Cuba-Católicos: Señor, no al cerco

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Cuba-Católicos: Señor, no al cerco
Fecha de publicación: 
11 Septiembre 2014
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La Iglesia Católica de Cuba reiteró su desaprobación al añejo bloqueo estadounidense contra La Habana.

Una periodista del Nuevo Herald, Nora Gámez Torres, dijo este miércoles que ahora lo rechaza en su Plan Pastoral 2014-2020.

El tema fue abordado por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), cuando habló sobre la realidad social y política de la isla.

Según los prelados, la población sufre debido al embargo, “porque esta política acrecienta las dificultades de los más débiles”.

El texto agrega que los cubanos favorecerían una política bilateral propiciatoria de “un mayor intercambio comercial”.

Según el documento, en Cuba ejercen su oficio 357 sacerdotes y existen un poco más de 2300 “casas de misión”, en ciudades y zonas rurales.

No es la primera vez que una institución de la Iglesia Católica rechaza el bloqueo económico de Washington contra La Habana.

Las sintetizó años atrás el papa Juan Pablo Segundo, luego de arribar a La Habana el 26 de febrero de 1998, y calificar a ese comportamiento de injusto y “éticamente inaceptable”.

Cuando 10 años más tarde la agencia EFE reportó la llegada a Cuba del “número dos” del Vaticano, Tarcisio Bertone, se hizo eco de sus palabras.

Concluida entonces una gira por ciudades cubanas, Bertone formuló duras críticas a lo que Washington llama el “embargo” a su vecino caribeño.

No sorprendieron. Desde 1992 y hasta 2013 -cada año- la Asamblea General de la ONU ha rechazado y exigido el fin de esa política.

Hasta gobiernos aliados de la Casa Blanca han hecho suya la resolución antibloqueo, aun cuando mantengan otras diferencias con La Habana.

O sea, que la iniciativa amamantada décadas atrás por los esquizofrénicos de Miami y asumida por Washington, le ha costado muy cara a este último.

¿Qué ha sucedido? Gracias a cómplices que sintetizan Ileana Ros-Lehtinen y los Díaz-Balart, su diplomacia muestra un penoso rostro amoratado y escurridizo.

Hace algún tiempo escribí un reportaje sobre el hospital infantil Juan Manuel Márquez, de La Habana.

Allí, una parte de sus enfermos tenían cáncer, aunque ello no les impedía sonreír, y hasta jugar, acompañados por familiares cercanos.

Cuando entrevisté a sus médicos, pregunté qué podían hacer por salvar a esos pequeños, y la respuesta no demoró:

“Podríamos mejorar o alargar sus vidas, pero el bloqueo no permite vendernos tecnología de punta…”

En aquel momento sentí envidia de la licencia dada a las mujeres para llorar, y con mi dosis machista lo hice por dentro.

¿Razón? Algunos príncipes enanos me despedían desde las camas agitando con alegría sus pequeñas manos.  

Por eso vale subrayar la parte del pronunciamiento de los Obispos de Cuba donde hacen un fuerte reproche a esa conducta.

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