El Cigala: Camarón de la Isla y Paco de Lucía eran dos "ché guevaras"
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"Paco de Lucía y Camarón eran dos revolucionarios. Eran dos ché guevaras totales", afirma el cantante a Efe durante una entrevista en Washington, donde ha actuado esta semana dentro de una "gira increíble" por Norteamérica que le ha brindado "teatros llenos".
El Cigala no duda en comparar el vanguardismo de esos dos mitos, renovadores decisivos del "arte jondo" y embajadores del flamenco en todo el mundo, con la rebeldía del famoso guerrillero argentino.
"Camarón es el mejor de todos los tiempos. Mi superhéroe es Camarón. Es como mi báculo, el centro de mi ser", dice al artista, embutido en un abrigo, tan oscuro como su inconfundible melena gitana, que viste por el gélido frío de la capital estadounidense.
La voz de Camarón, cuya muerte a los 41 años conmocionó en España al mundo de la música en 1992, marcó "un antes y un después en el flamenco", opina el cantaor, ahora "huérfano" tras el deceso del guitarrista Paco de Lucía el pasado febrero en México.
"Sentí muchísimo la pérdida de Paco. Éramos grandes amigos, nos queríamos mucho", confiesa El Cigala, orgulloso de haber cumplido "el sueño de aquel niño que deseaba poder tocar con Paco de Lucía".
En su actual gira norteamericana, que arrancó el pasado 23 de octubre en Calgary (Canadá) y en la que ha homenajeado a esos dos ídolos, el artista promociona el disco "Romance de la luna tucumana", publicado en Estados Unidos el pasado septiembre.
El álbum, galardonado con un Grammy Latino en 2013 en la categoría de "mejor grabación de tango", versiona clásicos del tango y el folclore argentino, como "Nieblas de riachuelo" o "Naranjo en flor", con un toque flamenco muy al estilo "cigalero".
Nacido en 1968 en Madrid dentro de una familia de artistas, Diego Ramón Jiménez Salazar, más conocido como El Cigala, dedica esa obra a Bebo Valdés, el célebre pianista cubano con quien grabó "Lágrimas negras", disco que le catapultó en 2003 a la fama internacional.
El cantaor se declara "emocionalmente y artísticamente" influenciado por el fallecido Valdés, quien le dio "la confianza necesaria para trascender el flamenco y llegar a otras músicas".
Tal fue la notoriedad de "Lágrimas negras", que los críticos de la prensa estadounidense bautizaron al artista madrileño como "Sinatra del flamenco", si bien él cree que "se han pasado un poco".
"Es un halago maravilloso, pero creo que una voz como la de Sinatra no habrá. Son de los personajes que me hubiera encantado conocer. Era la elegancia por excelencia".
En "Romance de la luna tucumana", El Cigala hace un dueto póstumo con Mercedes Sosa, y ambos cantan al alimón la "Canción para un niño en la calles", de la reconocida vocalista argentina.
"Lloramos muchísimo -recuerda- con ese tema. Fue como sentir el abrazo de ella".
El Cigala se familiarizó con el tango durante su infancia, cuando su tío, el inolvidable cantante Rafael Farina, viajó a Argentina el siglo pasado y regresó a España con "tangazos increíbles".
A su juicio, el flamenco y el tango guardan similitudes, pues son "nocturnos" y "pendencieros", mientras "sus letras hablan mucho de amor, desamor, nostalgia, engaño, desasosiego, inquietud".
A punto de acabar hoy su gira norteamericana en Miami, el cantaor ya piensa en volver a Estados Unidos el próximo año para presentar su última obra, "Vuelve el flamenco", un álbum grabado en directo con el que El Cigala más puro retoma sus orígenes musicales.
"Ese disco -explica- me lo jugué a una carta. La gente del flamenco me decía 'te has quedado cantando boleros, tangos...¿Qué pasa?'. Es un discazo (...). Cuando quiero ser flamenco, soy más flamenco que nadie".
El artista también prepara "un homenaje a la salsa", proyecto que contará con la colaboración de grandes nombres como José Feliciano y Óscar de León: "Va a ser -adelanta- una explosión. Me voy a divertir mucho. Lo mejor de todo es divertirse".
En sus planes de futuro entra, además, una "gira de piano y voz" que llevará por título "Cigala íntimo" y abordará "temas emblemáticos".
El Cigala afronta esos retos profesionales con la alegría de su nueva vida en la República Dominicana, donde reside con su familia desde 2013, se siente "la persona más feliz del mundo" y ha obtenido la nacionalidad.
El país caribeño -apunta- "es el centro de Latinoamérica. Para mi trabajo era primordial estar en Dominicana (dada su cercanía con países en los que tiene legiones de admiradores)".
"Amo mucho a España, por encima de todo", puntualiza Diego El Cigala, al admitir que anhela la gastronomía de su país.
"Echo de menos -revela con una sonrisa nostálgica- los cocidos. Los cocidos madrileños que yo me comía...".
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