Washington torturas: La CIA y la senadora
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Otra vez, políticos y medios estadounidenses abordan el tema solo desde la superficie.
El chapoteo en el fango se extiende a una polémica entre el director de la CIA, John Brennan, y la jefa saliente de la Comisión de Inteligencia del Senado, Dianne Feinstein.
La citada comisión reveló esta semana que esa agencia de espionaje aplicó brutales torturas a sospechosos de terrorismo.
Según dijo este martes un periodista de la Associated Press (AP), Bradley Klapper, el choque gira en torno a cuál espió al otro.
De acuerdo a su punto de vista, la riña entre la legisladora y el jefe de la CIA “solo puede empeorar”, aunque no lo parece.
Sin embargo, a continuación llega a decir que un asunto tan grave como el expuesto en el informe sobre crueles torturas, “ya es historia”.
De esta manera, Klapper corroboró lo que ha sido el enfoque básico de informaciones y análisis al respecto.
O sea, proliferación de anécdotas y marcado relieve a contenidos de menor envergadura para proteger la esencia e imagen del sistema.
Así, este martes redes sociales amplificaron la información de que la senadora envió mensajes negando acusaciones formuladas contra su grupo de trabajo.
No obstante ello, horas después la legisladora elogió al jefe del aparato de espionaje porque aceptó conclusiones de su pesquisa.
En un inusual giro, Brennan admitió reunirse con la prensa en el cuartel general de la CIA, en Langley, Virginia.
Allí se atrevió a decir que “eran legales” las técnicas de interrogatorio mejoradas de la agencia.
Pero, ante lo conocido, solo le quedó la alternativa de reconocer que agentes de la CIA efectuaron actos "abominables".
Sin embargo, casi no reconoció el trabajo de Feinstein y sus colaboradores, a la vez de valorarlo como defectuoso.
A renglón seguido, el típico enfoque individualista y superficial, distante de la médula de los procesos.
Para los “dos protagonistas” en el drama de esta semana, escriben sus medios, las disputas no son nada nuevo.
Recuerdan que hace nueve meses Feinstein compareció ante el Senado para acusar a la CIA de interferir sus pesquisas y amenazarlos.
¿Argumento principal? Que se están violando leyes penales y la Constitución.
Brennan trató de aclarar entonces que sus hombres no se entrometieron en las actividades del grupo investigador del Senado.
Además intentó recuperar confianza al manifestar que tampoco han tenido acceso a documentos confidenciales de la CIA.
Uno de sus exámenes internos responsabilizó a “cinco empleados de la agencia” con el manejo ilegal de computadoras y correos electrónicos de la Comisión de Inteligencia.
Las mismas fuentes periodísticas revelan que legisladores demócratas trataron de amonestar o destituir a Brennan, pero lo impidió la Casa Blanca.
No obstante, la supuesta contradicción entre Feinstein y Brennan pareció disolverse cuando asomó un acercamiento de sus posiciones.
Lo definió la jefa de la Comisión de Inteligencia del Senado al decir en un escrito:
“La CIA está preparada para evitar que esto vuelva a suceder, que es lo más importante”.
De todas maneras queda el episodio de esta semana, a cargo de una notable senadora y del jefe de su maquinaria de espionaje.
Ni con una hemorragia de lenguaje ambiguo y sutilezas podrá Washington borrar el estilo medieval con que trataron a prisioneros del supuesto gran Fiscal del Orbe.
Y nadie, hoy ni mañana, los perdonará.
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