Historia de los Centroamericanos: Ángel derrota al campeón olímpico
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De su natal Viñales, en Pinar del Río, hacia la capital en el intento de mejorar la vida. Es Ángel García. Su gran amor, el atletismo. Corredor, sobre todo, de 400 metros planos, aunque lidia en 100 y 200 también. Trabajador de Obras Públicas, como su amigo Fortún, labora en el arreglo de los parques y, después que el sol le recorre el cuerpo durante varias horas, se dirige al entrenamiento o las competencias y, como suele no tener las monedas para pagar el pasaje, a pie recorre los kilómetros que lo separan de cualquiera de las instalaciones. Y a sudar allá de nuevo.
Este sábado usted será testigo de una de esas triples jornadas. Vamos hacia el Estadio de La Tropical en Marianao. Allí se realizarán las pruebas del campo y la pista con vista a los cercanos Centroamericanos de México 1954. Un momento, Angelito, aunque terminó su tarea, todavía no ha salido del parque de La Habana Vieja que le tocó: espera cobrar. Por cierto, será en grande: han prometido a los obreros que hoy liquidan las tres semanas que les adeudan. Buena falta hace a nuestro deportista: los bolsillos y el estómago vacíos; un cafecito y un par de galleticas dulces ha sido el desayuno-almuerzo gracias a la generosidad de un compañero. ¡Plafff…! Roto el ensueño: no pagan. Y con esa rabia mayor parte para su meta.
Entra a la pista cuando están llamando a los competidores para la vuelta al óvalo. Se desviste ahí mismo, debajo trae la de contender. Los viejos pinchos sustituyen a los zapatos. Carrerita, estirar músculos A una especie de regaño de su entrenador: “Compadre, llegas tarde, apenas has podido calentar…”, corta seco: “Ya yo vengo bien caliente”.
El disparo. Arrancan. El gran caluroso triunfa y logra el tiempo requerido para actuar en la tierra azteca. En las gradas, lejos de la iracundia, la boca cual melón al que han cortado buena tajada, completa la dicha cuando alguien le ofrece una maltina de las que dan gratis acá los participantes. Ya el líquido deleita desde la garganta. Desea más. La va a pe… “¡Angelito se ha desmayado!”. Por suerte no llegó al suelo porque lo aguantan varios aficionados. Sentado, sudando demasiado, comienza a levantar. La frialdad que cayó de pronto en aquel tubo digestivo hambreado noqueó al vencedor, lo venció.
CIUDAD DE MÉXICO ESPERA
En el aeropuerto, la delegación. Muchos con su pobre vestimenta metida en cajas de cartón amarrada con sogas: no les alcanzó el dinero para adquirir una maleta. El mencionado cuatrocentista entre ellos. Se le ocurrió llevar un sombrero tipo campesino y esto le causa un disgusto con la jefa de la delegación, la batistiana María Luisa Bonafonte. “Usted no puede llevar esa guajirada en la cabeza. No le voy a permitir que denigre a nuestro país”. La respuesta del criticado no tarda: defiende con vehemencia ese símbolo de nuestro campesinado y su derecho a llevarlo sobre la cabeza. La representación casi en pleno lo apoya. Triunfa.
Desfile. Palabras de apertura. Un coro de 5 000 estudiantes secundarios entona el Himno mexicano y el de la VII cita; será oficializado con posterioridad como el de los Juegos. La llama reina en el pebetero; el fuego fue traído desde el Cerro de la Estrella ritual mediante. Empiezan los combates. Habrá dolores y alegrías; la tristezas de algunos y algunas florecerán en la dicha de otros y otras.
Le toca el turno al de Viñales. Clasifica para la final de los 400 lisos. Favorito: el jamaiquino George Rhoden que entrena en USA., as olímpico de la distancia en 1952 con 45.9 y recordista mundial: 45.8 desde 1950. Los contrarios restantes: Louis Gooden, de Jamaica también, los boricuas Ovidio de Jesús y Frank Rivera y el mexicano Javier Souza.
Salen… Rhoden al frente. Recta final. Se acerca el constructor, se acerca el herido por la miseria cotidianamente, se acerca este guajiro bueno y… ¡derrota a Rodhen por una nariz! El mismo tiempo: 47.9. Ángel corre a ponerse su sombrero: quiere salir con él en las fotografías que son abundosas, al igual que las entrevistas, dada su condición de victorioso. Es la felicidad misma: no sabe que en la patria lo espera la cesantía.
Ángel García. Aparte del máximo galardón en los 400 de México 1954, conquistó al nivel Centroamericano y del Caribe, medallas de plata como integrante del conjunto cubano de relevo 4 x 400 en las citas de 1946 (Barranquilla) y 1948 (Ciudad de Guatemala) y bronce en la de 1954. En los Panamericanos obtuvo plata en el relevo corto de la justa inaugural (México 1951) junto a Rafael Fortún, Jesús Farrés y Raúl Mazorra con 41.2. Actuó en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y Helsinki 1952. En la lid de la capital inglesa compitió en 100, 200 y 400 y no superó la primera fase. Pasó a segunda vuelta en los 200 de la pista finesa y en esa etapa fue eliminado, en los 400 no sobrepasó la contienda inicial, en el relevo corto acompañó a Fortún, Eutimio Planas y Samuel Anderson: solo fueron semifinalistas.
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