EN CARTELERA: El Decamerón
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Si usted conoce la trayectoria de Carlos Díaz y su compañía El Público, ya tendrá una idea de lo que puede encontrar en su más reciente estreno. Si Carlos Díaz se ha permitido desdramatizar casi hasta el delirio obras que no son precisamente comedias, ¿qué haría con una historia desdramatizada desde el principio?
En este país, buena parte de la gente ha leído por lo menos un cuento de El Decamerón, así que no tengo que extenderme sobre este particular.
Carlos Díaz asume la celebérrima obra de Bocaccio a partir de la versión que firmara Héctor Quintero. Los cuentos que escogió el fallecido dramaturgo están entre los más populares y son perfectamente representables. Y lo mejor, que pueden ser un excelente punto de partida para un ejercicio lúdico, incisivo y bastante heterodoxo.
Los que esperaban que El Público hiciera énfasis en la carga erótica de los cuentos, estarán decepcionados. Más que mostrar, Carlos Díaz sugiere. Aunque la carga verbal sí que no se anda con demasiados eufemismos.
Lo más interesante de la puesta, más allá de la pura peripecia, es el diálogo entre contextos, esa actualización juguetona y sarcástica a la Cuba de ahora mismo. Algunos chistes parecen más de lo mismo, pero algunos son sencillamente desternillantes… Sin contar la seriedad de las implicaciones.
Pero, aunque parezca una paradoja cuando hablemos de Teatro El Público, a este Decamerón le falta espectacularidad y contundencia en su entramado escénico.
El vestuario es imaginativo, pero la concepción escenográfica, más que sencilla, resulta simple. La banda sonora en su casi totalidad corre a cargo de los propios actores, en algunos momentos se extraña la música. La concepción coreográfica es elemental y poco inspirada.
Da la impresión de que El Público, y su reconocido director, pudieron haber hecho un Decamerón mucho más pirotécnico y contundente. Hubiera sido, con toda seguridad, un fenómeno de público, al estilo de la tan recordada La Celestina.
Falta hablar de los actores, que van de la excelencia de unos a la medianía de otros. Ahora bien, solo por ver a Osvaldo Doimeadiós ya vale la pena llegarse al Trianón. Este es, ahora mismo, uno de los mejores actores cubanos. Y en el Decamerón está a la altura.
Las funciones, en la sala Trianón (Línea entre A y Paseo, Vedado), de viernes a domingo en los horarios habituales.
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