«Proyectando», un homenaje con mucha luz (+ Fotos)
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«Proyectando» es una de esas muestras de ingenio y versatilidad que no dejan de deslumbrarnos, aun a quienes por años hemos seguido el trabajo de Sándor González. Allí está todo él, artista y ser humano, en un recorrido abarcador en cuanto a formas, estilos, tiempos, temáticas…
Coexisten los más íntimos sentimientos personales y las más universales inquietudes creativas. Apto para todas las edades, este homenaje a Tulio Raggi termina siéndolo al cine todo, especialmente al cubano, al dibujo animado nacional y nuestra generación, que fue quizás la última que creció disfrutando nuestros propios «muñes» mucho más que cualquier propuesta importada.
La admiración, el respeto, el cariño entrañable y el dolor de no tenerlo físicamente, lo expresó Sándor por escrito un año atrás, en plena conmoción por el fallecimiento de Tulio Raggi, y decidió incluir aquel texto en el catálogo de esta muestra, pero la obra excede todas las palabras y las dimensiona, las vivifica, las completa:
«Los que me conocen saben que son escasas las veces que me desahogo y menos los que me pueden escuchar, pero esta vez pongo mi orgullo a un lado para saldar mi deuda con Tulio. Nunca le dije lo que para mí ha significado su presencia en mi vida, en cada una de mis obras y exposiciones, lo mucho que le quiero y agradezco. Lo digo con la frente en alto y convencido de que me escucha en paz», escribió Sándor González.
También podría llamarse «Giro», asegura con razón la historiadora del arte Claudia González, «no solo porque en ella el movimiento constituye un factor ineludible, diríase que la génesis por antonomasia de todas las piezas, sino porque es un giro lo que presenciamos en la obra de Sándor González. Así podremos notarlo aquellos que lo hemos visto crecer en su andar, entre escaleras, edificios y personajes de carboncillo inmersos en ciudades imposibles —o tristemente posibles—, alertas o vencidos, esperanzados o ya sin aliento».
Y no es que falten las ciudades, se insertan también en ese dinamismo que no conoce fronteras entre lo antiguo y lo moderno, en esa dialéctica donde emerge y se valida el hecho artístico, la obra que puede resultar de máquinas rescatadas de algún olvido o de los dispositivos más actuales, sin sustituciones, como un acto de gracias al devenir, a la historia, al origen donde la propia galería se disfraza con cortinas de cintas de 16 y 8 milímetros.
Me gustó, creo que es una de esas muestras de arte contemporáneo que uno no debería perderse. Dotadas de conceptos, novedosas y bellas, las piezas de Sándor esperan la visita de un espectador que no necesita ser sabio o adivino, solo sensible y ávido para degustarlas…
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