar que eran sacos de yuca y tomate.

Finalmente, -los comienzos a veces son así, convulsos- cada mercancía encontró su acomodo y todo fue menos incierto a medida que la claridad mañanera se hacía espacio entre jabas, jabitas, carritos y carretillas.

Aunque en las primeras horas de Feria hubo incomodidades e incongruencias y más de un ciudadano, periódico en mano, fue a reclamar a los abundantes inspectores que allí se encontraban dispersos llevando chalecos identificativos de su función; en general, “la cosa” estuvo bien: Calidad en los productos, precios un tanto más bajos que lo habitual, muuucha cebolla y muuucho control.

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A veces, un cochecito de bebé puede volverse un vehículo multitarea

No digo que sea para mal, garantizar la tranquilidad ciudadana –léase en este caso el orden en las colas, el freno a los carteristas, a riñas, etc.- nunca estará de más. Pero confieso que  jamás había comprado un pedazo de cerdo flanqueada por tantos agentes del  orden público como si estuviera realizando una operación bancaria de gran envergadura. De todos modos, insisto, mejor que sobren a que falten, porque tampoco faltaban las miradas torvas, los gestos ceñudos y hasta amenazantes, entre quienes, como esta hija de vecina, aguardábamos, hombro con hombro, el turno para llegar junto a los cerditos. Incluso, por momentos, percibí esa misma postura de acecho y defensa que adoptan las leonas para proteger a sus cachorros; En este caso, claro, era para proteger el  lugar en la fila, lo que es decir la cena de fin de año.

Por lo que pude comprobar, hubo variedad, y hasta laterío de Ceballos, Ciego de Ávila, a muy buen precio. El ajo, eso sí, fue el gran ausente. Y también con este indispensable condimento de nuestra cocina sucedió lo mismo que con el cerdo: no pocas veces se corrió la voz  de que “aquel camión que está entrando, aquel sí es el del ajo” Y pasaba lo mismo, la gente corría hacia allá, y no era.

Hubo vecinos que declararon saber “de muy buena tinta” que el ajo llegaría, pero estaba en camino desde Artemisa; otros, dijeron que desde Santiago -¿de Cuba o de Las Vegas?-. Lo cierto es que, al menos a este punto de la geografía citadina nunca llegó. Pero sí llegaron, al final de la jornada, sonrisas satisfechas, porque, al menos, todo el mundo se fue con algo de vuelta a casa. Y los que no pudieron obtener  lo que se propusieron, comentaban que “a ver si mañana, o pasado…Esto es sin lucha y con diversión”, según declaró a quien quiso oírla, Eloísa, que no pudo alcanzar el pernilito deseado.

Esta reportera, sudorosa, estrujada, con los zapatos mil veces pisoteados, estuvo entre los dichosos. Aunque no un pernil, sí una porción de mamífero nacional retornó conmigo –nosotros- al hogar. Y tan contentos estábamos,  que decidimos premiarnos con un adelanto del animalito para el almuerzo de este domingo.

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En general, hubo orden y buen trato. Ah, y cuando terminó todo, enseguida empezó la limpieza del lugar

En menos de una hora –gloria a ti, olla reina- estaba ya sobre la mesa  la fuente humeante, olorosa. Mas al primer mordisco, todos nos miramos y hubo un silencio. El apuro en la preparación por el tiempo invertido  en la feria,  había provocado un pequeño, un pequeñísimo error en el uso de los condimentos.

Pero si un prestigioso chef cubano, ya fallecido, alcanzó su mayor fama porque vertió  sin querer café en una langosta, dando origen a la multipremiada Langosta al Café, ¿quién sabe si en este fin de año acabo de inscribirme en la nómina de los innovadores con mi Cerdo a la Canela?

PD a modo de excusa: el depósito con el comino estaba al ladito mismo del de la canela, ¡y tienen un color tan parecido!

 

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